EL
SILENCIO DE UN HOMBRE
(LE SAMURAÏ)
Policíaco/Thriller/Polar- Francia/Italia, 1967 - 95 Minutos.
DIRECTOR: JEAN-PIERRE MELVILLE.
INTÉRPRETES: ALAIN DELON, NATHALIE DELON, CATHY ROSIER, FRANÇOIS PERIER.
Jean-Pierre Melville (París, 1917 -
París, 1973) fue una figura relevante del cine francés de la posguerra. Nacido
Jean-Pierre Grumbach, toma el seudónimo de su escritor favorito Herman
Melville. Tras combatir en la segunda gran guerra en las filas de la
resistencia, a mediados de los cuarenta regresa a París y crea su propia
productora. En el año 1947 debuta con el film Le silence de la mer, un drama sobre los terribles avatares
de la ocupación alemana. Especializado en cine policíaco a partir de los años
sesenta -género en el que ya había demostrado su buen pulso en las peculiares
Bob le flambeur (1965) y Deux hommes dans Manhattan (1958)- es
recuperado por los jóvenes de la Nouvelle
Vague, que le convierten en uno de los referentes teóricos del
movimiento. Además de los ya citados, entre los títulos más destacados de su
filmografía podemos citar: El
confidente (1962), Hasta el último momento (1965), El
ejército de las sombras (1969), Círculo
rojo (1970), Crónica negra
(1972).
Sinopsis: Jef Costello (Alain Delon) es un asesino a sueldo contratado para
matar al dueño de un club nocturno, una vez cumplido el trabajo es visto al
salir por Valérie (Cathy Rosier) la
pianista del club, que más tarde se niega a reconocerle ante la policía. El
asesino ha construido bien su coartada, la policía le deja en libertad, pero el
inspector encargado de la investigación (François Perier) no se da por vencido.
Coescrita por el propio Melville y George Pelegrin, El silencio de un hombre es con mucho la mejor
película de su director y una de las muestras más bellas y paradigmáticas del
conocido cine polar
(atractiva y afrancesada mutación del cine negro clásico americano). Dispuesta
con un tratamiento de tragedia griega, en ella concurren todas las
características que va a hacer famosa la particular marca de su autor: un
estilo un tanto amanerado y quisquilloso basado en la épica de la acción,
debilidad por los personajes románticos, carentes de prejuicios y solitarios
que vigilan continuamente sus espaldas y que se mueven con sus gabardinas y sombreros
por la semioscuridad.
Un
estilo descriptivo y minucioso al que la perfecta fotografía en eastmancolor de
Henri Decae hace brillar, consiguiendo planos inolvidables que han pasado a
formar parte de nuestra insustituible memoria cinematográfica. De una historia
con apariencia de thriller rutinario, el director de El confidente consigue
una obra maestra, objetivo al que ayuda el excelente dibujo de killer
silencioso que con tanta sobriedad recrea Alain Delon, a quien afectó tanto el
papel que acabó encasillándose en personajes semejantes.
El silencio de Jef
Costello nace del dolor íntimo del samurai, todas las acciones, hasta las más
insignificantes, las desarrolla siguiendo las reglas de un meticuloso ritual,
su descanso lo emplea para meditar sobre la trascendencia de una muerte que se
avecina, tan cercana como su soledad, tan profunda como el suicidio. El hombre
recluido, algo tan oriental -de ahí su título original- viviendo con la única
compañía de un canario que le aporta calma con su monótono piar, lo que le
sirve a Melville para mostrar/simbolizar la poca confianza que tenemos en
nuestra especie y la inabarcable soledad que rodea al ser humano.
Como reza el prólogo de esta joya: "La soledad del samurai sólo es comparable a la del tigre en la jungla".
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues sí, amigo Ricard, cine de una pureza extasiante, un film bellísimo en donde cada plano es una postal de tono melancólico que exige la Gloria para ese antihéroe asceta al que da oxígeno de manera superlativa un afligido Alain Delon.
ResponderEliminarUn abrazo.