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domingo, 1 de marzo de 2015

CRÍTICA: "KINGSMAN: SERVICIO SECRETO"

La primera gran sorpresa del año
KINGSMAN: SERVICIO SECRETO êêêê
DIRECTOR: MATTHEW VAUGHN.
INTÉRPRETES: COLIN FIRTH, TARON EGERTON, SAMUEL. L. JACKSON, MICHAEL CAINE, MARK STRONG, MARK HAMILL.
GÉNERO: ACCIÓN / REINO UNIDO / 2015  DURACIÓN: 129 MINUTOS.   
       
     
     Basada en el cómic Kingsman: The secret service creado por Mark Millar y Dave Gibbons publicado en España en un solo tomo por Panini y en el que también participó el director de la cinta Matthew Vaughn, una novela gráfica que tiene una trama muy similar a la película: un conflictivo chico de la calle se encuentra con la oportunidad de unirse a los servicios secretos británicos protegido por un veterano superespía en lo que podemos considerar una parodia fresca y gamberra de las películas clásicas de James Bond de los años 60 y 70. Vaughn, que debutó en el año 2004 con el infravalorado y estupendo thriller Layer Cake, un film de tono ritchieano protagonizado por Daniel Craig y Tom Hardy, se está labrando una interesante carrera que incluye la aventura fantástica Stardust (2007), la magnífica adaptación del cómic Kick-Ass: Listo para matar (2010) y la revitalizadora X-Men: Primera Generación (2011), enérgica entrega de una franquicia que andaba muy decaída.
     

        Un veterano agente secreto inglés, Harry Hart/Galahad (Colin Firth) debe entrenar a su joven, alocado e indomable sobrino, Gary “Eggsy” Unwin (Taron Egerton), un delincuente adolescente que se mueve por los barrios bajos de Londres y que verá cómo su vida da un giro de 180 grados cuando su tío le pase el testigo de la agencia de espionaje en la que trabaja. De delincuente pasará, casi inexplicablemente, a encontrarse en la lista de espías  más importantes del país, protegiendo las calles que antes utilizaba sólo en beneficio propio.


       Sorprendente. La novela gráfica ya es en sí una maravilla, con ese trazo limpio del excelente dibujante Dave Gibbons y una narrativa fluida y absorbente, pero es que la película es una exquisitez sólo apta para experimentados gourmets y… vale, por qué no, también para todos aquellos espectadores que busquen entretenimiento de alta calidad sin tener que recurrir a indigestos refritos en donde se mezclan de forma burda los ingredientes. Kingsman: Servicio Secreto tiene entidad propia en los momentos en que su tono paródico le sirve a Vaughn como autohomenaje y para rendir culto a las viejas películas de espías del legendario agente 007, todo ello rehogado con un humor negrísimo que a veces roza la inconsciencia y diseñando unas escenas de acción rodadas con total desvergüenza y una dosis de violencia inusitada jamás vista en este tipo de artefactos. Claro que la película hace uso de todo tipo de tópicos y clichés (el reclutamiento y entretenimiento del espía con un pasado turbulento, los impenitentes gadgets, sicarios letales como esa matona con cuchillas en lugar de piernas y un villano megalómano con guarida secreta encarnado con gracia por Samuel L. Jackson), pero la pareja formada por el veterano agente Colin Firth y el joven aspirante Taron Egerton derrochan un química colosal, dos personajes antitéticos que se compenetran a la perfección y que enfrentan la flema y elegancia británica con el descaro, la obscenidad y la chulería del chico de barrio. Como apuntamos, dando réplica nos encontramos con un hilarante Samuel L. Jackson embutido en un traje nerd rapero con un peculiar ceceo al hablar y un Michael Caine como reflejo de M.


      Si desde las primeras secuencias el film te clava en la butaca por su dinamismo, una inteligente línea de diálogos y la fuerza interpretativa de la pareja protagonista, al espectador no le quedará más remedio que abrocharse el cinturón en previsión de lo que queda por venir en el segundo tramo de la cinta; Matthew Vaughn despliega toda su pericia y virtuosismo sin dejarse acomodar en la evocación nostálgica de aquel añorado universo exótico por donde transitaba James Bond. Por el contrario, el cineasta británico sube a toda la platea a lomos de un caballo desbocado en una de las escenas de acción más trepidantes, brutales y salvajes que hemos disfrutado en años en una pantalla de cine. Nos referimos, claro está, a la secuencia de la iglesia de Kentucky, un prodigioso plano secuencia convertido en una orgía sangrienta, un ejemplo de habilidad técnica, creatividad, planificación y pulso electrizante, un chute de adrenalina, la lírica y coreografía de la ultraviolencia componiendo una sinfonía de locura, colorido y muerte. Pocas veces la fusión de cine y cómic ha mostrado ejemplos tan sublimes partiendo de una idea tan simple como el adiestramiento y proceso de iniciación de un espía al estilo de un insolente y zafio 007 antes de su primera misión que, de paso, Vaughn aprovecha para pegarle unas patadas en las pelotas al estblishment, los fundamentalistas religiosos y las rancias corrientes conservadoras, lobbys que seguro tildarán a la película de desarrollar una violencia gratuita y poniendo énfasis en su insoportable grosería (sobre todo cuando casi al final se encuentren con ese plano pasadísimo de rosca que no me apetece desvelar). Kingsman: Servicio Secreto  se impone como una película de culto instantánea, un entretenimiento de primer nivel rodado con muy mala baba y no apto para espectadores gazmoños.

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