LA CHICA DEL TREN ê
El director norteamericano Tate Taylor se dio a conocer entre el gran público con un drama sureño sobre el racismo ambientado en los años 60 titulado Criadas y señoras (2011), una cinta que incluye un maravilloso elenco femenino. En el año 2014 estrenó el biopic I Feel Good: La historia de James Brown, sobre la trayectoria musical y vital del padrino del soul. Para el año 2018 tiene previsto el estreno de Joyland, adaptación de la novela de Stephen King que sitúa su acción en un parque de atracciones de Carolina del Norte en la década de los 70.
Taylor parte de
un flojo guión de Erin Cressida para trasladar a la pantalla grande el best
seller escrito por Paula Hawkins que nos narra la historia de Rachel (Emily Blunt) una mujer desolada
por su reciente divorcio que mata el tiempo fantaseando con la vida de una
pareja aparentemente perfecta que observa desde el tren en el trayecto hacia su
trabajo. Pero una mañana es testigo de un suceso que le rompe los esquemas y la
lleva a involucrarse de manera peligrosa en un misterio con muchas aristas.
Aburrido telefilm de sobremesa para un domingo lluvioso y aun así siempre habrá opciones más interesantes en la cartelera. El material literario que sirve de fuente ya es de por sí un pestiño de difícil digestión, pero su traslación a la pantalla grande sólo puede calificarse de absurda y bochornosa, material de desecho que esconde una vulgar intriga protagonizada por personajes estereotipados y una insoportable arritmia narrativa.
Los clichés crecen en la función
como setas: una ex alcohólica divorciada en vías de rehabilitarse, una abnegada
madre cornuda, un tipo que se folla todo lo que se mueve, un embarazo no
deseado por una de las partes que tendrá trágicas consecuencias y otro cornudo
que, como siempre, no se entera de nada… pero algunas cosas no son lo que
parecen y asistimos al desarrollo de un culebrón que trata inútilmente de
mantener cierta tensión sexual y se pierde en una intriga criminal (la
desaparición de uno de los personajes) que se antoja predecible.
Más allá de las
exquisitas localizaciones (lo único salvable de la función junto con la belleza
salvaje de Haley Bennett), Taylor juega con los diferentes puntos de vistas y
saltos temporales a través de una serie de flash backs muy desorganizados que
confieren confusión a un relato que tiene su nudo en las conexiones y
relaciones interpersonales de unos personajes a los que nunca se dota de la suficiente
profundidad psicológica, contornos resueltos con pinceladas sobre sus celos,
envidias, desengaños y obsesiones que nos ofrecen perfiles muy difuminados. Una
lástima puesto que el film cuenta con un magnífico reparto femenino. La chica
del tren no pasa de ser un folletín sobre personajes atormentados, un
melodrama en donde la pulsión dramática y la angustia existencial de los
protagonistas, derivadas de sus tragedias íntimas (el desprecio sentimental, la
muerte de un bebé por negligencia de la madre, infidelidades, divorcios
traumáticos…) resultan tan impostadas en su teatralidad como vanas en sus
pretensiones de conmover al respetable.
Pues eso, para pasar una tarde de domingo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí, pero la peli es flojita; no funciona en su vertiente dramática ni en el previsible clímax del misterio.
ResponderEliminarUn abrazo.