Leí la noticia y
no encontré mucho sentido a lo ocurrido: la película Annabelle estrenada en
nuestro país el pasado 10 de octubre y en Francia el día 8 ha tenido que ser
retirada de varios cines de Montpelier, Marsella y Estrasburgo por los
altercados que se produjeron durante su proyección, pases en a los que acudían
mayoritariamente un público adolescente. Pero bueno, pienso, si la cinta de John R. Leonetti, que tuve ocasión de
ver en su estreno, no es precisamente El Exorcista, sólo un film más de
terror clásico que alcanza con dificultades el aprobado.
La película nos
cuenta la historia de un tipo que encuentra el regalo perfecto para su mujer
embarazada: una inquietante e inusual muñeca vintage vestida con un precioso
vestido blanco de novia que faltaba en su colección. La alegría de la esposa no
dura mucho, pues durante una pesadillesca noche la pareja ve como unos miembros
de una secta satánica invaden su hogar y les atacan brutalmente tras haber
asesinado a sus vecinos. Tras ellos, los miembros de la secta no sólo dejan un
reguero de sangre e inquietud, ya que han conjurado a un ente maligno que perseguirá
al matrimonio allí donde vayan y les acompañe Annabelle.
Lo mejor de la
función son algunos sustos muy bien
planificados (sobre todo uno, el espectador ya sabrá a cual me refiero), y es
que Leonetti es un alumno bien aplicado de James Wan (que le ha tenido como
ayudante de dirección) pero carece de su
talento. De ahí que encontremos similitudes en el aspecto estético, la
fotografía de colores saturados (al estilo de La Semilla del Diablo) y
una temática que se sirve de un modélico retrato de familia al que pronto le
van a surgir grietas. La muñeca, que actúa como contenedor de un alma infernal,
maldita y condenada, pondrá a prueba la resistencia del matrimonio y su fe, que
demandará ayuda espiritual. Annabelle configura con cierto tino el
universo visual del Wan de Insidious, Dead Silence y Expediente
Warren, y acusa en exceso esa afinidad, aunque nos regala algunos
planos secuencia bien enlazados. El problema es que casi todo es previsible,
reiterativo y rebosa tópicos, aunque una música bien ensamblada sirve para
potenciar algunos sustos que son, insisto, lo mejor de este clásico cuento de
horror.
Pero nos cuentan que en algunos cines franceses, al griterío
por los sustos se han sumado el lanzamiento de palomitas, insultos y peleas
entre los espectadores que han convertido esos cines en un campo de batalla, de
los que han arrancado y roto algunas butacas. Desprogramada la película, se ha
colgado el cartel: “Por motivos de los incidentes ocurridos, la película no
será proyectada hasta nueva orden. Gracias por su comprensión”. Es lo que se
podía leer en un cine de Estrasburgo y también se ha difundido por las redes.
En esos cines tendrán que gastarse dinero en seguridad para
controlar a este público de entre 12 y 15 años tan gamberro y alborotador que
parece que asiste a las salas más para pelearse que para ver la película. Gestionan
muy mal su angustia o están muy mal educados y acaban generando violencia. Joder
¡cómo está el país vecino! Suponemos que el hecho de que la película haya sido
anunciada en programas y emisiones vistas por este tipo de público ha hecho que
las salas se llenen de adolescentes, y el cine de terror debe actuar como un
espejo de sus naturalezas inquietas, el hecho de estar rodeados de semejantes
les hace más fácil expresar sus emociones sin tapujos ni sentirse juzgados. Recordemos
que en Paranormal Activity 4 ocurrió algo parecido, por lo que
no queda más remedio que reflexionar y sacar conclusiones.
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