Un reguero de cadáveres
“JOHN WICK:
CAPÍTULO 3 - PARABELLUM” êêê
(Chad Stahelski, 1997)
Tercera entrega de la saga John Wick que
vuelve a estar dirigida por el antaño especialista reconvertido en director Chad Stahelski, firmante de las dos
entregas anteriores John Wick: Otro día para matar
(2014) y John Wick: Pacto de sangre (2017). Ahora, con 14 millones como
recompensa por su cabeza, John Wick (Keanu Reeves) está en
plena huida. Después de haber roto la regla de matar a alguien en el Hotel
Continental, Wick debería haber sido ejecutado, excomulgado y con su membresía
revocada, aún dispone de una hora de ventaja para huir, a partir de ese tiempo
una legión de hombres y mujeres sicarios de todo el mundo tratarán de
detenerle. Eso sí, encontrará una aliada que sigue creyendo en él.
Una
máxima que se debe seguir escrupulosamente en este tipo de películas de acción
vertiginosa es que las secuelas tienen que ofrecer a los espectadores una dosis
mayor y mejor de violencia hiperbólica. Es lo que nos encontramos en John Wick: Capítulo 3 – Parabellum, que
eleva el listón de todo lo que hemos visto en los anteriores capítulos. Sobre
todo en la primera media hora, que deja al espectador exhausto con unas
endiabladas set-pieces en las que se amontonan los cadáveres, y Wick, como
siempre, no se muestra muy ortodoxo en sus métodos de aniquilación. Dejando suspendida la credibilidad, al respetable no
le queda otra opción que disfrutar de la extrema y trepidante acción, tan
autoparódica y desprejuiciada como autoconsciente. Es cierto que esta saga no
puede presumir de hacer una reflexión introspectiva sobre el hombre y sus
comportamientos, a pesar de que a veces se trata de imprimir un tono trágico
característico del neo-noir, pues es fácil deducir que todo el universo está
inspirado por el thriller y el cine de acción asiático.
John Wick: Capítulo 3 – Parabellum
se regodea en el exceso dotando al relato de un tono épico y por momentos,
hilarante. En resumidas cuentas, crear espectáculo a partir del continuo
movimiento. Keanu Reeves me cae bien aunque hay otros intérpretes con mejores
dotes dramáticas, pero tal vez Stahelski se olvida del desarrollo de los
personajes para construir un mínimo arco dramático, con dos pinceladas nos
presenta al sicario al que da vida Mark Dacascos y a esa guerrera del desierto
que encarna Halle Berry. De lo que se
trata es de montar un espectáculo hiperviolento, tan parco en diálogos como
coreográfico en la planificación de las peleas. Liturgia que aman los que no
quieren gastar en el cine ni una sola neurona.
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