El derrumbe moral de una sociedad
enferma
NIGHTCRAWLER êêêê
DIRECTOR: DAN GILROY.
INTÉRPRETES: JAKE GILLENHAAL, BILL PAXTON, RENE RUSSO, RIZ AHMED,
KEVIN RAHM, ANN CUSACK.
GÉNERO: THRILLER / EE. UU. / 2014. DURACIÓN: 113 MINUTOS
Con un ajustado presupuesto de tan sólo
0cho millones de dólares, el guionista Dan
Gilroy (hermano del director Tony Gilroy) firma una de las mejores óperas prima que este cronista ha
visto en los últimos años, lo ha hecho a la edad de 55 años, un dato que
debería servir para no desanimar a nadie. Su nombre como guionista lo podemos
encontrar en films como Apostando al límite (D. J. Caruso,
2005) un aceptable drama deportivo protagonizado por Al Pacino, Matthew
McConaughey y la mujer del guionista y director Rene Russo. También en la
fallida (por no decir despreciable) comedia dirigida por Dennis Hopper Misión
explosiva (1994), nada que veladamente pudiera anticipar esta tremenda
sorpresa titulada Nightcrawler, tal vez la auténtica sleeper de la temporada.
Tras ser testigo de un
accidente, Lou Bloom (Jake Gillenhaal) un joven que no consigue
encontrar un trabajo estable, descubre el mundo del periodismo freelance en un
ambiente nada seguro para esta profesión: el mundo criminal en la ciudad
californiana de Los Ángeles. La vida del apasionado joven va a cambiar mucho a
partir de entonces, traspasando la difusa línea existente entre el riesgo y la
peligrosidad.
Hay quien ha apreciado en el film algunas
resonancias o ecos referenciales de films míticos como Taxi Driver e incluso de la más reciente y magnífica Drive, sin embargo, la historia de este trastornado
sociópata sin amigos ni escrúpulos está más cercana a El gran carnaval de Billy Wilder, Network: un mundo implacable de Sidney Lumet y El ojo público de Howard Franklin, tres magníficos relatos que
reflejan con poderosa y audaz maestría el estado de una sociedad enferma que
alimenta sus espíritu con toneladas de basura servida con el más mínimo y
apestoso detalle por unos medios de comunicación que hacen de las miserias cotidianas
un espectáculo tan cruel y bochornoso como adictivo, y que sirve para saciar la
voracidad insaciable de un mundo corrompido y abonado al éxtasis de la
perversidad.
Jake Gillenhaal, un actor como la
copa de un pino que sabe elegir sus papeles y que se merece un reconocimiento
mayor que la mayoría de sus contemporáneos, da oxígeno a un tipo, vulgar,
torpe, obsesivo y solitario, un espécimen que camina por el abismo de la
marginalidad sin saber qué camino elegir, y que encuentra su lugar en el sol
como reportero de sucesos en una ciudad, Los Ángeles, que los crea por miles. Nightcrawler ilumina con
espeluznante pulcritud los oscuros recovecos de la mente humana y los meandros
del alma donde encontramos el espantoso reflejo de en qué nos hemos convertido.
A Lou Bloom, un lobo con piel de
cordero, nunca le importan los medios para conseguir cualquier fin; trata de
manera denigrante a su ayudante, manipula el escenario del crimen, despista a
la policía y oculta información para modelar ad hoc sus reportajes, que serán
vendidos a los programas amarillistas de televisión ávidos de sensacionalismo
sangriento. Al espectador le resulta imposible empatizar con ninguno de los
personajes, ni mucho menos con quienes hacen que un sujeto tan depravado como
el protagonista sea aceptado socialmente y se imponen como piezas claves para
su triunfo profesional, un triunfo que va aumentando en la misma escala
proporcional que sus niveles de inmoralidad y degradación. Bloom, queda
apuntado, es un tipo mediocre, desalmado, demacrado, ojeroso, con una vida
insulsa, monótona, que plancha meticulosamente sus camisas mientras ve viejas
películas en blanco y negro y que desea reafirmar su triunfo profesional
haciendo realidad su mayor anhelo: follarse a la madura y atractiva productora
de televisión interpretada por Rene Russo, al frente de un macabro programa
dedicado a mostrar vídeos escabrosos. La fantasía queda en el aire, pero Rene
Russo insinúa de forma perceptible el deseo.
En
cualquier caso, el triunfo de Bloom se deja ver cuando cambia su viejo automóvil
por un musculoso deportivo como seña de identidad, una herramienta muy práctica
para las huidas y persecuciones, un triunfo que se hará más palpable en la
elocuente escena final. Nightcrawler
actúa como espejo de una sociedad enferma en donde cualquier don nadie puede
alcanzar el éxito, el trillado sueño americano sin importar los cadáveres que
tengas que pisotear para conseguirlo, todo para lograr mayores índices de
audiencia, y Bloom es el estereotipo monstruoso de nuestra era, elevado a los
altares por unos medios de comunicación en gran parte culpables de nuestro
derrumbe ético y moral.
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