¿Quién ha sido? ¿Por qué y cómo?
SÉPTIMO êêê
DIRECTOR: PATXI
AMEZCUA.
INTÉRPRETES:
RICARDO DARÍN, BELÉN RUEDA, LUIS ZIEMBROWSKI, OSVALDO SANTORO, GUILLERMO
ARENGO.
GÉNERO: THRILLER
/ ESPAÑA / 2013 DURACIÓN: 88 MINUTOS.
Me convenció la ópera prima del cineasta y autor teatral
navarro Patxi Amezcua titulada 25
kilates (2009), un sólido thriller que no sólo te engancha por la
interesante trama, también por unos personajes muy bien dibujados que hacen
creíble cualquier situación. Un debut que incomprensiblemente pasó inadvertido
para el gran público a pesar de contar con un elenco muy competente y conseguir
los premios más importantes en festivales como el de Málaga y Huelva. Esperemos
que con su nueva apuesta (inesperado éxito en Argentina, país donde está
rodada) tenga más suerte, ya que las películas de género siempre resulta una
bendición para el cine español.
SÉPTIMO
sigue a Sebastián (Ricardo Darín),
un abogado de éxito que se acaba de separar de su esposa aunque no quiere firmar
los papeles del divorcio. Todos los días recoge a sus dos hijos en el piso de
su ex mujer, Delia (Belén Rueda),
que vive en la séptima planta de un imponente edificio, y juega con ellos a “a
ver quién llega antes”: ellos bajan por la escalera, y él en el ascensor para
llevarlos al colegio. La relación del matrimonio está afectada por la decisión
de Delia de irse a vivir a España llevándose a sus dos hijos, algo que choca
frontalmente con los deseos del padre. Un día, cuando Sebastián llega al piso
de abajo, los niños han desaparecido dentro del edificio. Sebastián pide ayuda
al portero del inmueble e incluso a un veterano policía que vive en el
edificio. En su desesperación por encontrarlos, vivirá momentos de extrema
tensión y desconfianza de todo lo que le rodea. El verdadero miedo aparecerá
cuando, a través de una llamada telefónica, un secuestrador pone precio a la
liberación de sus hijos.
Aunque la premisa se nos puede antojar
ya muy manida (aún se mantiene en muchas carteleras la magnífica Prisioneros),
lo primero que llama la atención en una película en donde actúa Ricardo Darín
es, por supuesto, Ricardo Darín. Su inmanente presencia hace que la cámara se
enamore de él y le acose con unos exultantes primeros planos. Las secuencias
preliminares sitúan al espectador en la rutina de Sebastián, al que vemos en el
inicio de una jornada laboral manejar su teléfono móvil para hablar con su jefe
o con su hermana, una jornada que siempre comienza recogiendo a sus hijos para
llevarlos al colegio. Patxi Amezcua logra que el espectador sintonice con el ajetreo
de ese prestigioso abogado; antes de subir al piso de su ex, despacha varios
asuntos mientras conduce, entre ellos uno muy peliagudo en el que están
involucradas personas muy poderosas.
La verdad es que uno queda abrumado por la
manera que tiene el actor argentino de cargar con cualquier desafío sobre sus
espaldas, cómo modula la voz, el gesto y se rodea de un amplio campo magnético
en donde tienen cabida todos los registros interpretativos. Luego está la trama
y sus anomalías (con ciertos aires hitchcockianos y polanskianos), un suceso
imprevisible y un padre exasperado que no logra entender cómo sus hijos han
podido desaparecer en el trayecto que va desde el séptimo piso hasta la planta
baja, y sobre todo el ¿por qué?
SÉPTIMO
se nos presenta como una laberíntica película que podemos englobar dentro de la
fórmula whodunit (en la jerga
literaria y cinematográfica un enigma o rompecabezas en el que las preguntas
esenciales son ¿quién ha sido, por qué y cómo?) está rodada con una intachable factura
técnica, y Amezcua sabe aprovechar los escenarios y los elementos con gran
pericia: los planos aéreos de un Buenos Aires que se nos aparece como una urbe
superpoblada y deshumanizada que vive de espaldas a cualquier pequeña tragedia
cotidiana; el vetusto y elegante edificio convertido en una especie de castillo
lleno de mazmorras; el teléfono como instrumento clave que agiliza la narración
e incrementar el frenesí y desasosiego del relato.
El ritmo, el suspense y la tensión do decaen en ningún momento
debido a lo ajustado de su metraje, y a medida que la situación se hace más
kafkiana al espectador no le queda más remedio que empatizar con su
protagonista, al que vemos luchar contrarreloj envuelto en una pesadilla
claustrofóbica en la que Belén Rueda juega un rol de madre muy secundario, sin
apenas diálogos y con un perenne rictus de preocupación o aflicción, aunque
jamás consigue transmitir la angustia necesaria. Como apuntaba, y siguiendo el
patrón del whodunit, Amezcua va
dejando un reguero de señales con el único objetivo de que el espectador
elucubre sobre lo que pueden ser débiles indicios, falsas pistas y evidencias
que pronto se desvanecen, dentro de un juego mental que te obliga a mantener la
concentración como si de una partida de ajedrez se tratara. A lo que contribuye
el personaje de Darín, que tiene múltiples batallas abiertas: está al cargo de
un caso de malversación de fondos que tiene a un tribunal esperándole y a su
jefe presionándole, su hermana le pide ayuda ante las amenazas de su ex, su
mujer exigiéndole que firme los papeles del divorcio y, además, no es un tipo
muy popular entre sus vecinos.
Concluiremos que el guión resulta algo
tramposo o cuando menos caprichoso (el género manda), en su intento de dar un plus
de truculencia a la acción en detrimento del puro realismo. Lo peor que puede
pasar es que el espectador ponga unas expectativas altas en la resolución del
caso, pues es fácil advertir que eso sólo es la guinda en un pastel bien
elaborado.
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