El virus porno afectó de forma inexorable los
comportamientos sexuales de generaciones como la mía. Hay afirmaciones que por
repetidas parecen constituir incuestionables verdades absolutas: “Todas las películas
porno son iguales” “Las pelis porno no tienen argumento”, “El cine pornográfico
carece de calidad”, e incluso hay quien llega a decir que “estas películas sólo
tienen sentido como refugio para onanistas solitarios y parejas necesitadas de
estímulos”. Si vinieran precedidas de un mínimo razonamiento se podrían
rebatir, pero sólo son asertos, simples coletillas que se repiten de forma
mecánica.
Lo peor de todo
es que el retrato-robot de quien lanza tales aseveraciones suele ser el de una
persona acomplejada, de sexualidad patética y/o reprimida, con una obscena
tendencia al pavoneo y consumidora de una ingente cantidad de basura
televisiva. A la pregunta ¿te gustan las pelis porno? Con dos huevos contesto:
no sólo me gustan, si puedo, también las imito. Me apoyo con desgana en las
estadísticas para afirmar que la pornografía es el material más demandado en
internet y su público mayoritario es el compuesto por parejas y matrimonios.
De modo que
como crítico especializado y como aficionado que ha visionado miles de
películas de todos los géneros, si tuviera que elegir tres pelis porno para
integrar en el “XRCO Hall of Fame”, una especie de antología a la que acceden
sólo aquellos clásicos que deberían ser salvados en caso de un holocausto
nuclear o invasión extraterrestre, mis títulos seleccionados serían los siguientes. Lo siento, me puede la nostalgia. Así, por higiene mental, como testimonio de que en el
sexo, más que en ninguna otra parte, está la alegría y la vida, estas son mis
propuestas:
GARGANTA PROFUNDA
(Deep Throat, EE. UU., 1972)
DIRECTOR: GERARD DAMIANO.
INTÉRPRETES: LINDA LOVELACE, HARRY REEMS, DOLLY SHARP,
CAROL CONNORS, GERARD DAMIANO
El gran
clásico de Gerard Damiano es para
quien esto firma el Mejor Porno de toda la historia. Supuso, además, toda una
revolución en un género todavía en pañales y una conmoción en su país de
origen, tanto por sus impactantes secuencias como por su fuerza narrativa y lo
original de su argumento. Veamos: Linda (Linda Lovelace) es una mujer
insatisfecha sexualmente, no por falta de ímpetu, pues se entrega a los más
poderosos sementales sin alcanzar por ello el orgasmo, una necesidad que, como
es lógico, se acaba convirtiendo en una obsesión. Un día decide, como última
solución, acudir a la consulta del Dr. Young (Harry Reems), un estrambótico
psiquiatra que tras un exhaustivo chequeo detecta dónde se encuentra la causa
de los problemas de la joven: linda sufre una anormalidad pues tiene el
clítoris en la garganta y no en la vagina como el resto de las mujeres. El
doctor le ofrece un trabajo de fisioterapeuta en su consulta que ella,
agradecida, acepta, vislumbrando así la oportunidad de entrenarse con las
jugosas prácticas orales que tanto le excitan. Tan exquisita terapia sólo puede
terminar con una feroz eyaculación sobre su rostro al compás de repiques de
campanas y fuegos de artificio.
GARGANTA
PROFUNDA es de esas películas que marcan un punto de inflexión en la
historia del cine X. rodada en diez días con apenas 25.000 dólares de
presupuesto acumuló más de medio centenar de denuncias de organizaciones
religiosas y ultraconservadoras, que contribuyeron con su publicidad a elevar a
Linda Lovelace a la categoría de
primera star system del porno (fue portada de la revista “Time”) y eso que la
experta y lenguaraz jovencita, protagonista absoluta del film, sólo acudió para
actuar como extra acompañando a su novio que había sido contratado como
operador de cámara del film.
Chispeante, amoral y sumamente lujuriosa,
la Lovelace se come la cámara con una naturalidad doméstica y despliega a su
antojo todos los métodos de exorcismo: coito anal, oral y vaginal, afeitado
púbico y lo más extraordinario, una profundidad de abismo en su cavidad bucal,
en la que ella centra todo su interés, para mandar a la mierda, de una puñetera
vez, aquella ridícula máxima para acomplejados que dice “chiquita pero
juguetona”. Para finalizar y hacernos una idea del acontecimiento social que
supuso esta película, basta señalar que uno de los chivatos del caso Watergate
era conocido con el sobrenombre de “garganta profunda”.
TRAS LA PUERTA VERDE
(Behind the green door, EE. UU., 1973)
DIRECTOR: MITCHELL BROTHERS.
INTÉRPRETES: MARILYN CHAMBERS, JOHNNIE KEYES, GEORGE
MACDONALD, LISA GRANT, YANK LEVINE.
Los hermanos Mitchells lograron con TRAS
LA PUERTA VERDE una de las cintas más aplaudidas por la crítica
especializada y por un público para el que no ha perdido interés a pesar de los
cuarenta años transcurridos. Basada en un relato anónimo que circulaba
clandestinamente en los años 40, nos narra la historia que un camionero le
cuenta al dueño de un bar de carreteras sobre una chica (Marilyn Chambers) que
es secuestrada en las cercanías de un hotel para que se convierta en la
principal atracción de un espectáculo erótico. La joven, bajo hipnosis, sale
al escenario por una puerta verde vestida de blanco inmaculado, para su lasciva
representación la acompañan seis mujeres vestidas de negro, vemos los ojos
expectantes de un público burgués que ocultan sus rostros con una máscara.
En primer lugar
es un hombre negro adornado con pinturas de guerra quien la posee, pero el
plato fuerte, ya con la chica un poco más consciente de su situación, será el
que enfrente a la dinámica Chambers con cuatro hombres, un número espectacular
plagado de acrobacias circenses con anillos y trapecios. El público, algo
apagado hasta entonces, despierta con furiosa incontinencia y se entrega a una
desenfrenada orgía. El momento crucial del film llega con una aparatosa y
psicodélica explosión seminal que se repite en diferentes colores y trucos
visuales a lo largo de cinco minutos. Al final, la joven acompañada por un
hombre, desaparece por la puerta verde.
La legendaria sala barcelonesa “Bagdad” de
sexo en vivo es una de las pioneras en nuestro país en este tipo de prácticas
contemplativas para voyeurs pajilleros. Los hermanos Mitchells nos introducen
en el teatro dentro del cine a través de una burda narración oral que deviene
en la eterna metáfora burguesa en la que una joven, sometida a la voraz
observación del público, se transforma en oscuro objeto del deseo y en símbolo
sexual de los nuevos tiempos. Además de la transgresión que supone que la
blanca protagonista sea penetrada por un negro –algo no muy bien visto en
aquella época- el film contiene la eyaculación más famosa de la historia del
cine X, una larga y extraña secuencia lisérgica tan memorable como irrepetible.
La protagonista, Marilyn Chambers, tiene mucho que ver con que este film se
haya convertido en todo un clásico, su ardiente y deportiva actuación la
catapultó a una fama que ni en sueños le hubiera reportado su antigua profesión
de modelo publicitario anunciando jabón.
EL DIABLO EN LA
SEÑORITA JONES (Devil in Miss Jones, EE. UU., 1973)
DIRECTOR: GERARD DAMIANO.
INTÉRPRETES: GEORGINA SPELVIN, HARRY REEMS, JOHN CLEMENS,
MARC STEVENS, SUE FLAKEN.
Un año después
del estreno de Garganta profunda, su director, Gerard Damiano, realizó una de las películas porno más hondas y
pesimistas de la historia, y sin lugar a dudas, una de las más interesantes.
Una mujer, Justine Jones (Georgina Spelvin) se suicida en la bañera con una
hoja de afeitar. En la antesala del Juicio Supremo, un tipo le dice que no
tiene nada que temer, pues su vida ha sido ejemplar y su destino es el cielo.
Sin embargo, esto se presenta imposible ya que al suicidarse ha incurrido en
pecado mortal, por lo tanto, su acceso a tan paradisíaco lugar le está
totalmente prohibido.
Sin más salida
que el infierno, la chica hace un trato para volver a la Tierra y arrojarse en
brazos de la lujuria para hacer méritos y entrar por la puerta grande del
averno. Peo como murió virgen se le asigna un profesor que, a través de un
completo y acelerado curso, le enseña las más avanzadas prácticas sexuales
(onanismo, coito anal, lesbo, enema, sexo oral, tríos) toda una excelsa tabla
de entrenamientos que hará de ella una experta. Cuando por fin se enfrenta al
diablo, es llevada a un apestoso cuchitril en el que hay un tipo chiflado e
inapetente sexual ocupado en sacudirse las moscas. La cruel condena de Justine,
presa ya de un irresistible furor uterino, será pasar la eternidad con
semejante e inútil memo.
EL DIABLO EN LA SEÑORITA JONES es un título emblemático del hard-core (porno duro) y basa gran parte
de su éxito en la soberbia actuación de la madurita Georgina Spelvin (tenía 37
años cuando protagonizó el film). No obstante, hay más elementos que hacen de
esta cinta un ejercicio sugerente: el planteamiento existencialista de una
solterona que antes de ingresar en el infierno se desmadra recuperando el tiempo
perdido; tu tamiz sórdido y algo patético; el atracón de sexo que le hace
encontrar la felicidad y la condenación de su alma (todo pecado lleva consigo
su penitencia) al tener que compartir su existencia con un loco desposeído de
todo apetito sexual, y a quien desesperada pide ayuda pues “no puede hacerlo
sola”. Un film que por sus reflexiones
sartrianas fue objeto de sesudos e hiperbólicos estudios de los intelectuales
españoles de la época, sacó el porno de la marginación e instauró un nuevo
rito: la asistencia masiva a las salas X.
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