PENA DE MUERTE
(DEAD MAN WALKING)
Drama Carcelario - USA, 1996 -
120 Minutos.
DIRECTOR: TIM ROBBINS.
INTÉRPRETES: SUSAN SARANDON, SEAN PENN,
ROBERT PROSKY, R. LEE ERMEY.
Segunda película del actor-director
norteamericano Tim Robbins, cuyo debut tras las cámaras se produjo con Ciudadano
Bob Roberts (1992) una interesante sátira sobre un candidato político.
Robbins se formó como actor en escenarios teatrales, poco después dio el salto
al cine para protagonizar un buen número de películas, entre las que destacan: Los
búfalos de Durham, La escalera de Jacob, Cinco esquinas,
Cadena perpetua y Mystic River.
Matthew Poncelet (Sean Penn) condenado a
muerte por la violación y el asesinato de una pareja de adolescentes, solicita
desde la prisión donde cumple condena la ayuda de la hermana Helen Prejean
(Susan Sarandon). Faltando pocos días para la ejecución, la monja visita
asiduamente al condenado en el corredor de la muerte, en un intento por conseguir
para él la paz espiritual y la tranquilidad necesaria para afrontar la muerte
con dignidad. El indulto se presume como una empresa imposible, no sólo porque
es culpable de tan execrables crímenes, sino porque las familias de las
víctimas no perdonan y presionan para que sea castigado con la pena capital.
Los últimos días suponen para Matthew una espantosa agonía que sólo puede
superar gracias al apoyo y la presencia de la hermana Helen, que le acompaña
hasta el último suspiro.
Pena de muerte queda emparentada con otra gran
película sobre el mismo tema, A sangre fría (Richard Brooks,
1967) basada en el libro-reportaje de Truman Capote, de hecho en el film de
Robbins, a modo de homenaje, interviene Scott Wilson en el papel de capellán y
que interpretaba en la película de Brooks al asesino Dick Hickock. Rodada con
gran realismo y sobriedad, la película está basada en la obra autobiográfica
como consejera espiritual de la hermana Helen Prejean, y fue Susan Sarandon,
compañera sentimental del director, quien le recomendó el libro y la que más
empeño puso en que la película se llevara a cabo. Era necesario cierto rigor
narrativo para plantear un tema tan espinoso como polémico, y el director no
sólo lo consigue sino que logra además un perfecto dibujo de los personajes: el
brutal asesino, que a pesar de lo monstruoso de su crimen es un ser humano; la
monja, que parece ser la única capaz de comprenderlo; los familiares de las
víctima, que sólo con el sesgo de la vida del reo verán cumplida justicia; y la
familia del condenado, que no comprenden cómo pudo ocurrir, pero que le dan
todo su ánimo y le arropan hasta el último momento.
En muchas escenas el film nos deja sin
aliento, como esa en que la madre y los hermanos de Poncelet se van despidiendo
de él, o aquella secuencia memorable en la que por fin el condenado confiesa su
horrible crimen a la hermana Helen, y el final, cuando los verdugos hacen su
trabajo y la inyección letal su efecto -previamente un tembloroso Poncelet ha
pedido perdón a los padres de las víctimas por pérdidas tan irreparables- mientras vamos conociendo, por medio de
sórdidos flash-backs, los escalofriantes sucesos que ocurrieron aquella
negra noche en el bosque. Un modo de definir el mismo mensaje que lanzó Capote
en su libro y Brooks en su película: matar es un error, no importa quien lo
haga, cuando lo hacen las autoridades también lo hacen a sangre fría... sólo que carecen de atenuantes. Cuando los
títulos de crédito finales caen pausadamente oímos cantar a Bruce Springsteen
“...en el corazón del bosque, su sangre y lágrimas me envolvieron, sólo
sentía las drogas y la escopeta y el miedo en mi interior, la charla de un
condenado”. La película obtuvo cuatro nominaciones a los Oscars y Sean
Penn, en una magistral actuación, se alzó con el Oso de Plata al Mejor Actor en
el Festival de Berlín’96, y una espléndida Susan Sarandon, con el Oscar a la
Mejor Actriz.
Una película indispensable; rigurosa y objetiva en su análisis, sincera y apasionada en su exposición. Un gran alegato contra la pena capital (que todavía tiene y tendrá muchos partidarios, por desgracia).
ResponderEliminarUn abrazo.
Dices bien, amigo Ricard, un film que tiene su mayor virtud en su ecuanimidad ideológica y emotiva, y en ciertas pinceladas sociales. Y sí, en algunos lugares reparten la pena de muerte como caramelos, lástima que todavía exista tanta gente que piense que esa repugnante acción soluciona algo, cuando lo que genera es multiplicar el sufrimiento.
ResponderEliminarUn abrazo.