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viernes, 15 de febrero de 2019

CRÍTICA: "CLÍMAX" (Gaspar Noé, 2018)


El último baile

CLÍMAX  êêê
(Gaspar Noé, 2019)
    
   
    Sigo al cineasta argentino afincado en Francia Gaspar Noé desde su debut con el largometraje Solo contra todos (1991) un crudo relato sobre los límites amorales de la existencia que aún hoy sigue siendo su mejor película. Pero fue en el año 2002 cuando alcanzó fama internacional con Irreversible, un film que resultó un escándalo allí donde se estrenó por la salvaje escena de una violación y la venganza adquiriendo su propia lógica interna. También disfruté Enter the Void (2009) film entre lo experimental y lo surrealista que se desarrolla en Tokio. Love (2015) película con imágenes explícitas de sexo resultó mucho menos transgresora de lo que pretendía y se impone como su más floja película hasta la fecha.

   
   En su quinto largometraje, titulado Clímax nos traslada a los años 90 y nos presenta a una veintena de bailarines de danza urbana que se reúnen para unas jornadas de tres días de ensayo en un internado abandonado en el interior de un bosque. Así, hacen su último baile común y luego montan la última fiesta de celebración alrededor de una gran fuente de sangría. Enseguida la atmósfera se vuelve eléctrica y una extraña locura envolverá la noche. A todos les parece obvio el hecho de que han sido drogados pero no saben por quién o por qué.

  
    Con un guión de no más de tres páginas, que deja el verbo para mejor ocasión, Gaspar Noé encierra a sus bailarines callejeros en un caserón del bosque en donde tras un par de números musicales degustarán una sangría condimentada con algún componente lisérgico. La función avisa al espectador que está basada en hechos reales (no he encontrado información, puede ser una leyenda urbana), pero no importa porque todo parece una excusa para montar unas espléndidas coreografías que a través de virtuosos planos secuencia captan a la perfección la sincronización de la música electrónica de los 80 y 90 con el movimiento de los cuerpos sudorosos de los bailarines que parecen poseídos. Un rótulo con la frase “La muerte es una cosa extraordinaria” queda como sentencia premonitoria. Puede que sea así, porque durante la fiesta una locura colectiva se apoderará de todos los bailarines dando sentido a otro axioma que aparece sobreimpresionado: “Vivir es una imposibilidad colectiva”. Para quien esto firma, Clímax sólo resulta interesante hasta el primer y alucinante baile (la energía y la vida), todo lo demás es un proceso extremo de aniquilación (la muerte) en su forma más primitiva y salvaje, sin escrúpulos ni autocontrol. 

2 comentarios:

  1. Un poco de autocontrol sí se echa en falta.

    Un abrazo.

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  2. Claro, el aspecto lisérgico de la función lo contamina todo.

    Un abrazo.

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