La primera gran sorpresa del año
KINGSMAN: SERVICIO SECRETO êêêê
DIRECTOR: MATTHEW
VAUGHN.
INTÉRPRETES:
COLIN FIRTH, TARON EGERTON, SAMUEL. L. JACKSON, MICHAEL CAINE, MARK STRONG, MARK HAMILL.
GÉNERO: ACCIÓN /
REINO UNIDO / 2015 DURACIÓN: 129 MINUTOS.
Basada en el
cómic Kingsman: The secret service
creado por Mark Millar y Dave Gibbons publicado en España en un solo tomo por
Panini y en el que también participó el director de la cinta Matthew Vaughn, una novela gráfica que
tiene una trama muy similar a la película: un conflictivo chico de la calle se
encuentra con la oportunidad de unirse a los servicios secretos británicos
protegido por un veterano superespía en lo que podemos considerar una parodia
fresca y gamberra de las películas clásicas de James Bond de los años 60 y 70.
Vaughn, que debutó en el año 2004 con el infravalorado y estupendo thriller Layer
Cake, un film de tono ritchieano protagonizado por Daniel Craig y Tom
Hardy, se está labrando una interesante carrera que incluye la aventura
fantástica Stardust (2007), la magnífica adaptación del cómic Kick-Ass:
Listo para matar (2010) y la revitalizadora X-Men: Primera Generación
(2011), enérgica entrega de una franquicia que andaba muy decaída.
Un veterano
agente secreto inglés, Harry Hart/Galahad
(Colin Firth) debe entrenar a su joven, alocado e indomable sobrino, Gary “Eggsy” Unwin (Taron Egerton), un
delincuente adolescente que se mueve por los barrios bajos de Londres y que
verá cómo su vida da un giro de 180 grados cuando su tío le pase el testigo de
la agencia de espionaje en la que trabaja. De delincuente pasará, casi
inexplicablemente, a encontrarse en la lista de espías más importantes del país, protegiendo las
calles que antes utilizaba sólo en beneficio propio.
Sorprendente. La
novela gráfica ya es en sí una maravilla, con ese trazo limpio del excelente
dibujante Dave Gibbons y una narrativa fluida y absorbente, pero es que la
película es una exquisitez sólo apta para experimentados gourmets y… vale, por
qué no, también para todos aquellos espectadores que busquen entretenimiento de
alta calidad sin tener que recurrir a indigestos refritos en donde se mezclan
de forma burda los ingredientes. Kingsman: Servicio Secreto tiene entidad
propia en los momentos en que su tono paródico le sirve a Vaughn como
autohomenaje y para rendir culto a las viejas películas de espías del
legendario agente 007, todo ello rehogado con un humor negrísimo que a veces
roza la inconsciencia y diseñando unas escenas de acción rodadas con total
desvergüenza y una dosis de violencia inusitada jamás vista en este tipo de
artefactos. Claro que la película hace uso de todo tipo de tópicos y
clichés (el reclutamiento y entretenimiento del espía con un pasado turbulento,
los impenitentes gadgets, sicarios letales como esa matona con cuchillas en
lugar de piernas y un villano megalómano con guarida secreta encarnado con
gracia por Samuel L. Jackson), pero la pareja formada por el veterano agente
Colin Firth y el joven aspirante Taron Egerton derrochan un química colosal,
dos personajes antitéticos que se compenetran a la perfección y que enfrentan
la flema y elegancia británica con el descaro, la obscenidad y la chulería del chico
de barrio. Como apuntamos, dando réplica nos encontramos con un hilarante
Samuel L. Jackson embutido en un traje nerd rapero con un peculiar ceceo al
hablar y un Michael Caine como reflejo de M.
Si desde las
primeras secuencias el film te clava en la butaca por su dinamismo, una
inteligente línea de diálogos y la fuerza interpretativa de la pareja
protagonista, al espectador no le quedará más remedio que abrocharse el
cinturón en previsión de lo que queda por venir en el segundo tramo de la cinta;
Matthew Vaughn despliega toda su pericia
y virtuosismo sin dejarse acomodar en la evocación nostálgica de aquel añorado
universo exótico por donde transitaba James Bond. Por el contrario, el cineasta
británico sube a toda la platea a lomos de un caballo desbocado en una de las escenas
de acción más trepidantes, brutales y salvajes que hemos disfrutado en años en
una pantalla de cine. Nos referimos, claro está, a la secuencia de la iglesia
de Kentucky, un prodigioso plano secuencia convertido en una orgía sangrienta,
un ejemplo de habilidad técnica, creatividad, planificación y pulso
electrizante, un chute de adrenalina, la lírica y coreografía de la
ultraviolencia componiendo una sinfonía de locura, colorido y muerte. Pocas
veces la fusión de cine y cómic ha mostrado ejemplos tan sublimes partiendo de
una idea tan simple como el adiestramiento y proceso de iniciación de un espía
al estilo de un insolente y zafio 007 antes de su primera misión que, de paso,
Vaughn aprovecha para pegarle unas patadas en las pelotas al estblishment, los
fundamentalistas religiosos y las rancias corrientes conservadoras, lobbys que
seguro tildarán a la película de desarrollar una violencia gratuita y poniendo énfasis
en su insoportable grosería (sobre todo cuando casi al final se encuentren con
ese plano pasadísimo de rosca que no me apetece desvelar). Kingsman: Servicio Secreto se impone como una película de culto
instantánea, un entretenimiento de primer nivel rodado con muy mala baba y no
apto para espectadores gazmoños.
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