En la sección
dedicada a los mejores carteles de cine no podía faltar el gran Saul Bass (1920-1996),
no sólo por la esencial aportación del neoyorquino en el terreno del diseño
gráfico cinematográfico, pues al diseñador se le atribuye la
dignificación y la evolución de los títulos de crédito como un arte, un
elemento estimulante más de la película que nos introduce en la trama del film
a través de un estilo abstracto de tipografías manuscritas con una marca
personal e intransferible. Bass, tras trabajar en diversas agencias de diseño
de nueva York y de forma independiente como artista comercial, decidió mudarse
a Los Ángeles en 1946, abriendo su propio estudio en 1950. En esa tierra de
promisión repleta de rutilantes estrellas del celuloide abandonadas al lujo y
el glamour, fue Otto Preminger quien le invitó a diseñar el póster para “Carmen Jones”, obteniendo un éxito
impresionante. Enseguida fue reclamado tanto para realizar los carteles de las
películas como para diseñar los títulos de crédito de las mismas. El estilo de
Bass (animación de recortes, ejemplar uso del color y del movimiento) es
grafismo perdurable, distinción económica y alta relevancia, atreviéndose a
lanzar propuestas francamente originales entre las que destacan “Éxodo”, “Anatomía de un asesinato”
y “El hombre del brazo de oro”.
De Saul Bass se dice que fue él quien
ideó el story board de la clásica y escalofriante escena de la ducha de “Psicosis”, aunque Hitchcock jamás lo
reconoció. De entre todos sus trabajos mi preferido es su original creación para el
afiche de la que es mi película favorita del mago del suspense, VERTIGO (De entre los muertos), en la que Hitchcock, contando de nuevo
con su actor fetiche, James Stewart, realiza algo prodigioso y a
contracorriente de los tradicionales films de misterio, como es revelar el
enigma a poco más de la mitad del metraje, lo que no impidió que el interés siga
in crescendo, fundamentalmente por la sensual química de la pareja Stewart/Novak,
el extraño laberinto cerebral del antiguo inspector Scotie y el hábil empleo
del zoom, esas imágenes en espiral que usó el genial director para poner en
imágenes las agobiantes efectos del vértigo que sufre el protagonista. Un film
inquietante y atormentado cuya última dimensión está aún por descubrir.
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