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jueves, 3 de diciembre de 2020

CRÍTICA: "3 DEL INFIERNO" (Rob Zombie, 2019)

 

Un cierre digno de la trilogía

“3 DEL INFIERNO” êêê

DIRECTOR: Rob Zombie.

INTÉRPRETES: Sheri Moon Zombie, Bill Moseley, Kevin Jackson, Wade Williams, Sid Haig, Richard Brake, Jeff Daniel Phillips, Danny Trejo.

GÉNERO: Terror / DURACIÓN: 111 minutos / PAÍS: EE.UU. / AÑO: 2019.

 

    No me habían gustado nada las dos últimas películas de Rob Zombie, la alucinógena The Lords of Salem (2012) y la tediosa 31 (2016), films decepcionantes si tenemos en cuenta que anteriormente había dirigido un par de películas (tres si contamos el espléndido documental Michael Lives: The Making of “Halloween) basadas en el mítico film de John Carpenter La noche de Halloween (1978), un díptico compuesto por Halloween, el origen (2007) y Halloween II (H2) (2009). Ya era hora de que el frontman de la banda White Zombie nos regalara una película que sin estar a la altura de sus primeras obras no me dejase sumido en la frustración. Lo hace precisamente con una secuela de la que para este cronista es su mejor película, Los renegados del diablo (2005), que a su vez es secuela de su ópera prima La casa de los mil cadáveres (2003).

     En 3 del infierno, Otis (Bill Moseley), Baby (Sheri Moon Zombie) y Capitán Spaulding (Sid Haig) han logrado sobrevivir de alguna manera a una tormenta de balas. Su recuperación “satánica” los lleva directamente a prisión, de donde escapan sin demasiados problemas. Una vez fuera conocerán a un cuarto miembro, Foxy (Richard Brake) que comparte sus peculiares virtudes, y con el cual volverán a desatar el caos allá por donde pasan.

     En 3 del infierno Rob Zombie no ofrece a su público incondicional nada novedoso, pero qué se puede pedir de una cinta que suponemos pone el broche final a la trilogía antes citada. El film se abre con un prólogo de estética setentera con el trío enredado en sus criminales correrías y su trasiego judicial. Un trío compuesto ahora por Otis, Baby y Foxy, aunque el preámbulo aparece también brevemente Capitán Spaulding, a quien da oxígeno Sid Haig, que falleció el 19 de septiembre de 2019. No estamos, ya lo advierto, ante una película para el público familiar, pero la orgía de sangre y ultraviolencia acercará a los fanáticos del cine Pulp, exploitation y grindhouse más subversivo, para lo que Zombie ha creado un sucio universo propio por donde se mueven como peces en el agua tres desalmados hijos de Satán que viajan sin buscar la redención, sino el éxtasis de un infierno que siempre viaja con ellos.

     Con una primera parte del metraje en donde la acción se sitúa en una prisión en donde Baby, como homenaje a aquellas viejas películas de mujeres y cárceles calientes, se enfrentará a varias mujeres; y una segunda parte que nos traslada a un remoto pueblo mexicano en donde los protagonistas librarán una cruenta batalla con unos enmascarados, 3 del infierno dará que pensar a los aficionados que Los renegados del diablo ya contaba con un final expeditivo y absolutamente definitivo sin posibilidad alguna para una secuela: una huida hacia delante frente a una bestial balasera. Pero si en el cine es posible resucitar a actores que llevan décadas muertos, Zombie rescata del averno a sus abyectos protagonistas para situarlos en el mismo camino sangriento de siempre y librar otras batallas aún más salvajes, convertidos ya en héroes y leyendas de la cultura criminal a los que rinden pleitesía legiones de fans. Con la influencia de sus adorados Sam Peckinpah y Walter Hilll, diálogos afilados, una fotografía amarillenta tan quemada que achicharra a los reptiles de un paisaje polvoriento y fronterizo y una banda sonora con melodías setenteras que incluye tres temas de James Gang y dos de Terry Reid, conforman los condimentos de una brutal pesadilla en la que se amontonan los cadáveres y sus vísceras sirven de apetitoso alimento a todo tipo de animales carroñeros. 3 del infierno es, como cabía de esperar, una tabla de carnicero que chorrea sangre y que cierra con honra una trilogía de la que Zombie debe olvidarse ya para explorar otros caminos, igual de abruptos, salvajes, incendiarios y peligrosos si se quiere, pero con más imaginería, menos predecibles y reiterativos.



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