Desde el día de
su estreno, vengo manteniendo que Irréversible (Gaspar Noé, 2002), no
resultaría tan espeluznante, salvaje y perturbadora sin la presencia de Jo Prestia (Sicilia, 5 de junio de
1960), pues no puede existir nadie con un aspecto físico tan maligno y
amenazador como el que tiene este triunfal boxeador y actor francés de origen
italiano. Llegó a Francia cuando contaba con 10 años de edad y ha sido múltiple
campeón francés, europeo y mundial con 70 victorias y 15 derrotas.
Reconocido en la gran pantalla desde que
Érick Zonca le diera algunos papelitos en películas como La vida soñada de los ángeles (1998)
y El
pequeño ladrón (1999), es con su papel del peligroso macarra Le Tenia en el terrorífico film del
argentino afincado en Francia Gaspar Noé, cuando su figura se eleva al altar
mayor de los más aberrantes villanos de la pantalla grande. El Mal en su forma
más burda y obtusa, en su esencia más física, brutal y real. Aunque debutó en
la comedia Rai (Thomas Gilou, 1995) y ha trabajado a las órdenes de Brian
De Palma en Femme Fatale (2002), Jo Prestia será recordado así pasen los
años como el más asqueroso y vomitivo asesino y violador que jamás se ha visto
en una pantalla de cine. Un esquinado hijo de puta que si te lo encuentras por la calle
te cambias de acera, y aun así, nunca dejas de mirar a tu espalda.
Irréversible fue la película escándalo de la 55º
edición del Festival de Cannes que pasará a la historia por una impactante y
perturbadora escena de violación que dura 10 minutos. El film está narrado en
sentido inverso con una utilización virtuosa de flash back que
nos introduce en una angustiosa pesadilla: la delirante y desesperada búsqueda
por los antros más infectos y gores de la noche parisina que
emprenden dos amigos Marcus y Pierre (Vincent Cassel y Albert
Dupontel), para encontrar al responsable de la violación y asesinato de la
novia del primero, la escultural y preciosa Alex (Mónica Belucci), a quien la ruleta de la vida le ha deparado
el peor de los destinos: morir en un sombrío subterráneo peatonal tras ser
víctima de una violación y una paliza brutal. Así, el film se nos muestra como
introspección realista sobre la temible capacidad destructora-depredadora del
hombre y la venganza como mecanismo que impone su propia lógica.
La secuencia de la violación es absolutamente devastadora e hiperrealista, tan demoledora, tan estremecedora que, incapaces de soportarla, los espectadores huían en masa de los cines dejando las salas casi vacías. Utilizando el mantra “El tiempo todo lo destruye”, el director franco-argentino Gaspar Noé deja la cámara estática en el subterráneo durante diez lacerantes, eternos, insufribles minutos, que dan comienzo cuando la joven Alex es agredida a punta de navaja, sufriendo en sus carnes la violación más cruel jamás filmada. No contento con eso, el salvaje violador Le Tenia (un Jo Prestia de aspecto verdaderamente siniestro), golpea con tanta saña el rostro de la hermosa y desdichada mujer que lo convierte en un pegote sanguinolento y tumefacto. No es apta para estómagos delicados pero es una gran película. Nadie lo puede negar, “el tiempo todo lo destruye”, pero Prestia también ayuda.
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