Último testamento de un genio
EL HOMBRE MÁS BUSCADO êêê
DIRECTOR: ANTON
CORBIJN.
INTÉRPRETES: PHILIP SEYMOUR HOFFMAN, WILLEM DAFOE, GRIGORY
DOBRYGIN, RACHEL MCADAMS, ROBIN RIGHT, DANIEL BRÜHL.
GÉNERO: ESPIONAJE
/ EE. UU. / 2014 DURACIÓN: 121 MINUTOS.
El director holandés Anton Corbijn, prestigioso fotógrafo y director de vídeos musicales
para bandas como Joy Division, Depeche Mode, Nirvana, U2 y Metallica entre
otros, no sorprendió en exceso cuando eligió para debutar un relato biográfico
sobre uno de los músicos más malditos, torturados y lúcidamente trágicos del panorama
musical del pasado siglo, Ian Curtis, frotman de la banda Joy Division. Con Control
(2007) que estaba basado en el libro “Touching from a Distance”, escrito por la
viuda de Curtis, no sólo logró una excelente crónica sobre los últimos años del
recordado ídolo británico de la era post-punk, también una severa introspección
sobre el carácter sombrío del artista, una personalidad inestable atrapada en
una vida de insatisfacciones e incapaz de cumplir con las exigencias que su nuevo
estatus de estrella en ciernes y su familia le reclamaban. Corbijn bajó mucho
el listón en su segunda película, El Americano (2010), un
thriller protagonizado por George Clooney sobre un asesino a sueldo que tras
cometer un error en su último trabajo se refugia en un pueblecito italiano a la
espera de realizar una última misión, y que sin tildar la función de
despreciable, es cierto que el realizador quedó hipnotizado por el encanto del protagonista olvidándose
de otorgar vida al relato.
Pero si hay algo
que Anton Corbijn hace maravillosamente, seguramente debido a su experiencia y
talento como fotógrafo, es la creación de atmósferas, signo inequívoco de un
excelente esteta hechizado por la imagen y convencido de que esa estilización
influye de manera realista en el aspecto escénico y narrativo de la historia. Veamos:
Un joven ruso, Issa Karpov (Grigory
Dobrygin) consigue llegar a Hamburgo desde Turquía. Lleva encima una importante
cantidad de dinero, se declara musulmán devoto y presenta signos espeluznantes
de haber sido torturado. Espías de tres países dedicados a la lucha
antiterrorista están convencidos de que han localizado a un terrorista
islámico. Una abogada idealista, Annabel
Richter (Rachel McAdams), defensora de los derechos civiles, y un polémico
banquero, Tommy Brue (Willem Dafoe)
son los únicos que conocen la verdadera identidad del joven que dice ser
checheno. Algo que también acabará conociendo Günther Bachmann (Philip Seymour Hoffman), el agente antiterrorista
alemán que sigue sus pasos.
El oleaje chocando contra el dique
del puerto de Hamburgo, uno de los más importantes de Europa y ciudad donde
Mohamed Atta planificó los atentados del 11-S, se nos aparece como el primer
plano de un film basado en la novela homónima de John Le Carré. Un plano que
sirve de introducción premonitoria a una trama con fuerzas en constante conflicto
e intereses cruzados. Un argumento sofisticado que, sin embargo, expone con nitidez
un crisol donde confluyen una serie de personajes en los que apenas se detiene
el director: un ricachón islamista del que se sospecha que puede estar
financiando a células terroristas, un fugitivo checheno que llega a la ciudad
alemana para reclamar asilo y el dinero de la herencia que su padre tiene a
buen recaudo en un banco, el banquero que guarda esa herencia y una abogada de
los derechos civiles. Y en medio de todos ellos, la omnipresente y magnética figura
de Philip Seymour Hoffman, agente antiterrorista alemán que al mando de su
equipo se nos muestra como un lobo solitario, un tipo individualista de mirada
insomne, hastiado y de aspecto un tanto astroso, siempre con un cigarrillo
colgando de los labios y una petaca de whisky en el bolsillo. La figura oronda del llorado intérprete se
eleva como el mayor estímulo para darle una oportunidad a una película muy
atractiva en los sugerentes escenarios de un Hamburgo húmedo y brumoso, por
donde deambulan con poco recato redes de espías, servicios secretos y de
inteligencia y soplones, casi todos abrumados por la mala conciencia, el
fatalismo y la impunidad.
Y es que
cualquier sospechoso con trazas de talibán puede convertirse en una víctima
inocente que engrosará la larga lista de terribles daños colaterales derivados
de los traumas y paranoias del 11-S para, en palabras de la supervisora estadounidense
a la que da vida Robin Wright, “hacer del mundo un lugar más seguro. Aunque
todo el reparto cumple sin muchas alharacas dando oxígeno a personajes de
perfiles muy desdibujados, las
hipnóticas apariciones de Hoffman en una función carente de acción pero no de
suspense, se elevan como la síntesis perfecta de un trabajo asqueroso que te
consume y agota, un retrato poderoso de un ser obsesivo y respiración pesada
que se patea un Hamburgo gris y cutre, con esos tugurios en donde se sirve
alcohol barato y en donde el alma se debate en una atroz lucha interior. EL
HOMBRE MÁS BUSCADO pasaría inadvertida de no contar con la presencia cautivadora
del actor fallecido hace unos meses, y el espectador amante de las grandes
interpretaciones lo entenderá llegado el sorprendente clímax final, siendo
partícipe de su derrota y dolor, de la amarga sensación de desencanto e
impotencia de un hombre íntegro preocupado por hacer bien su trabajo y que
desesperado sentirá la hiel del engaño y la traición. La lacerante excitación
de sentirse un simple peón en un mundo de urgencias e intereses bastardos.
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