Ancestrales ritos del terror
“GHOSTLAND” êêê
(Pascal Laugier, 2017)
Pascal
Laugier que debutó en el año 2004 con la mediocre El internado formó parte
de aquella hornada de directores que en la primera década del siglo XXI dieron
cauce a una corriente conocida como Nuevo Extremismo Francés del Terror. Su
obra cumbre, Martyrs (2008), causó un impacto bestial y hoy está considerada
una película de culto y una de las joyas del terror del nuevo siglo. Tras
dirigir la intrascendente El hombre de las sombras (2012), nos
presenta ahora la que es sin duda su mejor película desde aquella cima que
supuso Martyrs.
En Ghostland nos encontramos con Beth y Vera (Crystal Reed y Anastasia Phillips) que junto a su madre se
trasladan a una casa misteriosa que acaban de heredar de su tía. La primera
noche que pasan allí sufren un brutal ataque por parte de unos psicópatas.
Alejada de su terrible pasado, Beth, admiradora incondicional de H. P.
Lovecraft, se ha convertido en una exitosa escritora de novelas de terror, ha
rehecho su vida y creado su propia familia. Por el contrario, su hermana no ha
tenido la misma suerte. Después de 16 años, Beth vuelve a casa para
reencontrarse con su madre y con su
hermana. Será entonces cuando descubra que Vera se ha convertido en una maniaca
autodestructiva que está perdiendo la cabeza. Su vuelta será un regreso al
pasado que desencadenará extraños sucesos.
Magnífico prólogo el que nos regala
Laugier con las hermanas y su madre dirigiéndose en coche al paisaje inhóspito
que acoge la casa que acaban de heredar. Momento en el que son adelantadas por
un inquietante camión rosa que es una especie de quiosco ambulante de
golosinas. En la casa, por supuesto, no tendrán tiempo de acomodarse cuando, ya
de noche, el enigmático camión llega hasta los dominios del caserón. Pronto se
desata el infierno y son atacadas con un nivel de sadismo insufrible, y aunque sobreviven
para contarlo, el suceso dejará en madre e hijas una terrible e indeleble
huella.
Dieciséis
años después, el andamiaje de la trama se construirá a base de giros y
retruécanos que hacen la narrativa un poco abstrusa, pero eso es lo que menos
le preocupa a este generador de pesadillas que aquí se aleja de la explicitud
gore de Martyrs pero logra extraer
esencias de un terror puro, sobre todo en las escenas que tienen como
protagonista a un gigante deformado y perturbado con aspecto de ogro. Con
momentos oníricos y sobrenaturales, la casa actúa como un personaje más de la función con sus espectrales estancias,
secretos y muñecas de porcelana como reflejo de ancestrales fantasmagorías. Laugier
consigue con Ghostland un acertado equilibrio entre el terror bruto y
vigoroso y el susto recurrente tan de moda en el cine actual. Hora y media de
diversión para el gourmet del terror más contundente.
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