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jueves, 21 de junio de 2018

CRÍTICA: "GHOSTLAND" (Pascal Laugier, 2018)


Ancestrales ritos del terror
GHOSTLANDêêê
(Pascal Laugier, 2017)
     
    
   Pascal Laugier que debutó en el año 2004 con la mediocre El internado formó parte de aquella hornada de directores que en la primera década del siglo XXI dieron cauce a una corriente conocida como Nuevo Extremismo Francés del Terror. Su obra cumbre, Martyrs (2008), causó un impacto bestial y hoy está considerada una película de culto y una de las joyas del terror del nuevo siglo. Tras dirigir la intrascendente El hombre de las sombras (2012), nos presenta ahora la que es sin duda su mejor película desde aquella cima que supuso Martyrs.

    
   En Ghostland nos encontramos con Beth y Vera (Crystal Reed y Anastasia Phillips) que junto a su madre se trasladan a una casa misteriosa que acaban de heredar de su tía. La primera noche que pasan allí sufren un brutal ataque por parte de unos psicópatas. Alejada de su terrible pasado, Beth, admiradora incondicional de H. P. Lovecraft, se ha convertido en una exitosa escritora de novelas de terror, ha rehecho su vida y creado su propia familia. Por el contrario, su hermana no ha tenido la misma suerte. Después de 16 años, Beth vuelve a casa para reencontrarse  con su madre y con su hermana. Será entonces cuando descubra que Vera se ha convertido en una maniaca autodestructiva que está perdiendo la cabeza. Su vuelta será un regreso al pasado que desencadenará extraños sucesos.

     
  Magnífico prólogo el que nos regala Laugier con las hermanas y su madre dirigiéndose en coche al paisaje inhóspito que acoge la casa que acaban de heredar. Momento en el que son adelantadas por un inquietante camión rosa que es una especie de quiosco ambulante de golosinas. En la casa, por supuesto, no tendrán tiempo de acomodarse cuando, ya de noche, el enigmático camión llega hasta los dominios del caserón. Pronto se desata el infierno y son atacadas con un nivel de sadismo insufrible, y aunque sobreviven para contarlo, el suceso dejará en madre e hijas una terrible e indeleble huella.


    Dieciséis años después, el andamiaje de la trama se construirá a base de giros y retruécanos que hacen la narrativa un poco abstrusa, pero eso es lo que menos le preocupa a este generador de pesadillas que aquí se aleja de la explicitud gore de Martyrs pero logra extraer esencias de un terror puro, sobre todo en las escenas que tienen como protagonista a un gigante deformado y perturbado con aspecto de ogro. Con momentos oníricos y sobrenaturales, la casa actúa como un personaje más  de la función con sus espectrales estancias, secretos y muñecas de porcelana como reflejo de ancestrales fantasmagorías. Laugier consigue con Ghostland un acertado equilibrio entre el terror bruto y vigoroso y el susto recurrente tan de moda en el cine actual. Hora y media de diversión para el gourmet del terror más contundente.   

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