Sublime, una invitación para amar el cine
UN PROFETA êêêêê
DIRECTOR: JACQUES AUDIARD.
INTÉRPRETES: TAHAR RAHIM, NIELS ARESTRUP, ADEL BENCHERIF, HICHEM
YACOUBI, REDA KATEB.
GÉNERO: DRAMA CARCELARIO / FRANCIA / 2009 DURACIÓN:
155 MINUTOS.
Siempre
he sentido debilidad por el cine francés, la única cinematografía que en
solidez, calidad, creatividad, dinamismo y transgresión ha podido hacer sombra
a la estadounidense. El nombre de Jacques
Audiard (hijo del guionista y director Michel Audiard) no es desconocido
para este cronista, de su filmografía anterior que consta de media docena de
películas, he tenido la suerte de ver tres: Un héroe muy discreto
((1996), Lee mis labios (2001) y De latir, mi corazón se ha parado
(2005), films todos interesantes que me han servido para trazar un mapa de sus
constantes y obsesiones, aunque, para ser sincero, siempre me he quedado con
ganas de más.
Pero vayamos con el argumento de esta magistral UN
PROFETA: Condenado a seis años de cárcel, al joven magrebí Malik El Djebena (Tahar Rahim) se le
abre un futuro muy negro en la prisión adonde ha sido enviado: está solo, no
sabe leer ni escribir y la vida en prisión está regida con mano de hierro por
la mafia corsa. Arrinconado por el jefe de esta peligrosa banda, César Luciani (Niels Arestrup) a Malik
no le queda otra alternativa que cumplir una serie de misiones para ganarse su
confianza. Una de ellas consiste en matar a otro preso que anteriormente le
había ofrecido drogas. Cometido impunemente el crimen su situación cambia,
aprende rápido, pero no deja de ser un árabe entre los corsos. Pasa el tiempo y
obtiene permisos de fines de semana que aprovecha para realizar trabajos para
Luciani fuera de la cárcel que ponen en peligro su vida, y tras un accidente
del que sale milagrosamente ileso, Malik abre los ojos y empieza a tejer sus
propios planes.
Mi
avidez se ha visto plenamente saciada con lo que supone la consagración
absoluta de este director, un film intenso, complejo, lleno de aristas y
matices que debe marcar un punto de inflexión en la filmografía de un cineasta
despojado ya de vanas argucias intelectuales que parecían encorsetar su
libertad tras la cámara.
Sin embargo, no me atrevo a apuntar que UN
PROFETA sea una película
totalmente rupturista, pues en el desarrollo de su extenso metraje encontramos inmutables
algunos de los temas recurrentes en la obra de un cineasta que es básicamente
un director de actores, empeñado en moldear microcosmos viriles asfixiantes
donde impera la violencia y las servidumbres, universos poblados por seres
solitarios que transmiten verdad, extraños y emocionalmente castrados por la sombra
o la presencia de la figura paterna, una siempre problemática relación que aquí se ve representada con el vínculo servil
que une a Malik con el capo corso Luciani, una marioneta ante la coacción de un
tipo al que no puede sostener la mirada. Así se construye un drama carcelario seco y
apasionante que ahonda en las peculiaridades de un sistema penitenciario que
pervierte su objetivo de reinserción.
Audiard
encuentra el cauce adecuado para que el lenguaje cinematográfico resulte eficaz
sirviéndose de un guión ejemplar, especialmente rico en detalles y no exento de
cierto lirismo, una estética de tono sucio muy estilizada y unos intérpretes
que logran la cuadratura del círculo con el impresionante debut de Tahar Rahim
dando réplica al veterano déspota Niels Arestrup, capaz de ahondar en la
psicología de un personaje con encanto, conmovedor.
En el claustrofóbico submundo de la cárcel con clanes étnico enfrentados, funcionarios corruptos y jerarquías esculpidas con sangre, el
joven Malik vivirá un proceso de maduración atravesado por experiencias
brutales, una transformación marcada por el dominio del tempo narrativo e
impregnada de una dimensión mística que parece determinar el itinerario vital
de un profeta: bautismo bestial, el asedio de los propios fantasmas, lucha
feroz por la supervivencia y el fulgor de la conquista en la que la providencia
nunca le abandona. Estamos ante una obra maestra ajena a moralinas y
superficialidades, de una transgresión conceptual que la aleja de la simple
denuncia social y el thriller especulativo, filmada con energía, hiperrealismo
y gusto por la puesta en escena. Una película
sublime y electrizante que trasciende el férreo corsé del cine de género.
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