Alain Leroy dice adiós y deja un hermoso cadáver
“EL FUEGO FATUO” ê êêê ê
DIRECTOR: Louis Malle.
INTÉRPRETES: Maurice Ronet,
Léna Skerla, Jeanne Moreau, Yvonne Clech, Hubert Deschamps, Jean-Paul Moulinot,
Mona Dol.
GÉNERO: Drama / DURACIÓN: 110 minutos / PAÍS: EE. UU.
/ AÑO: 1963
El director francés Louis Malle
(Thumeries, 1932 - California, 1995) cuenta en su filmografía con un ramillete
de obras maestras que continúan siendo motivo de análisis y revisiones por
parte del aficionado más cinéfilo. Malle trabajó junto a Jacques-Yves Cousteau
en el documental El mundo en silencio (1956) y posteriormente con
Robert Bresson en Un condenado ha muerte se ha escapado (1956) quedando
impresionado por la dirección de actores de Bresson con intérpretes no
profesionales. Nunca perteneció a la Nouvelle Vague, desarrollando su carrera en
paralelo con el movimiento según sus propias inquietudes. Entre sus obras más
destacadas figuran Ascensor para el cadalso (1958) que realizó
con sólo 25 años, El soplo al corazón (1971), Lacombe
Lucien (1974), Adiós, muchachos (1987), Milou en
mayo (1990), y la que es para mí su más grande obra maestra, El
Fuego Fatuo, basada en la novela corta homónima de Pierre Drieu La
Rochelle.
El Fuego Fatuo sigue a Alain
Leroy (Maurice Ronet) un hombre que, a pesar de que vive en Nueva York con
su mujer, se ha sometido a un tratamiento de desintoxicación alcohólica en una
clínica privada de Versalles. Pero Leroy no disfruta como antes de su existencia,
se encuentra abatido y sin esperanza, por lo que toma la decisión de
suicidarse. Antes de llevar a cabo esa determinación, decide visitar a sus
viejos amigos de París. Motivado por un espíritu crítico, se siente incapaz de
encontrar algo con lo que llenar su vacío, cada encuentro resulta decepcionante
para él. Sus viejas amistades se han vuelto conformistas, han abandonado sus
sueños por la comodidad burguesa, convirtiéndose a sus ojos en seres mediocres,
o peor, en diletantes que han perdido el contacto con la realidad.
Según el diccionario de la RAE fuego fatuo
es “una llama pequeña que se forma a poca distancia del suelo por
inflamación de ciertas materias que se elevan de las sustancias animales o
vegetales en putrefacción”. Lo primero que se me hace necesario subrayar es
que el título no puede ser más bello y acertado tanto para la obra literaria
como para la película que toma el texto como base para su andamiaje narrativo.
Alain Leroy ya no se encuentra a gusto en su cuerpo ni su espíritu pertenece ya
a este mundo. Con 30 años, la juventud y sus juergas con los amigos se
perdieron en la noche de los tiempos, nada queda de aquella lozanía y vitalidad,
de los sueños que les hacían sentirse los mejores. Sólo queda el recuerdo
varado en los meandros de la memoria cuando ya no encuentras sentido a nada,
cuando te invade un inabarcable vacío existencial y no hallas ningún motivo
para seguir adelante ni tus ideas encuentran un refugio donde poder respirar y
resonar. El Fuego Fatuo es una película incómoda, dolorosa, un
magistral estudio sobre la putrefacción de un alma carente ya de estímulos y
emociones, la afilada descripción de un ser aburrido, pesimista y apático sin
ninguna meta ni nada por lo que merezca la pena luchar. Louis Malle nos
obliga a seguir de forma impenitente a Alain Leroy (un superlativo Maurice
Ronet) en su adiós a personas y lugares, a unos amigos con una vida decadente y
aburguesada, que ahora viven sin la máscara de los ideales, tan vulgares y
lejanos que ya no puede tocarlos, tal vez porque le atenaza el prematuro rigor
mortis de un cadáver en los últimos ritos de la agonía.
Con un tono elegíaco, una gélida y
bellísima fotografía en blanco y negro de Ghislain Cloquet que nos regala unos
largos y hermosos travellings y una melancólica música para piano solo de Erik
Satie, la cámara envuelve a los personajes y los mima para que el espectador
sienta de forma cercana su hálito, dotando al relato de un crudo realismo con
el que Malle nos sumerge en la patología que aqueja a Alain, un ex alcohólico
que sabe que ya no importa esa primera copa salvo para hacer más diáfana la
débil luz de su clarividencia en el tenebre purgatorio. Sin coartadas morales,
románticas, idealistas o sensibleras, sin culpables ni responsables, el
director acierta al proyectar las aristas punzantes de la desolación de Alain
cuando comprueba que todo le es ajeno, y como era de suponer, tampoco encuentra
el ánimo y el apoyo entre sus viejos amigos, que muestran desinterés, frialdad,
y se engañan con pequeñas mentiras para seguir viviendo una existencia vulgar bajo
la esclavitud de su banal rutina.
El Fuego Fatuo describe con la
precisión de un entomólogo el itinerario de un hombre que busca un asidero y no
lo encuentra. Todos niegan a Leroy y lo que representa, el ayer, como el amor,
se perdió tras las brumas de la tristeza, y su condena es poseer la lucidez
suficiente para aceptar su derrota. El cañón de la Luger apunta al corazón de
Alain, se oye un disparo y sobreimpresionado sobre su rostro inerte leemos su desgarrador
epitafio: “Me suicido porque no me quisisteis, porque no os quise. Me
suicido porque nuestras relaciones fueron cobardes, para estrecharlas. Dejaré sobre
vosotros una mancha indeleble”. Obra maestra redonda, total y absoluta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario