“MEGAN
IS MISSING” êêê
DIRECTOR: Michael Goi.
INTÉRPRETE: Rachel Quinn,
Amber Perkins, Jael Elizabeth Steinmeyer, Kara Wang, Brittany Hingle, Carolina
Sabate, John Frazier.
GÉNERO: Terror / DURACIÓN: 86 minutos / PAÍS: EE. UU.
/ AÑO: 2011.
Michael Goi, un director procedente de la televisión dirigiendo
episodios de series como Pequeñas mentiras (2010), un medio al que
regresó tras firmar la ópera prima que ocupa esta reseña, para posteriormente
realizar en 2019 su segundo y fallido largometraje La posesión de Mary. Megan is
Missing
es una de esas películas de culto que cuenta con tantos defensores como
detractores, tal vez por eso y sobre todo, por cómo funcionó el boca-oreja en
las recomendaciones de los aficionados y la difusión de críticos no
oficialistas y blogueros, se ha ganado con el tiempo un sitio en el altar de
intocables para una legión de fieles devotos.
La película,
narrada en formato found footage (metraje encontrado) nos advierte que la
historia está basada en hechos reales (que a veces sólo es un anzuelo
comercial) y sigue a Megan Stewart (Rachel Quinn) la clásica adolescente muy popular
en el instituto que paga un alto precio por ser la más admirada. Tiene
problemas en casa, pero los chicos acuden a ella como moscones tratándola como
un objeto sexual y hacen todo lo posible por conseguir su presencia en las
fiestas. Es todo lo opuesto a Amy (Amber Perkins) su mejor amiga, a quien cuida y
protege. Ella es todo lo contrario, y por ello no goza de la simpatía del
resto. Su mundo cambiará cuando Megan desaparezca tras haber quedado con un
desconocido llamado Josh a través de internet.
Con
un libreto escrito por el propio Michael Goi que lejos de moralinas lanza una
severa advertencia sobre los peligros que pueden entrañar ciertas relaciones efímeras
con desconocidos en internet (casi siempre con perfiles falsos) que ocultan sus
verdaderas y crueles intenciones. La película comienza con una rápida presentación
de los personajes a los que casi siempre vemos a través de una
recopilación de videollamadas y
grabaciones en diferentes formatos y cortes con fundidos en negro que, de forma
aleatoria, nunca dan pistas sobre lo que sucederá en la siguiente escena. Si
bien, el recurso de falso documental está divido en tres tramos perfectamente
diferenciados: una introducción con la relación de las dos amigas Megan y Amy y
de estas con sus familias y el resto de colegas del instituto, un tramo
intermedio con la desaparición de Megan y las pesquisas para encontrarla y un
último tramo con los 22 terroríficos minutos tan comentados.
Con
magníficos recursos fílmicos, además de la denuncia sobre los peligros de la
red con multitud de depredadores al acecho, Megan is Missing también se
impone como una crítica demoledora contra el periodismo sensacionalista que
capta audiencia hurgando en la carroña y con recreaciones absolutamente
groseras.
Tras
la superficial mirada inicial sobre la rutina de unos adolescentes, el espectador
se sumerge en la desaparición de Amy a través de los medios amarillistas, de su
madre y amigos y sobre todo de Amy, que cuenta su relación con ella a través de
un vídeodiario y visita los lugares dónde solían ir juntas. Es a partir de aquí
cuando Goi se saca de la chistera su truco más impactante: dos fotografías
aparecidas en la red en la que se puede ver a Megan en una especie de potro de
torturas, sin efectos de sonido ni efectismos. Un perturbador punto de
inflexión que dota de sentido a otros repulsivos momentos: la narración de una
felación que Megan practico a un instructor cuando contaba con 10 años, la
orgiástica fiesta regada con alcohol y drogas donde Amy es golpeada… Y es que,
después de mostrarnos la vacía existencia de una juventud abonada al hedonismo
y el exceso, asistimos a un bestial giro no por esperado menos impactante en su
crudo realismo atmosférico. Un último tercio ambientado en unas lúgubres
mazmorras que sirven de escenario para los manejos del sádico Josh, creando una
angustia en el espectador que le mantiene en alerta, cada vez más incómodo
observando la presumible tragedia con un poso amargo, pesimista y, finalmente,
víctima de la impotencia y la devastación.
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