APOCALYPTO
DIRECTOR: MEL GIBSON.
INTÉRPRETES: RUDY YOUNGBLOOD, DALIA
HERNÁNDEZ, JONATHAN BREWER, GERARDO TARACENA, RAOUL TRUJILLO.
GÉNERO: AVENTURAS/ EE.UU./ 2006. DURACIÓN:
139 MINUTOS.
Convertido desde hace tiempo en director,
escritor y productor, Mel Gibson (1956) neoyorquino de nacimiento aunque
australiano de adopción, es un tipo que me cae muy bien, además de afinidades
ideológicas, su trabajo como director siempre me ha resultado mucho más
fascinante que como intérprete, mi debilidad por su trabajo detrás de la cámara
se remonta a su ópera prima, El hombre sin rostro (1993) que
aunque tocada por innumerables referencias cinéfilas y literarias, constituye
un aceptable drama psicológico sobre la relación de un niño huérfano y un
misterioso hombre con el rostro deformado. Pero lo mejor estaba por llegar, un
par de años más tarde estrenó Braveheart, también en labores de
actor y director, fue un título clave en la resurrección del cine histórico de
aventuras, rescatando la figura del noble escocés William Wallace que durante
el siglo XIII se enfrentó al ejército del rey inglés Eduardo I por la
independencia de su país. Un gran espectáculo que consiguió cinco Oscars de
Hollywood (incluidos el de Mejor Película y Mejor Director) y solamente
lastrada por su abusivo metraje. Bajó el listón
con su siguiente experiencia mística, La pasión de Cristo
(2004) sin lugar a dudas la película independiente de más éxito de la historia
y, también, la más polémica. Centrada en las últimas doce horas de vida de
Jesucristo, además de un testamento sobre la fe de su autor, la película se ve
como un auténtico ejercicio de estilo: su hermosísima puesta en escena, su
contundencia hiperrealista, secuencias conmovedoras hasta las lágrimas y el
magnífico trabajo de todo el elenco, sirvió, con su éxito y su mensaje, para
dar un nuevo empujón al cine de temática épico/bíblica y como demostración de
la fuerza y el talento creativo de este autor, que se atrevió a rodar en lenguas
muertas como el arameo, el latín y el hebreo.
Aunque a veces se le vaya la olla y se
comporte como su alter-ego, el policía Riggs de la saga Arma Letal
(borracheras adornadas de conducción temeraria y soflamas antisemitas) “mad”
Mel (el Loco Mel) es un tipo muy inteligente que vuelve a utilizar una lengua
ancestral y exótica casi desaparecida -el maya yucateco- porque, como explica “oír
un lenguaje diferente y extraño permite al espectador abstraerse de su
propia realidad”. Documentándose en textos sagrados tan antiquísimos como
el Popol Vuh, en las crónicas del evangelizador Fray Diego de Landa y con ecos
del film de Cornel Wilde La presa desnuda (1966), APOCALYPTO es
una poderosa producción histórica que sitúa la acción en los estertores del
imperio maya, para contarnos las peripecias de un cazador, Zarpa de
Jaguar (Rudy Youngblood) nativo de una aldea con un particular sentido del
humor, pero que nunca abandona sus responsabilidades de padre de familia, el
respeto hacia su padre, el patriarca Cielo de Sílex (Morris
Birdyellowhead), la dedicación hacia su esposa embarazada, Siete (Dalia
Hernández) y a su hijo de cinco años, Paso de Tortuga (Carlos Emilio
Báez). La tranquilidad en la tribu termina cuando guerreros Holcanos de una
metrópolis maya, liderados por el temible Cero Lobo (Raoul
Trujillo) llegan a la aldea para arrasarla, perpetrar una masacre y llevarse a
sus mejores miembros para venderlos como esclavos. Antes de ser apresado, Zarpa
de Jaguar consigue esconder a su mujer y a su hijo en un pozo, mientras él es
conducido junto a los demás a la ciudad maya, donde contemplan como desde de lo
alto de una pirámide se suceden los sacrificios a los dioses. Zarpa de Jaguar
consigue escapar del inminente sacrificio y , herido, comienza una terrorífica
huida para reunirse con su mujer y su hijo, que sin ayuda no pueden salir del
pozo... pero Cero Lobo y sus secuaces le siguen los pasos sin intención de
perdonarle la vida.
Pocos cineastas son capaces de encender
el patio de butacas con la fuerza, el vértigo y la pasión con que lo hace el
carismático Mel Gibson (qué persecución tan terrorífica la sometida al prócer
Zarpa de Jaguar) y me importa un huevo de pato viudo que se le acuse de
xenófobo, fundamentalista religioso, machista y reaccionario (el ungido
pensamiento único imperante está tamizado por los mismos peligrosos tics
y por otros igual de reprobables). Él es un genio cuya inventiva se sitúa muy
por encima de las absurdas etiquetas y que pasa como de la mierda de las
críticas de la influyente, sensiblera y babosa progresía dominante, no necesita
para nada el apoyo y la bendición del poderoso lobby judío de Hollywood.
Gibson es un maestro al que adora la cámara, demostrando con cada una de sus
producciones un inmenso amor por el cine. Para introducirnos en el mayor
espectáculo de acción adrenalínica desatado en muchos años en una pantalla de
cine, se sirve de una cita del historiador y aventurero Will Durant, “una
gran civilización no es conquistada desde fuera hasta que no se ha destruido a
sí misma desde dentro”, un aserto que cobra mayor importancia en estos
tiempos de carroña. Da igual el tema elegido, en este caso el colapso de una de
las culturas más importantes de la América precolombina, pues, como siempre, su
visión incendiaria será el foco de la polémica. Sorprendentemente lo logra con
una narración minimalista, parca en diálogos y absolutamente conmovedora,
concediendo un valor esencial al poderío visual, el magnetismo de un paisaje
salvaje, en consonancia con el atractivo diseño de producción y la gran
altura a la que rayan todos esos actores neoprofesionales.
Para la reconstrucción del ocaso de una
mitología que se fagocita a pasos agigantados (presa de la degradación y la
crueldad de sus ritos, la corrupción de sus líderes, la incontenible demografía
y la destrucción del hábitat) el cineasta hace uso de una abismal brutalidad,
sin detenerse demasiado en la dolorosa agonía, de todas formas de una belleza
hiriente. El ambicioso director firma el libreto junto a Farhad Safinia,
dotando a la estructura y el desarrollo de la trama de vetas de thriller
trepidante, action movie y film de aventuras. Empero, el
carácter visceral de Gibson necesita profundizar en las lacras de la vida
política y la perversión de las creencias (aristócratas depravados y sacerdotes
corruptos segando vidas como ofrendas a dioses imposibles) para evidenciar que
el futuro y la supervivencia de las civilizaciones en proceso de viciada
decadencia (como la actual) se haya dentro del núcleo familiar, como pilar
férreo e indivisible, en las divisas de la dignidad y el honor, en el orgullo
de un revolucionario individualismo (por supuesto, lejos de los intereses
espúreos de la religión y la política). Así, APOCALYPTO es un artefacto volcánico,
un curso de cinematografía acelerada, una obra magistral, hermosa, plena de
viveza y dominio, la sima de un cineasta colosal, capaz de perpetrar imágenes,
secuencias y situaciones memorables cuando azota la tragedia... y, sin duda,
una experiencia hipnótica. Por su ingobernable talento espiritual, su
conservadurismo moral y su ostentosa virilidad puede ser tachado de retrogrado
y de sadismo cinematográfico, pero yo le prefiero a él como amigo que a todos
los tibios cagabandurrias del mundo.
Excelente nota. Me ha gustado mucho como has escrito acerca de esta película, que d euna manera bastante realista nos llevó a una época , de América, en la que las grandes reinos , dominaban . Me encanto mucho como Gibson, nos presentó a los mayas. Una cultura que se ve, estaba agonizando.
ResponderEliminarEn hora buena.
Celebro que te haya gustado, amante de gorditas. Es cierto que esta película ha dejado una huella indeleble en mi memoria, también en una generación de jóvenes que a mediados de la década pasada se acercaron a las salas para ver este fantástico y profundo relato sobre la decadencia y autodestrucción del imperio Maya a raíz de las guerras tribales. Por ahí, en la secuencia final, aparecíamos ya los españoles... pero eso, como parece insinuar Mel Gibson, es otra historia.
ResponderEliminarUn abrazo, amante de gorditas.
"Apocalypto" es un gran film de aventuras aunque su retrato de los mayas como poco más que unos salvajes sanguinarios me parece un tanto simplón. Unos tíos que construyeron esas ciudades no podían ser tan brutos.
ResponderEliminarUn abrazo.
En caso de que eso fuera así, Ricard, que no lo creo, no le resta ningún mérito a la cinta. La genial cineasta Leni Riefenstahl fue una gran propagandista nazi, eso nunca se debe confundir con su talento como artista, pues tanto "Olimpia" como "El triunfo de la voluntad" son dos grandes obras maestras. Abundando en ello, yo soy un gran enamorado de la arquitectura nazi y Albert Speer me parece un gran arquitecto, lo cual no me impide reconocer que fue un régimen criminal que ideó uno de los más repugnantes, monstruosos y crueles planes de exterminio de la historia de la humanidad. Se puede ser criminal y genio, estúpido y brutal e ingenioso.
ResponderEliminarUn abrazo.