domingo, 25 de febrero de 2018

CRÍTICA: "MY FRIEND DAHMER" (Marc Meyers, 2017)


Viaje al origen de una mente perturbada
MY FRIEND DAHMERêêê
DIRECTOR: MARC MEYERS.
INTÉRPRETES: ROSS LYNCH, ALEX WOLFF, VINCENT KARTHEISER, ANNE HECHE, DALLAS ROBERTS, MILIES ROBBINS.
 GÉNERO: DRAMA / EE.UU. / 2017 / DURACIÓN: 107 MINUTOS.

    
   El director estadounidense Marc Meyers debuta en el año 2010 con el drama Harvest, film que no he tenido la oportunidad de ver y que narra la reunión veraniega en una hermosa ciudad costera de tres generaciones con su patriarca. En 2015 se situó de nuevo detrás de la cámara para dirigir el drama romántico escrito por él mismo How He Fell in Love, film del que ni siquiera tengo referencia alguna. No obstante, su nombre comenzará a sonar con su última apuesta, My Friend Dahmer, que adaptando la novela gráfica de Derf Backderf (compañero de instituto de Dahmer e interpretado por Alex Wolff) narra las correrías adolescentes de Jeffrey Dahmer, el famoso asesino en serie conocido como El caníbal de Milwaukee, que mató a 17 personas y practicó la necrofilia, el canibalismo y otras guarrerías con algunas de sus víctimas.


     Jeff Dahmer (Ross Lynch) es un adolescente fuera de lugar luchando por sobrevivir en la escuela secundaria con una vida familiar en ruinas. Recoge de las carreteras animales atropellados, se siente secretamente atraído por un tipo que practica running por su barrio y se enfrenta a su inestable madre y su bien intencionado padre. Pronto comienza a portarse mal en el instituto y sus estúpidas gamberradas ganan adeptos hasta formar una banda llamada The Dahmer Fan Club, dirigida por Derf Backderf. Pero esta camaradería no puede ocultar su creciente depravación. Al acercarse a la graduación, Jeff se mueve en espiral hacia la pérdida de control, acercándose cada vez más a la locura.


     No es la primera vez que la figura de Jeffrey Dahmer salta a la gran pantalla, y se hace necesario recordar la infravalorada Dahmer (David Jacobson, 2002) que sirvió a un casi desconocido Jeremy Renner como trampolín a la fama con una actuación destacable en un relato que merece una reposada revisión. También recuerdo haber visto un curioso documental experimental  titulado The Jeffrey Dahmer Files (Chris James Thompson, 2012). Marc Meyers logra un perturbador retrato previo del Carnicero de Milwaukee consiguiendo algo inaudito: provocar la inquietud e incluso el horror conectando empáticamente al público con el incipiente psicópata, un mérito que es en gran parte atribuible al gran esfuerzo interpretativo de Ross Lynch, que proyecta un magnetismo constante sin difuminar la abominable realidad.
  

    Meyers estructura la película sobre tres ejes fundamentales de la vida adolescente de Dahmer para trazar su perfil psicológico y tratar de arrojar algo de luz sobre su fatal desvarío intentando mostrar cómo el infame asesino en ciernes reprimía sus deseos: el primer foco de atención lo pone en el ámbito doméstico, con las tensiones que se vive en su casa con unos padres que no se soportan, que están siempre riñendo y cuyo fracasado matrimonio terminará en divorcio; el segundo punto de interés de Meyers es el instituto, en donde a base de payasadas sin pizca de gracia consigue artificiosamente romper su carácter solitario y asocial hasta que sus desequilibrios mentales le llevan a profundizar en el lado macabro de la existencia; y finalmente sus vagabundeos en solitario, en donde le vemos recogiendo de las carreteras animales muertos con los que experimenta metiéndolos en ácido (su padre era químico y Jeff montó en el jardín su espeluznante laboratorio) o abrirlos en canal para ver qué tienen dentro.


     Asistimos así al progresivo deterioro de una mente enferma en un entorno que obliga al protagonista a reprimir sus emociones y deseos (su labor de espionaje del corredor por el que siente una irresistible atracción sexual, sus impulsivas masturbaciones), una dolorosa autocastración sentimental que en la trama resulta reiterativa como queriendo poner énfasis en un aspecto de la personalidad del protagonista que marcaría su terrorífico proceder posterior. 


   Se hace necesario insistir en la modélica y por momentos estremecedora interpretación del antiguo chico Disney Ross Lynch, capaz de dotar de registros desasosegantes a su personaje (sus silencios, su mirada torva, su encorvado caminar), marcando de manera realista las pautas de su degeneración psíquica y sus tormentos, que en algunos momentos alcanza cotas conmovedoras (la escena en el centro comercial). Meyers y Lynch logran que Dahmer resulte más amenazante por lo que esconde que por lo que muestra, pues es en las tinieblas interiores donde la bestia va depositando el veneno, y es la génesis de su existencia lo que Meyers explora para intentar comprender -sin justificar- el tenebroso laberinto de su mente ofuscada. Esperamos grandes cosas de este director.



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