Un relato plano, sin emoción, sin alma
SULLY êê
SULLY êê
Director: Clint
Eastwood.
Intérpretes: Tom Hanks, Aaron Eckart, Laura Linney, Autumn
Reeser, Sam Huntington.
Género: Drama / EEUU
/ 2016 Duración: 96 MINUTOS.
Soy de los que piensan que Clint
Eastwood debería haber guardado la batuta de director tras el estreno de la
magnífica Gran Torino (2008), nada de lo que ha realizado posteriormente
me ha interesado y hubiera sido un broche de oro para clausurar una carrera
como director que, con sus altibajos (El principiante, Space
Cowboys) es una de las más sólidas y atractivas de un director
norteamericano en las cuatro últimas décadas. En su empeño por seguir activo
para seguir vivo, el octogenario cineasta nos ha entregado a partir de aquel
último clásico una serie de películas planas, aburridas y, para quien esto
firma, absolutamente prescindibles: Invictus, Más allá de la vida, J.
Edgar, Jersey Boys y El francotirador, que a pesar de ser
la película que mejor ha funcionado de todas las dirigidas por el
director californiano en la taquilla de los Estados Unidos, sólo es un alegato
belicista y patriotero tan banal como aburrido.
Con Sully
mejora poco la cosa. Veamos: Chesley “Sully”
Sullenberger (Tom Hanks) es un piloto de una aerolínea
comercial que en el año 2009 se convirtió en un héroe cuando a los pocos
minutos de despegar, su avión se averió al chocar con una bandada de pájaros
destrozando los dos motores de su Airbus 320, y aun así logró realizar un
amerizaje forzoso sobre el río Hudson de Nueva York sin que se produjeran
víctimas. Algo que fue tildado de milagroso pues a bordo viajaban 155
pasajeros.
Basada en hechos reales narrados en un
libro por el mismo protagonista de la historia, la función nos sitúa en aquel
2009 cuando el majestuoso aparato pilotado por Sully acaba de despegar del
aeropuerto de La Guardia de Nueva York teniendo como destino el de Charlotte en
Carolina del Norte. Tras la hazaña de Sully, el suceso copó las portadas de
todos los periódicos e informativos del planeta. De modo que el hecho,
reconozcámoslo, contiene todos los ingredientes para captar el interés
cinematográfico dentro de la épica de esos héroes anónimos que tanto gustan al
pueblo estadounidense. El problema es que, a diferencia del logro conseguido
por Robert Zemeckis con El vuelo (2012), magnífico film con
el que guarda muchas similitudes pero en el que sí estaba muy conseguida la
azarosa y desgarradora progresión dramática del héroe caído, Sully
no logra emocionarme ni en el proceso de reconstrucción de la hazaña ni en la
posterior investigación a la que tendrá que hacer frente Sully para dilucidar
si su decisión fue la correcta o, como otros creen, fue un error que puso en
peligro la vida de los pasajeros y la tripulación.
Sully es un film excesivamente
academicista, formulario y desprovisto de emoción, una narración lineal y sin garra
que sólo mantiene un mínimo interés debido a la buena labor de los intérpretes,
pues ni siquiera las conclusiones a las que llega la comisión de investigación del
suceso suponen una sorpresa para nadie. Lo milagroso no es que Sully lograra
aterrizar el avión sobre el río Hudson sin que se produjera ninguna víctima, lo
realmente increíble es que Eastwood haya necesitado 95 minutos partiendo de una
premisa tan limitada sobre un hecho que duró varios minutos, de ahí las escenas
intrascendentes de relleno (Sully, haciendo running, conversando por teléfono
con su mujer o confesándose con su copiloto, buen trabajo también de Eckart) y
con el héroe enfrentado a la lupa de la administración y la terrible
burocracia.
Una vez más el cine hollywoodiense rinde
tributo al buen americano, al hombre sensato, al valor decisivo del factor
humano ante cualquier contingencia. Y para esto nadie mejor que Tom Hanks (en la línea de meta para
conseguir otro Oscar), el hombre bueno contra el sistema que lo primero que
hace es preocuparse por el estado de salud de los 155 pasajeros y al que los
buitres de las aseguradoras y la aerolínea le quieren endosar las pérdidas
económicas del desaguisado. Sully está muy lejos de las mejores
películas del Clint Eastwood director, el guión es un encefalograma plano, ni
los momentos de mayor tormento del protagonista están rodados con énfasis para
que se haga latente su dolor, confusión y abatimiento. No sería justo comparar
el clímax final de la citada y excelente El
vuelo (con la confesión redentora y purificadora del piloto encarnado
magistralmente por Denzel Washington), con la simpleza resolutiva de Sully, clausurada por Eastwood como quien finiquita de manera mecánica un expediente. Un film insustancial, y por lo tanto,
fácilmente prescindible.
Bueno, todavía no la he visto, pero lo cierto es que Clint Eastwood lleva ya tiempo decepcionándome.
ResponderEliminarUn abrazo.
Lo volverá a hacer.
ResponderEliminarUn abrazo.