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miércoles, 2 de marzo de 2016

"TENEMOS QUE HABLAR"

Otra comedia para el olvido
TENEMOS QUE HABLAR ê 
(David Serrano, 2016)


      Si algo me molesta del cine español es su tradición de realizar comedias insustanciales como churros. Me molesta e incluso puede resultar contraproducente para los intereses de la industria, ya que además de no aportar nada a la historia de nuestra cinematografía (y menos que ninguna cosa, prestigio) es fácil adivinar que el botín en taquilla será exiguo. La película narra la historia de Nuria (Michelle Jenner) que lo tiene todo para ser feliz incluido un novio perfecto con el que se va a casar, pero le falta una cosa: los papeles del divorcio. En cambio, su marido, Jorge (Hugo Silva) no tiene donde caerse muerto y está sin pareja. Ella consiguió superar la situación, él sigue traumatizado porque durante la crisis convenció a los padres de Nuria (Verónica Forqué y Óscar Ladoire) para que invirtieran en preferentes, lo que les llevó a la ruina.  Nuria no quiere hundir más a Jorge, y le hace creer que ella también está mal, pero que sus padres están mejor que nunca. Se trata de verle fuerte para pedirle los papeles del divorcio.

                                                                       
     No sé qué se puede sustanciar de este plano vodevil que ni siquiera me ha hecho esbozar media sonrisa, y eso que el comienzo prometía con ese intento de ácida crítica sobre la corrupción sistemática en nuestro país y los mezquinos métodos de enriquecimiento utilizados por los chorizos de cuello blanco en los últimos tiempos, esos nuevos pícaros a los que la leyenda y el romancero patrio siempre ha tratado como una simpatía estúpida y David Serrano también dibuja con una amabilidad desconcertante. Así, todo empieza con una pequeña mentira que se va convirtiendo en una bola de nieve rodando por un despeñadero pero que no llega a aplastar a nadie porque finalmente el amor triunfa brindándonos una nueva victoria. Sólo Forqué y Ladoire  se elevan por encima de un reparto a la altura de la planicie del relato, que a ratos parece el episodio piloto de una serie televisiva, aunque Serrano con cuatro largometrajes estrenados debería saber que el cine y su público exigen otra cosa. A la función le falta frescura, espontaneidad para hacer creíble ese mensaje de las falsas apariencias que como un disfraz mucha gente ha utilizado para no hacer demasiado visible la vergüenza de su ruina. Tenemos que hablar es una fallida comedia de enredos, las caricaturas de personajes estereotipados de nuestro momento actual son reconocibles pero tan estériles como grotescas, y los ecos a Descalzos por el parque (Gene Saks, 1967) sólo una broma de mal gusto.


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