El director británico Danny
Boyle (Manchester, 1956), tras formarse en la televisión, dio el salto al
cine con la interesante Tumba abierta (1994), un film de
suspense con toques de comedia que sirvió de trampolín a actores como Ewan McGregor.
Fue en 1996 cuando dirigió la que sigue siendo su mejor película hasta la
fecha, Trainspotting, un film de culto instantáneo basado en la novela
de Irvine Welsh sobre las correrías de un grupo de jóvenes heroinómanos de
Edimburgo. Salvo 28 días después (2002), magnífica película de zombies rodada con
un ajustado presupuesto y protagonizada por Cillian Murphy, casi nada de su
cine posterior –tal vez 27 horas- ha logrado interesarme, ni
siquiera la muy oscarizada Slumdog millonaire (2008).
Boyle nos
presenta ahora Trance, un thriller psicológico que sigue a Simon (James McAvoy), un empleado de
una casa de subastas que se asocia con una banda criminal liderada por Franck (Vincent Cassel), para robar un
valiosísimo cuadro de Goya. Pero, tras recibir un fuerte golpe en la cabeza durante
el atraco y quedar inconsciente, descubre que no recuerda dónde ha escondido el
cuadro. Cuando ni la tortura física logran arrancarle una respuesta, Franck
contrata a una hipnotista, Elizabeth
(Rosario Dawson), para que le ayude a recordar.
Película laberíntica
rebosante de trucos, giros y subterfugios que resulta tan fascinante como
agotadora, lo mejor de Trance es el desnudo integral con el
pubis completamente depilado de Rosario
Dawson, a quien ya habíamos visto desnudarse en films como Alejandro
Magno (Oliver Stone, 2004). Eso sí, nunca tan bella y absolutamente
desbordante como en este complicado puzzle que la sitúa como eje central de la
trama.
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