"MOTHER!" êêê
Fue su ópera prima Pi,
fe en el caos (1998) la película que dio un barniz de prestigio al
director Darren Aronofsky y sentó
las bases para que un devoto y selecto club de seguidores situara su nombre en
un altar inaccesible. El film, rodado con un exquisito blanco y negro, cuenta
cómo un brillante matemático descubre la decodificación del sistema numérico
que rige el aparente caos del sistema bursátil. No obstante, su mejor obra la
firma dos años después, Réquiem por un sueño (2000), un
relato sobre la ambición y los sueños rotos que nos presenta a una madre que
sueña con participar en su concurso televisivo favorito y su hijo y la novia de
éste que sueñan con hacerse ricos vendiendo drogas. Tras esta escalofriante
radiografía sobre las peligrosas adicciones y obsesivas ensoñaciones, estrena La
fuente de la vida (2006) que sin ser un film detestable es su obra más
floja. Levanta el vuelo con la rotunda y emocional El Luchador (2008), lo
mantiene a duras penas con la sobrevalorada Cisne negro (2010) tal
vez su película más aplaudida por el gran público, y sale mínimamente airoso
con la irregular adaptación bíblica Noé (2014).
Con un guión firmado por el propio
director, Madre! nos narra la historia de una mujer (Jennifer Lawrence)
que se queda sorprendida cuando su marido (Javier Bardem) un poeta al que han
abandonado las musas, deja entrar en su casa a unas personas que no conoce.
Poco a poco el comportamiento de su marido va siendo más extraño, y ella
comienza a estresarse e intenta echar de su casa a toda esa gente desconocida
que ha invadido su hogar.
El comienzo de la función, sin apenas
mecanismos narrativos, no da ni un segundo de respiro al espectador, y el
director de origen polaco nacido en Brooklyn consigue tensionar el ambiente con
un inquietante y enigmático prólogo que nos presenta a Jennifer Lawrence
(actual pareja de Aronofsky) recorriendo las estancias de la mansión;
inmediatamente el espectador intuye que algo va a pasar. Pero el caso es que
sólo estamos ante la presentación de los personajes protagonistas: una pareja
que vive aislada en un caserón en medio del campo que ella se encarga de
reformar mientras él busca la inspiración para plasmar versos en papel en
blanco. A los pocos minutos irrumpe en el hogar un desconocido visitante (Ed
Harris), y a partir de ahí… el vértigo, el delirio, el caos, el averno, la
tremenda sensación de que la armonía reinante ha mutado en desasosiego para
siempre; ha bastado la chispa de una visita inesperada para dinamitar la paz y
perturbar el sueño.
Nunca le ha hecho ningún bien a Aronofsky
ser tildado de visionario y desde hace algún tiempo se viene gestando una
corriente crítica que le señala como un megalómano impostor. El director, poeta
de las angustias existenciales y las pesadillas claustrofóbicas, lo sabe, y consciente de que casi siempre gana,
se relame con la bilis de esos cafres fracasados. Sin ser una película redonda
(lo podía haber sido sin ese desfasado final), Madre! amplifica la sensación
de zozobra y desesperanza que siempre impregna la obra del director y plantea
reflexiones sobre la sublimación del arte hasta niveles de misticismo y alucinación,
denuncia el desprecio de la lírica del amor en aras de la fama y el poder, y se
eleva como una metáfora sobre la maternidad como ofrenda maldita a un mundo
decadente.
Todo el corpus de la función, microcosmos
construido con mínimos y sugerentes
elementos, está dotado de una pátina multirreferencial que nos hace escuchar
los ecos del Polanski de La semilla del diablo y El
quimérico inquilino y tal vez el Buñuel de El ángel exterminador y
el Haneke de Funny Games, pero con su habilidad para transgredir la
literalidad narrativa y las formas estilísticas, escénicas y visuales,
Aranofsky carga con la cámara al hombro para captar, de manera tan magnética
como indeleble, el rostro de la mujer sufriente a la que da oxígeno una atormentada
Jennifer Lawrence como epicentro de la tragedia –y el horror-, como contenedor
de vida frente a la distraída misantropía de su pareja, un Javier Bardem que pasará de
la amargura al encantamiento, venerado como gurú de una peculiar secta de epígonos que ansía el
sacrificio y contagia la fiebre.
Abucheada en el pasado Festival de Cannes
por los mismos críticos engreídos que orgasman con las más variopintas
sandeces, Madre! se puede entender como una tétrica alegoría ecologista sobre
la capacidad depredadora y destructiva de los seres humanos con su planeta
(simbolizado por la casa), aunque el modo de desarrollar el relato dentro de
ese subgénero llamado home invasion (invasión del hogar) me lleva a
pensar en el aislamiento y la rabia del autor como ángel caído y amarrado a las
cadenas del infortunio, que busca desesperadamente revitalizarse vampirizando
la energía de sus devotos, elevándose así hacia la inmortalidad… o inmolándose
en la hoguera de pasiones en un clímax arrebatador entre la anarquía y el
éxtasis.
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