Páginas

jueves, 22 de octubre de 2015

TERRITORIO MELVILLE: SU MÁS GRANDE OBRA MAESTRA

EL SILENCIO DE UN HOMBRE
(LE SAMURAÏ)
Policíaco/Thriller/Polar- Francia/Italia, 1967 - 95 Minutos.
DIRECTOR: JEAN-PIERRE MELVILLE.
INTÉRPRETES: ALAIN DELON, NATHALIE DELON, CATHY ROSIER, FRANÇOIS PERIER.


    
     Jean-Pierre Melville (París, 1917 - París, 1973) fue una figura relevante del cine francés de la posguerra. Nacido Jean-Pierre Grumbach, toma el seudónimo de su escritor favorito Herman Melville. Tras combatir en la segunda gran guerra en las filas de la resistencia, a mediados de los cuarenta regresa a París y crea su propia productora. En el año 1947 debuta con el film Le silence de la mer, un drama sobre los terribles avatares de la ocupación alemana. Especializado en cine policíaco a partir de los años sesenta -género en el que ya había demostrado su buen pulso en las peculiares Bob le flambeur (1965) y Deux hommes dans Manhattan (1958)- es recuperado por los jóvenes de la Nouvelle Vague, que le convierten en uno de los referentes teóricos del movimiento. Además de los ya citados, entre los títulos más destacados de su filmografía podemos citar: El confidente (1962), Hasta el último momento (1965), El ejército de las sombras (1969), Círculo rojo (1970), Crónica negra (1972).
   

       Sinopsis: Jef Costello (Alain Delon) es un asesino a sueldo contratado para matar al dueño de un club nocturno, una vez cumplido el trabajo es visto al salir por Valérie (Cathy Rosier) la pianista del club, que más tarde se niega a reconocerle ante la policía. El asesino ha construido bien su coartada, la policía le deja en libertad, pero el inspector encargado de la investigación (François Perier) no se da por vencido. Coescrita por el propio Melville y George Pelegrin, El silencio de un hombre es con mucho la mejor película de su director y una de las muestras más bellas y paradigmáticas del conocido cine polar (atractiva y afrancesada mutación del cine negro clásico americano). Dispuesta con un tratamiento de tragedia griega, en ella concurren todas las características que va a hacer famosa la particular marca de su autor: un estilo un tanto amanerado y quisquilloso basado en la épica de la acción, debilidad por los personajes románticos, carentes de prejuicios y solitarios que vigilan continuamente sus espaldas y que se mueven con sus gabardinas y sombreros por la semioscuridad.


      Un estilo descriptivo y minucioso al que la perfecta fotografía en eastmancolor de Henri Decae hace brillar, consiguiendo planos inolvidables que han pasado a formar parte de nuestra insustituible memoria cinematográfica. De una historia con apariencia de thriller rutinario, el director de El confidente consigue una obra maestra, objetivo al que ayuda el excelente dibujo de killer silencioso que con tanta sobriedad recrea Alain Delon, a quien afectó tanto el papel que acabó encasillándose en personajes semejantes. 


      El silencio de Jef Costello nace del dolor íntimo del samurai, todas las acciones, hasta las más insignificantes, las desarrolla siguiendo las reglas de un meticuloso ritual, su descanso lo emplea para meditar sobre la trascendencia de una muerte que se avecina, tan cercana como su soledad, tan profunda como el suicidio. El hombre recluido, algo tan oriental -de ahí su título original- viviendo con la única compañía de un canario que le aporta calma con su monótono piar, lo que le sirve a Melville para mostrar/simbolizar la poca confianza que tenemos en nuestra especie y la inabarcable soledad que rodea al ser humano.


2 comentarios:

  1. Como reza el prólogo de esta joya: "La soledad del samurai sólo es comparable a la del tigre en la jungla".

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Pues sí, amigo Ricard, cine de una pureza extasiante, un film bellísimo en donde cada plano es una postal de tono melancólico que exige la Gloria para ese antihéroe asceta al que da oxígeno de manera superlativa un afligido Alain Delon.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar