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domingo, 26 de noviembre de 2017

CRÍTICA: "EN REALIDAD, NUNCA ESTUVISTE AQUÍ" (Lynne Ramsay, 2017)


"ENREALIDAD, NUNCA ESTUVISTE AQUÍêêêê
  

   La directora escocesa Lynne Ramsay se está construyendo una sólida y sobresaliente carrera que, tras varios cortos, comenzó con el largometraje Ratcatcher (1999), film de tono social y ambientado a finales de los 70 cuya trama se levanta tras la trágica muerte de un niño en una pelea. Fue en 2002 cuando presentó su siguiente película, Morvern Callar, que protagonizada por Samantha Morton sigue a una joven que tras salir de su trabajo como cajera de un supermercado llega a casa y encuentra el cadáver de su novio, que al parecer se ha suicidado. Tras agenciarse la novela que él había terminado recientemente, inicia un viaje iniciático a Ibiza. Tras nueve años desde esa última película, firma la que es su obra más conocida, Tenemos que hablar de Kevin (2011), cinta basada en la novela de Lionel Schriver con Tilda Swinton dando vida a una escritora que a la edad de 40 años decide tener su primer hijo y tiene que enfrentarse a las dificultades que ello conlleva.

    
   A pesar de contar con esta escueta y brillante filmografía, siempre enmarcada dentro del más rabioso cine independiente, Ramsay logra llegar a un público más amplio con este contundente thriller titulado En realidad, nunca estuviste aquí que consiguió alzarse con los premios al Mejor Actor para Joaquin Phoenix y al Mejor Guión en el pasado Festival de Cannes. Veamos: Joe (Joaquin Phoenix) ex marine y antiguo veterano de guerra es un tipo solitario que dedica su tiempo a salvar mujeres que son explotadas sexualmente. No se permite ni amigos ni amantes y se gana la vida cobrando por rescatar jóvenes de las garras de los tratantes de blancas. Un día recibe la llamada del senador Williams (Alessandro Nivola) que le pide que rescate a su hija, Nina (Ekaterina Samsonov) que ha sido secuestrada por una red de tráfico sexual.

    
   Tomando como base la novela corta de Jonathan Ames, la última película de Ramsay abraza las claves y códigos del cine noir para edificar sobre la negra jungla de asfalto un retrato implacable y turbador de una mente torturada; de la herida existencial de Joe que sangra a borbotones (un superlativo Joaquin Phoenix que tiene la estatuilla dorada más cerca que nunca), una expansiva laceración del alma para la que no encuentra penitencia ni bendición divina. La redención en forma de despiadada venganza llegará con el peligroso rescate de la hija adolescente de un político que ha sido víctima de la mafia de la prostitución infantil. Aunque no todo sale como él esperaba, el infierno se desatará en un burdel de Manhattan. La bestia que Joe lleva dentro ha despertado con una determinación devastadora.

    
  Ramsay en ningún momento se aleja de su característico estilo personal marcado por abrumadores primeros planos de rostros y cuerpos dotando a la acción y pautas del relato de una pegajosa fisicidad, remarcando la impenetrable psicología de los personajes, ampliando obsesivamente los detalles e imprimiendo a la violencia del relato (traumáticamente desarrollada de forma elíptica o con la cortina del fuera de campo) para conformar el corpus de un exuberante thriller que alguien ha definido como el Taxi Driver del siglo XXI, pero que a diferencia de aquella cuartea el clímax final con una magnífica labor de planificación y montaje con el recurso de las cámaras de vídeovigilancia, jugando con el tiempo y el espacio y a donde muestro castigado protagonista llegará para poner fin a la pesadilla con un baño de sangre.

    
   Entre la sensible y tierna relación con su anciana madre en un ámbito doméstico y su trabajo como rescatador de almas en la hoguera, transcurre la turbulenta y pesarosa vida de Joe, en consonancia con la atmósfera, sórdida, opaca y desesperanzadora creada en torno a él, dueño de una personalidad lacónica y tortuosa y una rutina rebosante de turbulencias. El guión tiene más aristas de lo que en un primer visionado pueda parecer, y la sinuosa dirección que alguien puede tildar de amanerada yo lo defino como radiante stilo. El espectador presume que la tormentosa corriente existencial de Joe sólo puede arrastrarle hacia una catarata de violencia infernal, y que el origen de sus traumas, demonios interiores y pulsiones autodestructivas (explicados de manera modélica a través de incisivos flash backs) quedarán abiertos en canal por la lógica de una venganza demoledora. Cuando caen los títulos de crédito, mis ojos brillan como ídolos de jade. Gran película.

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