Terror florido y bucólico
“MIDSOMMAR” êêê
Tras media docena de cortos, Ari Aster sorprendió el pasado año a
crítica y público con Hereditary, auténtico sleeper de la
temporada convertido en un estudio psicológico de personajes que se desarrolla
fluctuando entre el psicodrama y los ritos recurrentes de las presencias
sobrenaturales que encuentran en la aflicción y desesperación de una familia un
fértil sustrato.
En su segundo largometraje, Midsommar,
narra cómo una pareja que atraviesa una crisis sentimental, Dani (Florence Pugh) y Christian (Jack Reyner) deciden darse
una oportunidad disfrutando de unas vacaciones en una idílica isla sueca. Junto
con los amigos de él, se embarcarán en un viaje a un festival de verano que se
celebra una vez cada 90 años en una remota aldea sueca. No obstante, y a pesar
de la paradisíaca apariencia, el lugar no es lo que parece. Pronto comienzan a
darse cuenta de que los anfitriones realizan perturbadores rituales paganos que
pondrán a prueba la relación de cada uno de los huéspedes y su instinto de
supervivencia.
A la protagonista del film, Dani, a la que
da oxígeno de forma sobresaliente Florence
Pugh, el viaje con su pareja y amigos a la idílica campiña sueca, le sirve
para descongestionar su alma tras las terribles muertes de su familia. Y es su
frágil espíritu, su vulnerabilidad lo que le sirve a Ari Aster para configurar
el eje narrativo tras el dramático prólogo, construyendo los cimientos de una
historia que entre la tradición bucólica y naturista de la comunas hippys y los
rituales paganos de una secta y sus escalofriantes sacrificios, avanza con un
in crescendo de la tensión realmente inquietante, imprimiendo valor a cada
detalle con la luz radiante del sol.
Midsommar toma como referencia a El
hombre de mimbre (film de culto que está en el contexto y el subtexto del
relato rozando el plagio) para articular un relato que se toma su tiempo para
crear un ambiente cada vez más enfermizo y malsano en el útero de una comunidad
endogámica que reparte bienaventuranzas a la vida al mismo tiempo que monta
tremendas carnicerías para celebrar sus sangrientas ofrendas. Acorde con los
siniestros y decadentes tiempos que vivimos, la película se impone como una
perversa ceremonia de sexo, muerte, folclore y juegos florales.
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