"DANGEROUS GAME" (1993)
Tras realizar varios cortos, Abel Ferrara debutó en 1979 con el
largometraje El asesino del taladro,
un film de serie B del que es también protagonista y que trata sobre un tipo
que recorre los callejones de Nueva York armado con un taladro siempre
dispuesto a hundirlo en la carne de algunos desgraciados. Fue un par de años
más tarde cuando firmó el film de culto Ángel
de venganza (M.S. 45,
1981) que narra la historia de una chica sordomuda que es violada dos veces el
mismo día y se acaba convirtiendo en una especie de vengadora feminista. Las tres
mejores películas de Ferrara según mi criterio son: El rey de Nueva York (1990) un violento y magnífico film de
gángsters protagonizado por Chirstopher Walken y que trata sobre un traficante
que quiere recuperar el territorio perdido tras años de prisión; Teniente corrupto (1992) brutal
película sobre la corrupción policial con un Hervey Keitel en una
interpretación memorable; y El funeral
(1996) una cinta espléndida sobre clanes mafiosos en los años 30 que cuenta con
un gran reparto.
Juego peligroso sigue al director de cine Eddie Israel
(Harvey Keitel) que recrea en una serie de televisión titulada “La reina de los espejos” la vida de un
matrimonio en crisis al que da vida la modelo Sarah Jennings (Madonna) y
el actor experimentado Frank Burns (James Russo) que han llevado una
vida de excesos sexuales y de drogas. La violencia de los personajes se refleja
en la vida real, pues el director está obsesionado por convertir el film en
parte de su vida, y presiona a sus actores hasta llevarlos a extremos
emocionales más allá de la ficción.
Cine dentro del cine en un
relato en el que Keitel da oxígeno a un director obsesivo, puntilloso y sin
cargos de conciencia a la hora de explorar los sentimientos de los actores y
presionarlos para aportar más realismo a la obra. Juego peligroso capta esa atmósfera opresiva y perversa que se
adueña de todos los que participan en la creación. El ritmo de la función es
pausado y las secuencias están rodadas con tanto desgarro como sobriedad,
emociones latentes incluso en las escenas tórridas que Nicolas St. James mima
en su guión para que resulten crudas y creíbles. En este aspecto sobresale Madonna,
que nos regala el mejor papel de su irregular carrera y que no desentona al
lado de un magnífico actor como Keitel y de un eficaz secundario como Russo.
Como siempre en el cine de Ferrara, la
historia tiene un tono moralista y religioso, de ahí que los que detestamos lo
políticamente correcto necesitamos que el nudo corredizo oprima más el cuello y que ese personaje egocéntrico y alucinado al que da vida el gran
Harvey Keitel se queme en el fuego con el que juega. Un fuego que arde hasta
las cenizas de la pasión convirtiendo en humo la arrogancia y el desprecio de
unos personajes que se mueven entre el narcisismo y la decadencia.
Será verdad que estamos otra vez ante una
fábula que intenta definir el bien y el mal, el cielo y el infierno, reflexión
a la que nos invita el film con Sarah Jennings en busca de la redención
espiritual y que encuentra su némesis en Frank, que no quiere seguirla por ese
camino y prefiere continuar por la senda del hedonismo autodestructivo… Y todos
sabemos que no se viaja con el alma limpia si no hay resistencia, y que ésta
requiere una lucha feroz.
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