CASABLANCA
Drama romántico - USA, 1942 - 102
Minutos.
DIRECTOR: MICHAEL CURTIZ.
INTÉRPRETES: HUMPHREY BOGART, INGRID BERGMAN, PAUL HEREIND,
CLAUDE RAINS, PETER LORRE, CONRADT VEIDT.
Michael Curtiz (Budapest,
1888 - Los Ángeles, 1962) nacido como Mihaly Kertesz, se siente atraído desde
muy joven por el teatro y la interpretación, por lo que debuta en 1906 como
actor y más tarde como director. Su fascinación le hace trasladarse a Suecia
para aprender al lado de los directores Viktor Sjöström y Mauritz Stiller.
Después de trabajar prolíficamente en Europa donde rueda ochenta películas,
algunas de gran éxito -Esclava reina (1925) -llega a Hollywood
contratado por la Warner cuando se extinguía ya el cine mudo. En Norteamérica
realiza cien películas, brillando sobre todo en los géneros de cine negro y de
aventuras, aunque también filma melodramas y musicales de gran éxito. Algunos
de sus films más conocidos son: Capitán Blood (1935), La carga
de la brigada ligera (1936), Robín de los
bosques (1938), Alma en suplicio (1945), Navidades
blancas (1954).
Sinopsis: en plena Segunda Guerra Mundial,
Marruecos se ha convertido en el refugio de multitud de europeos que buscan
desesperadamente hacerse con un visado, nada fácil si tu nombre se encuentra en
la lista negra elaborada por los nazis. Richard Blaine, conocido como Rick
(Humphrey Bogart) es un tipo desengañado de la vida y propietario del Rick’s
Café de Casablanca, ciudad a la que llega Ilsa Lund (Ingrid Bergman) una
bella mujer danesa con la que tiempo atrás tuvo un romance y que huye con su
marido de los nazis, pues éste es el jefe y héroe de la resistencia
checoslovaca Viktor Laszlo (Paul Hereind). Únicamente Rick puede ayudar a la
pareja, y aunque nunca arriesga su vida por nadie, Ilsa despertará en él un
cierto idealismo al pensar en las vidas que podrían salvarse.
Filmada a toda velocidad en plena Guerra
Mundial, una de las más legendarias películas de todos los tiempos se creó bajo
la convicción de que sería un fracaso, y convirtió a Bogart en un mito con un
papel destinado en un principio para Ronald Reagan. Casablanca, a pesar
de todo, rodada por Michael Curtiz con convicción, se presento como un film muy
superior a otros de mayores pretensiones, y hoy día esta considerada como una
de las más grandes creaciones de Hollywood. El productor Hall B. Wallis compró
los derechos de la obra teatral “Everybody comes to Rick’s”
a sus autores, Murray Burnett y Joan Allison, una pieza escrita y no estrenada
inspirada en ciertas experiencias personales de Burnett, a la que Wallis cambió
el título por el más exótico y musical “Casablanca”. Serían finalmente los
gemelos Julius y Philip Epstein, junto a Howard Koch, los encargados de la
definitiva versión de un libreto que,
según cuenta la leyenda, se improvisaba a medida que se filmaba, una
circunstancia que unida a muchas otras hacían pensar a Bogart, Bergman y todo
el equipo artístico que aquella maldita película iba a mandar al diablo sus
carreras. Por el contrario, y como no podía ser de otro modo, el film hizo de
ellos, más que ningún otro, unas estrellas imperecederas brillando con una luz
especial en el Olimpo de los dioses cinematográficos.
Melancólica historia de amor trastornado
por la fuerza del destino, Casablanca es una obra maestra por su amargo
romanticismo, por el aura misteriosa y magnética que desprende su pareja
protagonista, por su espléndida y nostálgica música, por la tratamiento
peculiar y sensible de sus diálogos, por la admirable fotografía de Lester B.
White. También, porque gravitando cerca del trío protagonista se mueve un
cúmulo de personajes tan entrañables como inolvidables: el policía (Conradt
Veidt), a quien sólo le interesa detener al jefe de la resistencia; el pianista
Sam (Doodley Wilson), quien sí cantaba pero estaba doblado al piano por Elliott
Carpenter; el vendedor de visados Ugarte (Peter Lorre), y el comerciante del
mercado Ferrari (Sidney Greenstreet). En fin, cuando alguien me incita a elegir
un plano, o mejor, a escoger la escena que más me gusta de esta archifamosa
película -incluida siempre entre las diez mejores de la historia- pese que me
resulta difícil, siempre acabo inclinándome por la misma -debido tal vez a que
tengo presente que en la cinta intervinieron personas de más de una docena de
países diferentes-, y que no es otra que esa en la que Viktor Laszlo entona “La
Marsellesa” ante el fervor y la simpatía de los clientes del Rick’s Café,
que hacen llegar así su desprecio a los nazis presentes y a su nuevo orden. Ese
canto simboliza la resistencia, el deseo de paz y libertad para todos los
pueblos, deseo que muchos de ellos no alcanzarían ni finalizada la guerra. La
película consiguió ocho nominaciones a los Oscars, consiguiendo finalmente el
de Mejor Película, Director y Guión Adaptado.
Los diálogos son geniales y Bogart crea un personaje imperecedero. Resulta bastante curioso que la escritura del guión casi sobre la marcha propiciase cierta ambigüedad en la relación entre Rick e Ilsa que termina por redondear el argumento. Un abrazo.
ResponderEliminarLa sensación de fracaso de todos los que participaron en esta magistral película nos hace reflexionar sobre el vértigo de lo imprevisible ligado a este arte llamado cine. La ambigüedad era una constante en unos personajes que se bebían en pequeños tragos su amargura dentro de un doloroso exilio interior en el drama, el romance y por supuesto el thriller de las décadas de los 40 y 50. Las relaciones amorosas proustianas y algo encorsetadas, atravesadas por un sentimiento de fracaso y vacío, tenían más de ensoñaciones que de relaciones tangibles, de ahí el corrosivo final entre la bruma en un triste aeropuerto.
ResponderEliminarPor cierto, Ricard, no me negarás que resulta altamente evocador el gif de Sharon Stone que he colgado en mi blog ¡Ay, madre, cuántos desahogos ayudó a liberar esa secuencia!.
Un abrazo.
No te lo niego.
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