SAVIOR
DIRECTOR: PETER ANTONIJEVIC.
INTÉRPRETES: DENNIS QUAID, NASTASSJA KINSKI,
STELLAN SKARSGARD, NATASA NINKOVIC.
Drama Bélico - USA, 1997 - 104 Minutos.
Con Savior, primera producción
estadounidense rodada totalmente en la república de Serbia desde el final de la
guerra, Peter Antonijevic -uno de los más importantes directores de la
antigua Yugoslavia- da el salto al cine norteamericano. Con anterioridad había
realizado Mala y O pokojniku sue najlepse, las cuales no he
tenido la oportunidad de ver. La trama gira en torno a un militar
norteamericano (Dennis Quaid) que sufre la pérdida de su mujer (Nastassja
Kinski) y su hijo en un atentado de los fundamentalistas islámicos. Vengativo,
salvaje y cegado por la ira, lleva a cabo una terrible matanza en una mezquita
de París. Para no ser condenado por la justicia renuncia a su nacionalidad e
identidad y se alista a la legión extranjera. A partir de ese momento y
acompañado de su colega Dominic (Stellan Skarsgard) luchará como mercenario en
guerras y países de todo el mundo. Ahora se encuentra al servicio del ejército
serbio en la guerra de Bosnia, una guerra diferente que le hará observar los límites
del odio y del horror. Un día acompañado a Goran, un joven serbio-bosnio, para
un intercambio de prisioneros, se encuentra a una mujer embarazada (Natasa
Ninkovic), el protagonista defiende a la mujer cuando es brutalmente atacada
por Goran, al que acaba asesinando. A raíz de esto, una luz parece encenderse
en sus tinieblas interiores.
Coproducida por Oliver Stone y basada en
una historia escrita por el corresponsal de guerra norteamericano Robert Orr,
que a consecuencia de su estancia en la guerra de los Balcanes escuchó de boca
de un combatiente la historia de cómo acabó cuidando a un niño huérfano
abandonado en el campo de batalla. Rodada en la montenegrina y herrumbrosa
ciudad de Budva, marco real de esa horrible contienda, Savior nos
muestra a través de la mirada combativa de Antonijevic -un hombre que sufrió en
sus carnes la persecución política-, los efectos destructores de todo conflicto
bélico, la depravación de la voluntad y la conciencia, así como la regeneración
de un monstruo llamado Guy. Sí, ciertamente hay muchos infiernos, pero están en
este mundo, y las sangrientas guerras civiles que vienen asolando Yugoslavia
(“ese país imaginario”) desde la caída del comunismo, son un claro ejemplo de
ello. Hay quien afirma que en las guerras no hay héroes, ni vencedores ni
vencidos, sin embargo sí que los hay; cualquiera de las víctimas inocentes
-miles, millones entre la población civil- son héroes vencidos, y en los
Balcanes, el nacionalismo étnico (el peor de los nacionalismos, según Jon
Juaristi), bajo las órdenes de las terroríficas figuras de Slobodan Milosevic y
Radoban Karadzic, se ha perpetrado uno de los capítulos más infames de la
historia universal reciente.
Me pueden convencer de que toda guerra
tienen una razón de ser y los que luchan en ella motivaciones para hacerlo, otra
cosa es que esas razones sean tan necias y bastardas como en el caso yugoslavo:
las discrepancias de índole religiosa, de ahí el continuo fracaso para crear un
gran estado multiétnico, las responsabilidades pues están claras. Las
motivaciones de Guy son bien distintas, una vez que ha perdido a su mujer y a
su hija del modo más espantoso y absurdo, un atentado terrorista, que es el
acto último del más feroz fanatismo, el hombre al que han robado su condición
humana, se convierte en un ser amoral, sin escrúpulos ni miedo a morir -en
realidad es lo que busca- en una perfecta máquina de matar.
Antonijevic acierta
al recrear no sólo los efectos físicos o materiales de la guerra, hacen falta
únicamente unas escenas, unas pocas imágenes para recoger la verdad de un país
devastado, también, y esto es lo más importante, el film retrata con bastante
verosimilitud la encrucijada vital y los dilemas morales que provoca. Guy, al
igual que Dominic, ejerce de francotirador que mata a adolescentes, los cuales
no son precisamente unos angelitos, por la mira telescópica se ven bien
dibujados los rasgos de quienes van a ser instantáneamente asesinados, pero los
rostros anónimos en una guerra se difuminan en el mismo momento en que uno aprieta
el gatillo. Aun así, el insensible francotirador salva la vida de la joven
embarazada víctima de una violación -otro método repugnante utilizado en esa
contienda como eficaz instrumento-, y del bebé, al que adoptará al ser incapaz
de dejarlo abandonado y con la intención de llevarselos lejos de allí. La bestia
ha recobrado la fe y la humanidad, sólo los que están condenados por crímenes
execrables, no podrán hacerlo. A destacar el magnífico retrato del mercenario
tipo <<el infierno camina conmigo>> que realiza Dennis Quaid, la
alarmante presencia de Stellan Skarsgard y
la afligida belleza de Natasa Ninkovic, para un film realizado con escasos
medios y que es, ante todo, un severo alegato anti-bélico que pasó por la
pantalla grande increíblemente desapercibido.
Dura... muy dura. Gran película.
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