Ejemplo de la decadencia de la comedia española
“CUERPO DE ÉLITE” ★
(Joaquín Mazón, 2016)
Del mismo modo
que es justo señalar que el thriller español pasa por un momento dulce y ha
aportado una serie de títulos potentes en los últimos años (La
isla mínima, El Niño, Cien años de perdón, El
desconocido) también se hace necesario subrayar que la comedia española
está atravesando la peor época de su historia, y Cuerpo de élite sólo es
la confirmación de esa triste decadencia. La trama gira en torno a la creación
de un Cuerpo de Élite Autonómico, una agencia creada por el ministro del
interior Boyero (Carlos Areces) que
es tan secreta que nadie sabe de su existencia. Tras morir durante una
operación el anterior equipo, se recluta a otro formado por el agente de movilidad madrileño Santi (Miki Esparbé), el mosso d´esquadra catalán Pep (Jordi Sánchez), el ertzaina vasco Gorka (Andoni Agirregomezkorta), la guardia civil andaluza Lola (María León) y el legionario ecuatoriano de Cuenca Byron (Juan
Carlos Aduviri). Ellos son los elegidos para abortar un ataque terrorista que tiene
en su poder la famosa bomba nuclear perdida en la playa de Palomares (Almería)
en 1966, que se desprendió de un bombardero estadounidense. Superando sus
diferencias, el equipo luchará contra el reloj para salvar el país.
Subida a la
estela dejada por la supertaquillera 8 apellidos vascos y su secuela, Joaquín Mazón nos presenta Cuerpo
de élite, un pestiño aún más rancio e indigesto que repite los mismos
tópicos y clichés no para intentar realizar una comedia decente sino con el
objetivo único de asaltar la taquilla y dar gato por liebre, a ello se ha
puesto ya Atresmedia con una fiebre propagandística inusitada. El caso es que a mí me gusta la vis cómica
de María León y el resto del reparto hace lo que puede con un guión
zarrapastroso rebosante de gags trilladísimos
y escenas de acción rodadas de forma chapucera. Mazón lo fía todo a las
típicas diferencias culturales, usos y costumbres de las distintas comunidades
autónomas e intenta transgredir lo políticamente correcto con algunos chistes
sobre el terrorismo etarra en uno de los segmentos más bochornosos de la
función. De la pléyade de personajes obtusos forman parte también un
gallego parlanchín, una funcionaria murciana con problemas de dicción para
completar un retrato movido de familia ibérica al que pone la guinda un
ecuatoriano de Cuenca de exaltado patriotismo. En fin, un desastre sin
paliativos pergeñado sin chispa ni inteligencia y que no aporta nada al género.
No sé si el personaje del ministro Boyero es una referencia al crítico de los críticos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues también lo pensé yo, Ricard, en el mismo momento que saltó su nombre en la pantalla. Por cierto, lo bueno que tiene Carlos Boyero, con quien también comparto muchas opiniones, es que va por libre como tú y yo y no se casa con nadie aunque eso le haga ser muy odiado en esos círculos que se creen intocables en la cinematografía patria. Y es que los hay por ahí que venden sus criterios por un plato de lentejas agusanadas.
ResponderEliminarUn abrazo.