La cutrez como estigma
MI GRAN NOCHE ê
DIRECTOR: ÁLEX DE
LA IGLESIA.
INTÉRPRETES: PEPÓN
NIETO, BLANCA SUÁREZ, RAPHAEL, TERELE PÁVEZ, CARLOS ARECES, JAIME ORDÓÑEZ, HUGO
SILVA, CAROLINA BANG.
GÉNERO: COMEDIA /
ESPAÑA / 2015 DURACIÓN: 100 MINUTOS.
Nadie le puede
quitar a Álex de la Iglesia el honor
de ser el firmante de una de las mejores películas españolas de la historia, El
día de la bestia (1995), film que fusiona magistralmente géneros como
la comedia y el fantástico en una simbiosis perfecta que se dio en llamar
comedia satánica. El gran problema de De la Iglesia es su gran irregularidad,
pues no volvió a crear nada potente hasta La comunidad (2000) una comedia
feroz y surrealista pergeñada bajo la influencia de la magnífica El
quimérico inquilino de Polanski. Pues, aunque Los crímenes de Oxford
(2008), un film de intriga excesivamente frío, calculado y academicista, se
deja ver, y Balada triste de trompeta (2010) contaba con gags muy eficaces
dentro de su disparatado frikismo, no es hasta Las brujas de Zugarramurdi
(2013) que logra conectar con sensaciones perdidas en su cine, y aunque queda
muy lejos de sus dos mejores películas, es una comedia disfrutable y anárquica
a la que penaliza su explosivo y desquiciado clímax final, algo consustancial
en la obra del director
Veamos: José (Pepón Nieto) que está en paro, es
contratado a última hora como figurante para el show especial de Nochevieja que
se está grabando en unos estudios de las afueras de Madrid. Allí, en pleno mes
de octubre, se encuentran encerradas cientos de personas que hacen ver que
disfrutan fingiendo risas y aplausos. Alphonso
(Raphael) la veterana y carismática estrella de la canción, intenta por todos
los medios que el espectáculo sea el más visto en la Nochevieja, y Adanne (Mario Casas) es un joven y
atractivo cantante latino que está siendo extorsionado por unas fans. Además,
existe un odio creciente entre los presentadores de la gala (Hugo Silva y
Carolina Bang) que compiten por atraer la atención de un productor que lucha
por impedir que la cadena se vaya a pique. Mientras ríen y aplauden, nadie
espera que la vida de Alphonso corra peligro.
Deseo,
sinceramente, que el recorrido comercial de esta película resulte excelente
porque siempre será una buena noticia para el cine español y porque quien
arriesga la pasta es Enrique Cerezo, el presidente de mi querido Atleti. En su vertiente artística, Mi gran noche no pasa de ser un
intrascendente y caótico homenaje al desfase de la Nochevieja, fecha en donde
todo el mundo y seguramente sin nada que lo justifique, sufre un subidón de
adrenalina, felicidad y buenrollismo hasta verse estimulados para hacer las más
ridículas payasadas. Pasotes y empachos que se convierten en la foto movida de
lo que realmente somos: un pueblo triste y acomplejado que necesita, como el
yonki la heroína, cualquier excusa para desmadrarnos y mostrar de manera
impostada nuestra alegría y ansias de vivir, desnudando así la mera
figuración de nuestras vidas, el esperpento como ilusión, la cutrez como
estigma popular, como rito hortera que centrifuga las más mohosas envidias y
enconados odios. La telebasura, con su orla de semen y sangre que actúa como
santuario de chonis y reflejo de nuestro nivel intelectual y patético estado de
ánimo. Mi gran noche es un
espectáculo coral vitriólico y cañí rebosante de los iconos patrios que tanto
le gusta mostrar a su director, de ídolos como Alphonso/Raphael, el artista
incombustible y de dentadura incorruptible convertido en un villano
autoparódico y enredado en una trama floja y delirante que explora su reverso
oscuro.
Mi
gran noche es poca cosa, otro circo montado por el director
bilbaíno para su disfrute personal -y el de sus colegas- rindiendo culto a sus
mitos en una montaña rusa que produce un mareo importante, con una saturación
indigesta de subtramas y personajes histriónicos reconocibles –supongo- para
los que comparten con la caja tonta su soledad. Y uno tiene la impresión de que
la descontrolada parodia acaba fagocitada por el objeto parodiado dejando una
sensación chusca para alguien a quien le resulta extraño todo ese universo
televisivo, como es mi caso. Así, he de reconocer que la película me ha hecho
poca gracia a pesar de la absurda incontinencia de la acción y de chistes cuya
principal virtud no es la sutil sagacidad. Estamos ante una especie de broma
pergeñada entre colegas donde reina el artificio y la aparatosidad sin apenas
momentos de calma o contención. Y si la mesura
no es una de las grandes virtudes del director vasco, la apoteosis llega
siempre con el clímax final, la guinda del pastel, un desenlace absolutamente
dislocado, un desparrame para degustadores del quilombo grotesco, el todo vale
y cuanto más mejor. ¡Pasen y vean! Nunca una barrabasada sobre el tan siniestro
como fútil espectáculo televisivo ha resultado tan hiperbólica y estridente, y
es que una cosa es mostrar las tripas de la grabación televisiva de una gala de
Nochevieja, y otra saborear sus heces.
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