La verdad, querido lector, es que cuando a François Ozon le
salen bien las cosas demuestra tener un talento innegable, y parece estar en
racha pues tras la sensible y magnética En la casa (2012), con aquella
fascinante relación entre un profesor y un inquietante e inteligente alumno,
que hizo que nos olvidáramos de de la irregular Potiche (2011), nos
presenta ahora un poderoso drama que tiene como principal protagonista a Isabelle (Marine Vacth), una joven de
17 años perteneciente a una familia adinerada que aparentemente tiene el mundo
a sus pies. Pero que un viaje de autodescubrimiento sexual le arrastrará a una
doble vida: estudiante de día y prostituta de noche. Una historia narrada a
través de cuatro estaciones y cuatro canciones.
Tomada como un
vaporoso y rendido homenaje a Belle de jour (Luis Buñuel, 1967), JEUNE
ET JOLIE es una película muy francesa, con ese punto transgresión que
tienen muchos films del país vecino a la hora de abordar el tema de la
sexualidad, sus peligros, confines y extrañezas. El argumento no es muy original
ni tiene gran interés, aun así resultará incomodo , sobre todo para esas
mentalidades mojigatas que ponen el grito en el cielo cuando una película
muestra alguna escena sexual más o menos explícita en la que esté involucrado
algún menor, aunque en este caso la protagonista (una turbadora y preciosa
MarineVacth) tenga 17 años, cierto que esa puede ser la razón de que la cinta
no se muestre más incisiva en su vertiente transgresora.
François Ozon no
indaga demasiado en las razones por las que Isabelle decide prostituirse (¿para
experimentar? ¿Por la sensación de poder? ¿Morbosidad? Nunca por dinero) tras
una primera experiencia sexual frustrante con un chico alemán en la playa, al
cineasta sólo le interesa ilustrar la drástica determinación como un señal
extrema de rebeldía ante la hipocresía y mediocridad de esa clase media alta, aunque
el realizador nunca juzga los comportamientos.
Tampoco el de
Isabelle, a la que nos encontramos de veraneo en la casa familiar junto a la
playa, momento que sirve para plasmar su
primer e insatisfactorio encuentro sexual, un despertar que en otoño le
conducirá por los pasillos y estancias de los hoteles de lujo como chica de
compañía, hasta que en el invierno y debido a un hecho trágico, quede al descubierto
su inconfesable secreto. La diremos adiós en primavera, cuando sin
arrepentimiento parece haber saciado su íntima curiosidad. Queda apuntado,
Isabelle no necesita el dinero, pero es consciente de su poder, no necesita
prostituirse para mantener relaciones sexuales porque su belleza es el objeto
del deseo de muchos hombres, y sobre todo, no necesita dar explicaciones porque
su personalidad libérrima la hace tan impenetrable como los misterios del alma.
Ningún cineasta conoce mejor a las mujeres que François Ozon.
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