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domingo, 20 de marzo de 2022

CRÍTICA: "AGUAS PROFUNDAS" (Adrian Lyne, 2022)

 

Un bodrio importante

“AGUAS PROFUNDAS” ê

DIRECTOR: Adrian Lyne.

INTÉRPRETES: Ben Affleck, Ana de Armas, Kristen Connolly, Tracy Letts, Jacob Elordi, Rachel Blanchard, Dask Minok.

GÉNERO: Thriller erótico / DURACIÓN: 104 minutos / PAÍS: EE.UU. / AÑO: 2022

    El viejo Adran Lyne ha querido reverdecer viejos laureles y triunfar como ya lo hiciera en la década de los 80 con Flashdance, 9 semanas y media y Atracción fatal, o en la de los 90 con Una proposición indecente y Lolita. Pero de desde el estreno de la aceptable Infiel (2002) el bueno de Lyne no había vuelto a situarse detrás de las cámaras. Para su vuelta ha elegido la adaptación de una novela de Patricia Highsmith de argumento retorcido para dar forma a un thriller psicológico que está muy lejos de lo que los tiempos y el espectador actual demanda. Así, Aguas profundas resulta tan trágicamente anticuada como lo puede ser el universo fuera de foco de un director que marcó una época ya lejana.

     Aguas profundas nos sitúa en Nueva Orleans y narra la historia de Vic Van Allen (Ben Affleck) un hombre adinerado desde que creó un chip para drones militares. Eso le permite, junto con su esposa, Melinda (Ana de Armas) llevar una vida muy cómoda sin tener que trabajar. El problema es que a Melinda le gustan las relaciones extramatrimoniales que el doliente Vic sólo permite para evitar el divorcio porque está loco por ella. Cuando los amantes de Melinda comienzan a desaparecer y algún cadáver llama a la puerta de la mansión del matrimonio, Vic se convertirá en el principal sospechoso.

    Transcurridas las casi dos horas de metraje, uno piensa que es imposible adaptar la novela de Highsmith de manera más plúmbea, con menos intriga y menos tensión emocional y sexual, que sí tenían aquellos títulos citados que el director ha intentado en vano remedar. A Vic nos lo presenta como un tipo hogareño que vive de las rentas y dedica el tiempo a cuidar de su inteligente hija de 6 años, a criar caracoles, editar una revista de poesía y fotografía y pasear en bicicleta. A su joven esposa, Melinda, nos la presentan como una insaciable ninfomaníaca que engaña a Vic con diferentes hombres, y flirtea con ellos delante de su marido sin ningún disimulo. Cuando los amantes de ella desaparecen o aparecen muertos el espectador puede llegar a pensar que lo evidente es a veces invisible a los ojos. ¿También a los de Melinda? Hay que ver la película para obtener respuestas, pero yo siempre he creído que lo evidente también necesita una demostración.

    Ben Affleck es tan buen director como incompetente intérprete, una vez más se queda fuera de registro cuando tiene que dar vida a un personaje sufriente que tiene que hacer uso de un estricto autocontrol para esconder sus verdaderos sentimientos. No está mejor Ana de Armas, encarnación de una figura estereotipada de seductora sensual y sádica que se regodea con gusto en el sufrimiento de su marido con sus flirteos en interminables fiestas regadas con abundante alcohol, y aunque Vic permanece imperturbable, la rabia le carcome por dentro. La ambigüedad de la narración nos hace creer que la furia que Melinda demuestra con la desaparición de sus amantes es impostada, que tal vez los celos sea lo único que puede provocar el deseo en ese hombre frío con el que se casó, y así encender en él la chispa que transforme su aburrida relación en un volcán de pasión.

     Adrian Lyne ya demostró buen pulso para las complejidades psicológicas en su mejor película, La escalera de Jacob (1990). Sin embargo, se muestra incapaz de captar la esencia de la novela y alumbrar sin extravagancias lo que los protagonistas quieren el uno del otro. Nada de lo que sucede en Aguas profundas escandalizará a los que crecieron viendo cine en las décadas de los 70, 80 y 90 del pasado siglo, puede que en estos puritanos y hediondos tiempos que vivimos en los que prima la autocensura alguien se concierna con algunos de los movimientos corporales de Ana de Armas o con esa pueril masturbación en el automóvil que a mí me deja muy frío. Película fallida en todos los aspectos técnicos y artísticos que ni siquiera saca partido el imponente paisaje de Nueva Orleans. Cuando el final se acerca y estamos cansados de inocuos primeros planos, a nadie le importa ya los extraños y peligrosos juegos de un matrimonio tan extravagante como enigmático, y sólo el cutrerío que polariza toda la función puede estimular la tentación del placer culpable. Un bodrio.

2 comentarios:

  1. ¡Pues qué lástima que sea mala! El retorno de Adrian Lyne con Ana de Armas de protagonista constituía una excelente noticia.

    Un abrazo.

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  2. Ya, Ricard, pero de la misma generación que Paul Verhoeven (otro director de thrillers eróticos de los 90), te aseguro que Lyne está en peor forma. Con esta película sólo pierde prestigio e "Infiel" era un buen título para poner el punto y final a su filmografía.

    Un abrazo.

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