Limpiando la escoria de la ciudad
“VIGILANTE” êêê
DIRECTOR: William Lustig.
INTÉRPRETE: Robert Forster,
Fred Williamson, Richard Bright, Rutanya Alda, Woody Strode, Don Blakely, Joe
Spinell.
GÉNERO: Thriller / DURACIÓN: 90 minutos / PAÍS: Francia
/ AÑO: 1983.
He de confesar mi debilidad por William
Lustig,
director de cine y productor neoyorquino nacido en el Bronx en 1955 y que
además ha participado como actor en algunos cameos de películas suyas y de Sam
Raimi. Lo último que supe de él es que estaba trabajando como director
ejecutivo en Blue Underground, una compañía especializada en películas oscuras,
escabrosas y cine exploitation. Lustig debutó en el año 1977 con sólo 22 años con
el drama erótico The Violation of Claudia, film inédito por estos
lares que versaba sobre un profesor de tenis que arrastraba a una rica y
aburrida ama de casa hacia el mundo de la prostitución. Con una biografía
compuesta por diez películas, fue en el año 1980 cuando estrenó su film más
influyente y mítico, Maniac, cinta imitada hasta la náusea incluso en el póster
que sigue a un asesino que mata brutalmente a mujeres a las que quita la
cabellera para exponerlas en la colección de maniquíes que guarda en su sórdido
apartamento.
Aunque la anterior es sin duda mi película
favorita del director junto con la segunda entrega de Maniac
Cop
(1990), tengo mucho cariño a esta película de justicieros urbanos titulada Vigilante. Convertida para mí en un
placer culpable, la trama nos presenta a un expolicía frustrado, Burke (Richard Bright), que junto
a su mano derecha, Nick (Fred Williamson) se toma la justicia por su mano y
que han creado un grupo de vigilantes que se dedican a mantener la ley y el
orden en las calles. Al mismo tiempo, el hijo y la mujer de su amigo y
compañero de trabajo Eddie Marino (Robert Forster) son atacados por una banda local
de delincuentes en su propia casa, asesinando a su pequeño hijo y dejando
malherida a su esposa.
Deudora de la trilogía Death
Wish
dirigida por el británico Michael Winner y protagonizada por Charles Bronson,
cuya primera entrega se estrenó en España con el título de El
justiciero de la ciudad (1974), Vigilante es una película con menos aspiraciones pero que parte
de la misma premisa: “allí dónde no llega el largo brazo de la ley, llegará el
brazo ejecutor de los ciudadanos honrados impartiendo justicia por su propia
cuenta”. Como ocurría en la citada trilogía con el arquitecto Paul Kersey como
protagonista, Eddie Marino es un buen hombre, un buen trabajador, un buen padre
y un buen marido, un tipo decente que cree que deben ser los encargados de
hacer cumplir la ley (los policías) los que detengan a los delincuentes y los
jueces quienes impartan justicia, pues piensa que la violencia sólo genera
violencia.
Es por eso, que no quiere unirse a la cuadrilla
de vigilantes urbanos (compañeros suyos de trabajo) que castigan ferozmente a
los peores asesinos y violadores que el sistema corrupto y desbordado no
condena y deja en libertad. Cambia de opinión cuando su familia sufre en su propia
casa un ataque brutal por parte de una pandilla de delincuentes sin escrúpulos
que mandan a su mujer a la UCI luchando por su vida y el cadáver de su pequeño
hijo destrozado. Cuando Eddie asiste a la parodia de juicio del
cabecilla de la banda criminal, Rico (Willie Colón) y ve lleno de ira cómo queda
en libertad condicional, decide actuar y unirse al grupo de justicieros, una
patrulla vecinal que enmienda los errores de la justicia dando matarile a los
criminales, para perpetrar su propia venganza.
Filmada en tono seco y una narrativa
lacónica sin concesiones a los sentimentalismos, en Vigilante sólo sobresalen los
personajes encarnados por Robert Forster y Fred Williamson. El primero, como
víctima de un sistema en el que creía y que le ha defraudado y al que su mujer
culpa por no haber estado presente cuando más lo necesitaba; y el segundo,
porque sabe que ese sistema está podrido hasta la médula, debido a lo cual
tienen que ser ellos los encargados de limpiar toda la chusma que deja libre la
corrupta justicia, campando a sus anchas para que sigan delinquiendo. Sin ser
un film de acción arrolladora, Vigilante cuanta con escenas de persecuciones,
peleas y tiroteos de esos en que el impacto del proyectil impulsa los cuerpos
con un retroceso bestial (especialmente dramático es el asesinato del hijo del
protagonista en la bañera). Con una banda sonora a cargo de Jay Chattaway que
tiene su mejor composición en los títulos de crédito iniciales y cuando Eddie
sale de la cárcel, estamos ante una película que denuncia el desamparo de los
ciudadanos en una época convulsa cuando muchos barrios de las grandes metrópolis
se habían convertido en distritos apaches, en guetos peligrosos abandonados a
su propia suerte. Un film de culto.
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