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sábado, 9 de noviembre de 2019

CRÍTICA: "DOCTOR SUEÑO" (Mike Flanagan, 2019)


Regreso a Overlook
“DOCTOR SUEÑO” êêê
(Mike Flanagan, 2019)


     Especialista en el género de género de terror, en la filmografía de Mike Flanagan encontramos títulos tan olvidables como Ouija: El origen del mal (2016) precuela del zarrapastroso film de Still White Ouija (2014), pero también otras más aseadas como el thriller psicológico titulado El juego de Gerald (2017), que con un reparto encabezado por Carla Gugino y Bruce Greenwood nos presenta a un matrimonio que intenta revitalizar su relación con nuevos juegos sexuales. Para este cronista su película más lograda es Hush (2016), que con un ajustado metraje narra la historia de una escritora que se quedó sorda en su adolescencia y vive aislada en una casa del bosque en donde será acosada por un hombre enmascarado. Una cinta entretenida rodada sin efectismo y con gran sentido de la tensión.


    En Doctor Sueño, secuela de la mítica El resplandor (Stanley Kubrick, 1980) basada en la novela de Stephen King, y a la vez de la miniserie dirigida  por Mick Garris en 1997, que fue una especie de reboot del film de Kubrick, nos encontramos con Danny Torrance (Ewan McGregor) es ya un hombre adulto alcoholizado que vive atormentado con los sucesos que ocurrieron cuando tenía cinco años en el hotel Overlook. Ahora busca encontrar un poco de paz a pesar de vivir traumatizado por aquellos recuerdos de su infancia. Pronto conocerá a Abra (Kyliegh Curran) una valiente niña dotada de un poder extrasensorial. Abra reconocerá enseguida que Danny comparte su poder, y juntos tendrán que enfrentarse a la despiadada Rose la Chistera (Rebecca Ferguson) y a sus acólitos, un grupo de viajeros que se alimenta de los niños que asesinan y tienen el don de “el resplandor”.


    Tras ver Doctor Sueño, uno recuerda la eterna enemistad que surgió entre Stephen King y Stanley Kubrick por la adaptación cinematográfica que el director de Lolita realizó de la novela del escritor de Maine, que echaba pestes de esa visión, pero que el arriba firmante y millones de cinéfilos consideramos una obra maestra. Jack Torrance, a quien daba vida Jack Nicholson, murió congelado en el intrincado laberinto del hotel Overlook, pero a la pesadilla sobrevivió su hijo Danny, al que encontramos ahora con una vida tortuosa, alcoholizado y perdido. Flanagan infunde su sello personal a la función y resulta mucho más fiel al texto para alegría de King, recreando algunos de los pasajes que más huella dejaron en los fans de la novela; esencialmente los viajes espaciales y la conexión entre Rose la Chistera y la niña Abra.


    Hay cierta poesía emocional en el viaje de rehabilitación y expiación de Danny Torrance, convertido en el ángel de la guarda de esos ancianos de la residencia geriátrica que ven cómo su presencia ilumina su tránsito hacia la habitación del sueño eterno. Pero la amenaza está en esos viajeros, especie de neohippies circenses, comandados por la villana Rose y Papa Cuervo, que se alimentan del vapor de los niños que tienen el mismo don que Danny y Abra, un vapor que aumenta con el dolor cuando son asesinados. Asistimos a un enfrentamiento con armas en el bosque entre Danny, Billy (el buen samaritano que le ha dado cobijo y trabajo) y Abra contra los acólitos de Rose, que verán mermados sus efectivos. Más tarde la función nos traslada a un decrépito Overlook, que entre el moho y el óxido conserva su ancestral y misteriosa elegancia, para rendir tributo a El Resplandor con esas imágenes de un Danny niño pedaleando por la moqueta, la aparición de las niñas gemelas asesinadas, la puerta destrozada por el hacha de Jack, el laberinto… y aunque el clímax final, sempiterno enfrentamiento entre las fuerzas del bien y del mal, está rodado con estrépito de una forma atropellada, no emborrona algunos logros del film, como esa primera media hora que capta a la perfección el contexto gélido y desgarrador de la novela.



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