Una película correcta que no asume riesgos
“MAIXABEL” êêê
DIRECTOR: Iciar Bollaín.
INTÉRPRETES: Blanca Portillo, Luis Tosar, Urko
Olazabal, María Cerezuela, Arantxa Aranguren, Mikel Bustamante, Bruno Sevilla.
GÉNERO: Drama / DURACIÓN: 115 minutos / PAÍS: España / AÑO: 2021
La última película de Iciar Bollaín fija su mirada en Maixabel Lasa (Blanca Portillo) que en el año 2000 pierde a su marido, el político socialista Juan María Jáuregui, asesinado por ETA cuando se encontraba en una cafetería de Tolosa con un amigo. En el año 2011, recibe una inesperada petición: uno de los asesinos de su marido, Luis Carrasco (Urko Olazabal) desea entrevistarse con ella en la cárcel de Nanclares de la Oca (Álava), en donde cumple condena tras romper todos los lazos con ETA. A pesar del inabarcable dolor, Maixabel accede a encontrarse con él, y posteriormente con Ibon Etxezarreta (Luis Tosar), otro de los integrantes del comando que asesinó a sangre fría a su marido. Maixabel inició su relación sentimental con Jáuregui a los 16 años y juntos tenían una hija, María (María Cerezuela).
Maixabel nos relata el dolor infinito de la viuda y de la hija de Juan María Jáuregui, un hombre esencialmente bueno que incluso luchó para esclarecer los asesinatos de Lasa y Zabala y por meter en prisión al general Rodríguez Galindo, también nos narra el arrepentimiento sincero de dos de los tres terroristas que lo asesinaron. Son los etarras Carrasco y Etxezarreta los que solicitan entrevistarse con Maixabel para poder conversar con ella, mostrarle su arrepentimiento, el peso de su culpa y tal vez suplicar un perdón por una acción que ellos y Maixabel saben que es imperdonable.
Todo en Maixabel está construido con una sensación de realismo documentalista, de una verdad incómoda que se traduce en sentimientos contradictorios que alumbra a unos terroristas “con alma” y angustiados por el sentimiento de culpa, y por supuesto, la triste existencia de una mujer cuyo reloj vital se detuvo el día en que asesinaron a su marido. Con un comienzo atropellado en el que ni siquiera nos muestran la detención del comando terrorista, Bollaín se limita a levantar acta sobre los encuentros de los dos etarras, que han abandonado la mafia terrorista, con Maixabel, que lucha porque todas las víctimas de todos los terrorismos sean reconocidas y homenajeadas por igual.
Podría decirse que Bollaín no se moja demasiado pero creo que la directora no pretendía tanto analizar el conflicto como atisbar en la humanidad de los protagonistas, con sus evidentes contradicciones, y mostrar la posibilidad -y conveniencia- de pedir y obtener el perdón.
ResponderEliminarUn abrazo.
Y así es, Ricard. Pero sobre eso hay ya mucha literatura, y uno siempre espera más, más desahogo, que las aristas del testimonio estén más afiladas, que la verdad amplifique el drama: ni una sola aspiración política vale lo que una vida.
ResponderEliminarUn abrazo.