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domingo, 25 de octubre de 2015

CRÍTICA: "MI GRAN NOCHE"

La cutrez como estigma
MI GRAN NOCHE ê
DIRECTOR: ÁLEX DE LA IGLESIA.
INTÉRPRETES: PEPÓN NIETO, BLANCA SUÁREZ, RAPHAEL, TERELE PÁVEZ, CARLOS ARECES, JAIME ORDÓÑEZ, HUGO SILVA, CAROLINA BANG.
GÉNERO: COMEDIA / ESPAÑA / 2015  DURACIÓN: 100 MINUTOS.   
      
  
      Nadie le puede quitar a Álex de la Iglesia el honor de ser el firmante de una de las mejores películas españolas de la historia, El día de la bestia (1995), film que fusiona magistralmente géneros como la comedia y el fantástico en una simbiosis perfecta que se dio en llamar comedia satánica. El gran problema de De la Iglesia es su gran irregularidad, pues no volvió a crear nada potente hasta La comunidad (2000) una comedia feroz y surrealista pergeñada bajo la influencia de la magnífica El quimérico inquilino de Polanski. Pues, aunque Los crímenes de Oxford (2008), un film de intriga excesivamente frío, calculado y academicista, se deja ver, y Balada triste de trompeta (2010) contaba con gags muy eficaces dentro de su disparatado frikismo, no es hasta Las brujas de Zugarramurdi (2013) que logra conectar con sensaciones perdidas en su cine, y aunque queda muy lejos de sus dos mejores películas, es una comedia disfrutable y anárquica a la que penaliza su explosivo y desquiciado clímax final, algo consustancial en la obra del director


       Veamos: José (Pepón Nieto) que está en paro, es contratado a última hora como figurante para el show especial de Nochevieja que se está grabando en unos estudios de las afueras de Madrid. Allí, en pleno mes de octubre, se encuentran encerradas cientos de personas que hacen ver que disfrutan fingiendo risas y aplausos. Alphonso (Raphael) la veterana y carismática estrella de la canción, intenta por todos los medios que el espectáculo sea el más visto en la Nochevieja, y Adanne (Mario Casas) es un joven y atractivo cantante latino que está siendo extorsionado por unas fans. Además, existe un odio creciente entre los presentadores de la gala (Hugo Silva y Carolina Bang) que compiten por atraer la atención de un productor que lucha por impedir que la cadena se vaya a pique. Mientras ríen y aplauden, nadie espera que la vida de Alphonso corra peligro.
     

      
      Deseo, sinceramente, que el recorrido comercial de esta película resulte excelente porque siempre será una buena noticia para el cine español y porque quien arriesga la pasta es Enrique Cerezo, el presidente de mi querido Atleti. En su vertiente artística, Mi gran noche no pasa de ser un intrascendente y caótico homenaje al desfase de la Nochevieja, fecha en donde todo el mundo y seguramente sin nada que lo justifique, sufre un subidón de adrenalina, felicidad y buenrollismo hasta verse estimulados para hacer las más ridículas payasadas. Pasotes y empachos que se convierten en la foto movida de lo que realmente somos: un pueblo triste y acomplejado que necesita, como el yonki la heroína, cualquier excusa para desmadrarnos y mostrar de manera impostada nuestra alegría y ansias de vivir, desnudando así la mera figuración de nuestras vidas, el esperpento como ilusión, la cutrez como estigma popular, como rito hortera que centrifuga las más mohosas envidias y enconados odios. La telebasura, con su orla de semen y sangre que actúa como santuario de chonis y reflejo de nuestro nivel intelectual y patético estado de ánimo.  Mi gran noche es un espectáculo coral vitriólico y cañí rebosante de los iconos patrios que tanto le gusta mostrar a su director, de ídolos como Alphonso/Raphael, el artista incombustible y de dentadura incorruptible convertido en un villano autoparódico y enredado en una trama floja y delirante que explora su reverso oscuro.   


      Mi gran noche es poca cosa, otro circo montado por el director bilbaíno para su disfrute personal -y el de sus colegas- rindiendo culto a sus mitos en una montaña rusa que produce un mareo importante, con una saturación indigesta de subtramas y personajes histriónicos reconocibles –supongo- para los que comparten con la caja tonta su soledad. Y uno tiene la impresión de que la descontrolada parodia acaba fagocitada por el objeto parodiado dejando una sensación chusca para alguien a quien le resulta extraño todo ese universo televisivo, como es mi caso. Así, he de reconocer que la película me ha hecho poca gracia a pesar de la absurda incontinencia de la acción y de chistes cuya principal virtud no es la sutil sagacidad. Estamos ante una especie de broma pergeñada entre colegas donde reina el artificio y la aparatosidad sin apenas momentos de calma o contención. Y si la mesura no es una de las grandes virtudes del director vasco, la apoteosis llega siempre con el clímax final, la guinda del pastel, un desenlace absolutamente dislocado, un desparrame para degustadores del quilombo grotesco, el todo vale y cuanto más mejor. ¡Pasen y vean! Nunca una barrabasada sobre el tan siniestro como fútil espectáculo televisivo ha resultado tan hiperbólica y estridente, y es que una cosa es mostrar las tripas de la grabación televisiva de una gala de Nochevieja, y otra saborear sus heces. 
     


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