El monstruo en casa
“EL HOMBRE INVISIBLE” êêê
DIRECTOR: Leigh Whannell.
INTÉRPRETES: Elisabeth Moss,
Storm Reid, Harriet Dyer, Aldis Hodge, Oliver Jackson-Cohen, Zara Michales,
Michael Dorman.
GÉNERO: Ciencia ficción / DURACIÓN: 124 minutos /
PAÍS: EE.UU / AÑO: 2020
Leigh
Whannell, guionista de la película de culto Saw (2004) y director de
la muy irregular Insidious: Capítulo 3 (2015), nos entregó en 2018 una película
que no pasó desapercibida en el Festival de Sitges de aquel año, y que con el
título de Upgrade narra la historia de un tipo que ve como asesinan a su
esposa y que tras quedar tetrapléjico se somete a una operación para poder
volver a caminar y vengar así el asesinato de su esposa. Un film entretenido y
vertiginoso que aunque parte de una premisa trillada se bifurca por
imprevisibles derroteros.
Ahora, nos presenta una nueva adaptación de
El
Hombre Invisible, el clásico de H. G. Wells que tuvo su primera y tal
vez mejor versión en 1933 bajo la
dirección de James Whale. Aunque han sido numerosas las adaptaciones de la
novela de Wells, el director australiano aporta su sello personal ideando una
historia que sigue a Cecilia Kass
(Elisabeth Moss) que rehace su vida tras conocer la noticia de que su
multimillonario novio, Adrian Griffin
(Oliver Jackson-Cohen) un cruel maltratador que es una eminencia en el campo de
la óptica, se ha suicidado. Sin embargo, su estabilidad mental comienza a
tambalearse cuando empieza a tener la sospecha de que en realidad sigue vivo.
El
Hombre Invisible asume un severo tono para transitar parajes del
fantaterror conectados con la cruda realidad, intentando proyectar un enfoque
descarnado de una historia ya conocida. Un acierto porque la retorcida
pesadilla en la que se ve envuelta la protagonista, acosada por el brutal
psicópata de su novio, clama a gritos esa bestial contundencia que golpea
nuestros miedos más profundos; la imposibilidad de luchar contra lo que no se
ve. Sin necesidad de recurrir a la
truculencia del torture porn o el gore, Whannell se las apaña para actualizar
convincentemente la historia de un científico loco que inventa un traje
cubierto de microcámaras para hacerse invisible. Lo hace dotando de fortaleza a
una mujer que utilizará todos sus recursos para hacer frente a ese monstruo que
representa los abusos y la violencia machista, una relación de terror basada en
la masculinidad tóxica. Una mujer que nos muestra que las cicatrices más
dolorosas no son las físicamente visibles. Todo es reconocible en esa relación tan
pavorosa como auténtica y cercana.
Estamos ante una libérrima y radical
versión que aunque con cierto tufillo a telefilm sobresale por su elegante puesta en escena que
desarrolla casi toda la acción en escenarios cerrados (la casa del policía
amigo de la víctima, un hospital, una comisaría, la lujosa mansión junto a un
acantilado del novio, un magnate de las ópticas). Así el acoso de Adrian
Griffin, que experimenta con la invisibilidad y agrede ferozmente a su pareja
sentimental, Cecilia, se hace más insoportable y aterrador. Moviéndose entre lo
sugerente y la aridez, la fantasía y la crónica social, se incide sobre el
maltrato de la víctima como subrayado del lastre de la violencia machista.
El tema está muy trillado, pero los amantes
del cine pondrán todos sus sentidos en el modo en que Whannell genera tensión jugando con el tempo y los claustrofóbicos
espacios, pues ni el espectador ni la sufrida protagonista, que empieza a dudar
de su cordura y sometida a un macabro juego psicológico, sabe dónde se
encuentra en cada momento el hombre invisible. La amenaza es constante y la
protagonista debe afinar mucho los sentidos si quiere sobrevivir al acoso
latente pero imperceptible de un ser incorpóreo. A pesar de algunas situaciones
resueltas con trazo grueso (el tiroteo en la comisaría tiene un cierto tono
paródico) y el error no sacar más jugo al imponente escenario de esa mansión
ultramoderna a orillas de un acantilado, Whannell logra una interesante
película que actúa como metáfora de la violencia doméstica y la necesidad de
hacerla visible más allá de las capas de invisibilidad que impone la sociedad.
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