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viernes, 30 de agosto de 2019
“AMENAZA EN LA SOMBRA”, LA ESCENA SEXUAL MÁS REALISTA
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martes, 27 de agosto de 2019
CRÍTICA: "INFIERNO BAJO EL AGUA" (Alexandre Aja, 2019)
Acosados
“INFIERNO BAJO EL AGUA” êêê
(Alexandre Aja, 2019)
El director francés Alexandre Aja (uno de los padres del New French Extremity) debutó con la distopía Furia
(1999), pero fue con el estreno de su segundo largometraje, Alta
Tensión (2003) cuando su nombre comenzó a sonar con fuerza entre los
aficionados al género de terror, que con el tiempo la han convertido en una
película de culto. Posteriormente, Aja realizó un musculoso remake de la mítica
película de Wes Craven Las colinas tienen ojos (2006). Pero
lo cierto es que, salvo aquella jugosa gamberrada titulada Piraña 3D (2010), el
resto de su filmografía (Reflejos, Cuernos, La
resurrección de Louis Drax) no ha conseguido alojar ningún poso en mi
memoria.
No obstante, Infierno bajo el agua es
una pequeña pero entretenida película que cuenta la historia de una chica, Haley (Kaya Scodelario) que durante un
huracán de categoría 5 en Florida, lucha por salvar la vida de su padre (Barry
Peper) atrapado en su vieja casa inundada y acosado por una legión de salvajes
caimanes.
Un argumento sencillo, y por qué no decirlo,
muy trillado dentro del fantaterror, le sirve al director para crear una
película de monstruos marinos muy aseada, una temática nada extraña para él
tras realizar aquella revisión de la recordada Piraña de Joe Dante. La
premisa no es nada sorprendente, pero Alexandre Aja encierra a sus dos casi
únicos personajes (padre e hija) en el sótano de una casa inundada para
convertirla en una ratonera infernal. Los dos sentirán en sus carnes la fuerza
de las temibles mandíbulas de los depredadores en secuencias filmadas con
nervio, tensión y un tono claustrofóbico. El director nacido en París rueda de
maravillas, sólo le hace falta elegir mejor los proyectos, lo demuestra en los
inquietantes planos cortos y en cómo encaja como guantes de seda unos flash-backs
que ofrecen pistas sobre el origen de los conflictos paternofiliales, que en
los últimos tiempos ha ido deteriorando la relación entre padre e hija.
Nada
esencial, porque lo que a Aja le
interesa es la unión de fuerzas y la lucha por la supervivencia de los dos
personajes sometidos a un acoso implacable por parte de unos caimanes a los que
el ciclón ha dejado un espléndido hábitat para la caza. Y lo hace con un pulso
firme tanto en las escenas más gores (los ataques de los caimanes a los chicos
que están asaltando la gasolinera y a los policías que se acercan en una
zodiac) como en esos escasos momentos de calma que anticipa algún encarnizado
ataque. Infierno bajo el agua se pasa en un suspiro debido al ajustado metraje
y al oficio del director, que sabe ir al grano para no otorgar ningún respiro
al espectador.
lunes, 19 de agosto de 2019
CRÍTICA: "ÉRASE UNA VEZ EN... HOLLYWOOD" (Quentin Tarantino, 2019)
Una hermosa oda al cine
“ÉRASE UNA VEZ EN… HOLLYWOOD” êêêê
DIRECTOR: Quentin Tarantino.
INTÉRPRETES: Leonardo DiCaprio, Brad Pitt, Margot
Robbie, Al Pacino, Margaret Qualley, Timothy Olyphant, Kurt Russell.
DURACIÓN: 165 minutos / PAÍS: EE.UU / AÑO: 2019
Las últimas películas de Quentin Tarantino (Malditos bastardos, Django
desencadenado y Los odiosos ocho) no han estado en
mi humilde opinión a la altura de lo que se espera de uno de los mayores genios
del Séptimo Arte surgidos en las cuatro últimas décadas. A diferencia de gran
parte de la crítica oficialista, me gustó mucho más aquella divertida gamberrada
titulada Grindhouse: Death Proof (2007), que los films anteriormente
citados. Pero si tuviera que elegir las tres mejores películas de su
filmografía hasta la fecha las situaría en este orden: su gran obra maestra Pulp
Fiction (1994), su brutal ópera prima, Reservoir Dogs (1992), y
la salvaje Kill Bill (2003), contándola como una sola película. Eso sí,
estaremos de acuerdo en que ninguna de sus obras debe ser calificada como
despreciable, pues todas tienen momentos que han quedado grabados como muescas en
mi saturada memoria cinéfila.
Érase una vez en… Hollywood (título
extraído de Érase una vez en el Oeste y Érase una vez en América,
las dos firmadas por uno de los ídolos del director, Sergio Leone) nos traslada
al Hollywood de finales de los 60 para seguir a la estrella del western
televisivo en decadencia Rick Dalton
(Leonardo DiCaprio) que intenta hacerse un hueco y adaptarse a la nueva ola en
Hollywood junto al especialista que hace de su doble en las escenas de riesgo, Cliff Both (Brad Pitt), que además pone
un poco de orden en la caótica vida del actor. Una vida que discurre ligada a
Hollywood, y además es vecino de la bella y prometedora actriz Sharon Tate (Margot Robbie), esposa del
cineasta polaco Roman Polanski, uno de los más cotizados de la época tras el
estreno de La semilla del diablo.
Como
apuntaba, Érase una vez en… Hollywood es la mejor película de Tarantino
desde Kill Bill, la más tarantiniana porque tal vez sea la que mejor
muestra su amor por el cine de serie B y por géneros tan populares como el
Spaguetti Western y de artes marciales, un cine en los márgenes, carne de
videoclubs y sesiones dobles en cines de barrio. Sin olvidarnos de las míticas
series televisivas de aquella década. Al director nacido en Knoxville le gusta
atiborrar a sus criaturas de ecos y referencias cinéfilas, en su nueva
película, entre un viejo Hollywood que agoniza y otro nuevo que emerge con
nuevas formas e ideas, mezcla personajes reales con ficticios para componer un
escenario apasionante, chispeante y dinámico en una ciudad luminosa, Los
Ángeles, en plena ebullición, rebosante de glamour, sueños y tentaciones que
atraía a todo tipo de personajes… también a los más siniestros. Como aquel
mesías de baratillo llamado Charles Manson y su “Familia”, una cohorte de
hippies que ejercen de siervos y que van todo el día puestos de ácido hasta las
cejas.
Así, la función homenajea también
a Sharon Tate, cuya pavorosa y trágica muerte en la matanza perpetrada en su
casa del 10050 de Cielo Drive por los mansonitas Tex Watson, Susan Atkins,
Patricia Krenwinkel y Linda Kasabian, acabó con los juegos florales del largo
verano del amor y el hipismo. Tarantino ejerce de cronista para explorar una
época irrepetible y que el espectador sienta el latido de lo que fue el inicio
de la última gran época dorada de Hollywood, y en el film encontramos, el
aroma, el color, la textura y muchas de las claves que abonaron aquel
fascinante momento.
Sin
el ingenio en los diálogos al que nos tiene acostumbrados en otras películas
suyas y con un guión de estructura lineal pero sólido, Tarantino se apoya en un
excelente reparto para regalarnos momentos como el de un Dalton depresivo conversando
con una niña en una pausa del rodaje, o ese maravilloso en que Sharon Tate,
tratada siempre con exquisita sensibilidad e inocencia, se acerca para comprar
una primera edición de “Tess de los d´Urberville”
con intención de regalársela a su marido, poco antes de entrar ilusionada en el
cine para ver su propia actuación en La mansión de los siete placeres, o
el breve pero muy inquietante momento en que Charles Manson se acerca decidido
a la casa de Tate, un personaje que queda muy desdibujado debido a esa fugaz aparición. Porque Tarantino es consciente de que cada vez rueda con
mayor virtuosismo, como lo demuestra la forma en que tensiona el ambiente a
plena luz del día en esa arriesgada incursión de Cliff Both en el rancho Spahn,
filmada de un modo tan alarmante, terrorífico y realista.
Érase una vez en… Hollywood,
con un bestial clímax final que sirve de desagravio a Sharon Tate y se ensaña
con sus asesinos, es una hermosa película sobre un momento crucial (descrito de
forma magistral por Peter Biskind en su libro “Moteros tranquilos, toros salvajes”) en el que unos cineastas
tomaron el relevo y mudaron la piel del viejo Hollywood, pero también un
sentido relato sobre la amistad de dos personajes que se necesitan y una
preciosa crónica sentimental de aquella ciudad de Los Ángeles que Tarantino
conoció en su niñez y juventud y que marcó para siempre su condición cinéfila y
su existencia. Queda una película para completar las diez que según afirma el
director pondrá fin a su filmografía. Ojala todo sea una mala broma.
viernes, 16 de agosto de 2019
“HISTORIAS DE MIEDO PARA CONTAR EN LA OSCURIDAD” (André Ovredal, 2019)
Leyendas y pesadillas
“HISTORIAS DE MIEDO PARA CONTAR EN LA
OSCURIDAD” êêê
(André Ovredal,
2019)
El director noruego André Ovredal dirige su segunda producción hollywoodiense tras
habernos regalado joyitas como Troll Hunter (2010) film fantástico
que en formato de falso documental sigue a un grupo de estudiantes que tratan
de destapar una conspiración del gobierno que implica a Trolls gigantes que viven
en Noruega. Pero con soporte de producción británica, su mejor película hasta
la fecha es La autopsia de Jane Doe (2016) que narra cómo un padre y un
hijo que trabajan en una funeraria reciben un día el cadáver de una joven víctima de un misterioso crimen
que no ha dejado ningún signo aparente de la causa de la muerte.
Producida
por Guillermo del Toro, Historias de miedo para contar en la
oscuridad nos presenta a un grupo de adolescentes intentando resolver
el misterio de las repentinas desapariciones que se están produciendo en el
pueblo. Stella (Zoe Colletti) es una
chica que sufre por la desaparición de su madre en el día de Halloween. Ramón
Morales es un joven latino que será reclutado pronto para ir a la Guerra de
Vietnam. Stella y sus amigos se ven envueltos en una broma pesada de Halloween
que sale mal. Un vengativo fantasma y otros seres malignos se interpondrán en
sus pesquisas.
Basada en los tres volúmenes en los que
Alvin Schwartz, contando con las ilustraciones de Stephen Gammell, recogió en
los años 80 una serie de leyendas y relatos de terror, el film de Ovredal nos
invita a disfrutar de esta refrescante apuesta veraniega que nos traslada al
año 1968 en un ejercicio nostálgico y virtuoso que entrelaza varias historias
en las que monstruos y fantasmas se convierten en el elemento central y
aglutinador. Y lo cierto es que la cohesión narrativa funciona con el barniz
gótico que tanto le gusta a su productor, tan amante de las atmósferas mágicas,
espectrales y sobrecogedoras.
Pero lo
realmente monstruoso es la figura intermitente de Nixon durante todo el relato,
icono de la decadencia moral de toda una nación (su espejo hoy es Trump), o el
racismo como una vergüenza viscosa adherida al tejido social de la sociedad de
la época, o la corrupción en la médula de las instituciones. En la función late
el universo de Stephen King, de las Pesadillas
de R. L. Stine, de series como Stranger
Things para conformar una propuesta bien dirigida e inteligente que invoca
un terror tan básico como eficaz.
sábado, 3 de agosto de 2019
"MIDSOMMAR" (Ari Aster, 2019)
Terror florido y bucólico
“MIDSOMMAR” êêê
Tras media docena de cortos, Ari Aster sorprendió el pasado año a
crítica y público con Hereditary, auténtico sleeper de la
temporada convertido en un estudio psicológico de personajes que se desarrolla
fluctuando entre el psicodrama y los ritos recurrentes de las presencias
sobrenaturales que encuentran en la aflicción y desesperación de una familia un
fértil sustrato.
En su segundo largometraje, Midsommar,
narra cómo una pareja que atraviesa una crisis sentimental, Dani (Florence Pugh) y Christian (Jack Reyner) deciden darse
una oportunidad disfrutando de unas vacaciones en una idílica isla sueca. Junto
con los amigos de él, se embarcarán en un viaje a un festival de verano que se
celebra una vez cada 90 años en una remota aldea sueca. No obstante, y a pesar
de la paradisíaca apariencia, el lugar no es lo que parece. Pronto comienzan a
darse cuenta de que los anfitriones realizan perturbadores rituales paganos que
pondrán a prueba la relación de cada uno de los huéspedes y su instinto de
supervivencia.
A la protagonista del film, Dani, a la que
da oxígeno de forma sobresaliente Florence
Pugh, el viaje con su pareja y amigos a la idílica campiña sueca, le sirve
para descongestionar su alma tras las terribles muertes de su familia. Y es su
frágil espíritu, su vulnerabilidad lo que le sirve a Ari Aster para configurar
el eje narrativo tras el dramático prólogo, construyendo los cimientos de una
historia que entre la tradición bucólica y naturista de la comunas hippys y los
rituales paganos de una secta y sus escalofriantes sacrificios, avanza con un
in crescendo de la tensión realmente inquietante, imprimiendo valor a cada
detalle con la luz radiante del sol.
Midsommar toma como referencia a El
hombre de mimbre (film de culto que está en el contexto y el subtexto del
relato rozando el plagio) para articular un relato que se toma su tiempo para
crear un ambiente cada vez más enfermizo y malsano en el útero de una comunidad
endogámica que reparte bienaventuranzas a la vida al mismo tiempo que monta
tremendas carnicerías para celebrar sus sangrientas ofrendas. Acorde con los
siniestros y decadentes tiempos que vivimos, la película se impone como una
perversa ceremonia de sexo, muerte, folclore y juegos florales.