BUSCANDO AL SR. GOODBAR (1977)
(LOOKING FOR MR. GOODBAR)
DIRECTOR: RICHARD BROOKS.
INTÉRPRETES: DIANE KEATON, WILLIAM ATHERTON, TUESDAY WELD, RICHARD GERE, TOM BERENGER, AL FEINSTEIN.
GÉNERO: DRAMA / EE.
UU. / 1977 DURACIÓN: 135 MINUTOS.
Adaptación de la novela de Judith Rossner (basada a su vez en un
terrible hecho real) con Buscando al Sr. Goodbar (1977) Richard
Brooks consigue dos logros curiosos que con el paso del tiempo se han
olvidado; el lanzamiento definitivo a la fama de dos jóvenes y prometedores
actores, Richard Gere y Tom Berenger; y cabrear tanto a las asociaciones más
conservadoras y retrógradas como a las más radicales feministas. El film sigue a Theresa Dunn
(Diane Keaton), una mujer joven y atractiva con una doble vida: de día
desempeña una labor como profesora de niños sordomudos y, de noche, se
desmelena frecuentando los tugurios y garitos de Manhattan en la búsqueda de un
poco de evasión: música, alcohol, drogas y hombres con los que entablar
todo tipo de relaciones. En esa drástica dualidad, tal vez tenga mucho que ver
su castrante educación derivada de la mentalidad gazmoña y puritana del padre y
un reciente desengaño amoroso que ha creado en ella un estado de inseguridad,
así como la escoliosis que sufre desde que era una tierna adolescente y se vio afectada por la polio. Pero
está claro que la ansiada liberación sólo le acarreará nuevos problemas y
traumas que no ayudan a mejorar su autoestima ni sirven de solución a sus
muchas frustraciones sexuales y emocionales.
He confesado en
múltiples ocasiones mi debilidad por este realizador que cuenta en su
filmografía con varios títulos (El fuego y la palabra, Lord
Jim, Los Profesionales, A sangre fría) que le otorgan un
lugar preferente en la historia del cine, un autor siempre incómodo y gran
explorador de las más conspicuas variantes temáticas y genéricas. Película muy
representativa de su tiempo, con Buscando al Sr. Goodbar, Brooks
realiza una amarga y descarnada radiografía sobre la búsqueda inútil del ideal
en toda relación: una persona con quien compenetrarse emocionalmente y que,
sexualmente, te haga vibrar, así como las consecuencias reales de un infierno
cotidiano lleno de peligros, un reverso oscuro por el que desfilan una
variopinta representación de la fauna nocturna que finalmente hará imposible su
sueño de libertad. Theresa (enorme una vez más Diane Keaton que ese año
había ganado el Oscar por Annie Hall), sólo es una trágica
víctima de su época que tras una desalentadora relación con un profesor
universitario casado con el que pierde la virginidad, se lanza a un torbellino
de promiscuidad cazando ligues ocasionales en los bares de copas de Manhattan, como el loco Tony (Richard Gere) pero el dar rienda a sus apetencias supone siempre una amenaza imposible de
calibrar en un tiempo tan cambiante, frenético, y convulso como fue el de la
década de los 70 en Estados Unidos, de ahí que uno se pueda imaginar el epílogo de su funesto
itinerario.
Theresa, en su
iniciático camino de aprendizaje en Nueva York, dejará atrás a la niña inmovilizada
durante un año por la polio y la escoliosis, los sinsabores de una vida
familiar que le resulta asfixiante y en donde impera la palabra de Dios por
encima del más elemental raciocinio, a su frívola hermana (una Tuesday Weld
magnífica, como siempre) en su tránsito voluble de la liberación de los
sentidos a través de los porros y el sexo en grupo, una vida, en fin, monótona
y llena de insatisfacciones que le
incita a abrazar otros mecanismos hedonistas de esclavitud (el alcohol, las
drogas, el sexo) que se le aparecen como luces centelleantes de una felicidad
que se descubrirá impostada y autodestructiva. Al contrario que su hermana,
dueña de un embarazo no deseado, Theresa se esteriliza para dejar que su cuerpo
goce sin cadenas, dejando volar sus fantasías sin rémora ni control,
abandonando en un rincón del olvido aquel cuerpo lacerado de su primera
adolescencia. Con una impresionante labor fotográfica a cargo de William A. Fraker, que
crea una atmósfera sórdida y por momentos terrorífica, Buscando al Sr. Goodbar
nos aboca a un clímax alucinante y brutal, el sangriento asesinato a
cuchilladas de nuestra heroína a manos de un chapero misógino y trastornado por
su propia condición sexual, una secuencia rodada de manera eficaz y siniestra
con el efecto intermitente de una luz estroboscópica, que hace más angustiosa y
aterradora la agonía de una vida a la que jamás encontramos sentido, y que
queda envuelta en una ténebre oscuridad.
La vi hace muchísimo y recuerdo que me gustó bastante. Es cierto que Richard Brooks es un gran realizador. Un abrazo.
ResponderEliminarPues mi consejo, Ricard, es que deberías volver a verla. Yo, que la he visto una decena de veces desde su estreno, sigo creyendo que es una de las películas más terroríficas de la década de los setenta. Un film que ha alcanzado el estatus de clásico (tu blog rinde homenaje a ese cine) y de culto, y que refleja con desasosiego cómo era el estado de las cosas en aquella convulsa y fascinante época (recordemos que está basada en un hecho real), mi preferida en cuanto a producción cinematográfica. Siempre he pensado que el espeluznante clímax final representa una hiriente alegoría sobre el último tramo de celuloide que concluye al mismo tiempo que se apaga la vida de la protagonista. Tal vez sea sólo una percepción.
ResponderEliminarUn abrazo