Jennifer Connelly (Nueva York, 1970) seguramente no pasará a la
historia por ser una de las más grandes actrices de Hollywood, empero, para el
arriba firmante, ocupará siempre un lugar preferente entre las más bellas
intérpretes de todos los tiempos. Con una ya dilatada carrera dentro del mundo
del celuloide, Jenny comenzó a muy corta edad en el mundillo del espectáculo
gracias, precisamente, a su imponente belleza, su elegancia y a la mediación de
un amigo de la familia que le ofreció la oportunidad de trabajar como modelo en
anuncios publicitarios (mide 1´71) y en algún vídeo-clip. Nadie, y mucho menos
sus fans, olvidaremos su esplendoroso debut cinematográfico de la mano de
Sergio Leone en la magistral Érase una vez en América (1984). Aún
soy capaz de recuperar el eco tenue de mis suspiros cuando, desde la
desvencijada butaca de un cine de barrio barcelonés, me hipnotizó bailando a
escondidas en aquel viejo almacén de un
bar sin saber que era espiada. ¡Madre mía! Hay momentos vividos en una sala
de cine que son imborrables, ése es uno de ellos por su potente latido
melancólico ambientado por las notas de la hermosa y tristona melodía “Amapola, lindísima amapola”, y mi
enfermizo vouyerismo.
No obstante, su carrera está llena de
altibajos (repasen su filmografía), de más sombras que luces, pincelada por
momentos de gloria muy puntuales, aunque su presencia siempre resulte
estimulante. La recuerdo en aquella película italiana de terror titulada Phenomena
(1985) que dirigida por el maestro del giallo
Dario Argento tuvo bastante repercusión en Europa. Estaba febrilmente sexy en
su papel de femme fatal haciendo perder la cabeza a Don
Johnson en el fallido thriller
dirigido por Dennis Hopper Labios ardientes (1990), y
sórdidamente erótica y martirizada en Mulholland Falls: La brigada del sombrero
(Lee Tamahori, 1996), su aparición en aquella siniestra película casera
despertó sin duda nuestro morbo… y alguna cosa más. Lee Tamahori firma un petentísimo relato que nos sitúa en los 50 y narra
la historia real de cuatro policías que formaban el llamado “Escuadrón Hat”,
convirtiéndose en una unidad de élite de la policía de Los Ángeles que crearon
una serie de reglas para cumplir las leyes. Pero un caso de asesinato involucra
como principal sospechoso a uno de los miembros del escuadrón. Durante la
investigación del suceso, se convertirá en una amenaza para el resto de
miembros, que tendrán que luchar para mantener el tipo y evitar la caída del
equipo dentro de la policía.
Jennifer Connelly jamás lucío ni volvería a lucir tan bella y sensual como en sus breves
apariciones en la función de pin up sexy, cuya inocencia resulta morbosamente
intrigante, un hechizo que cautiva a los hombres y los arrastra por el camino
de la perdición. Incendiando la pantalla cada vez que aparece en toda su
desnuda plenitud en esos fragmentos de película erótica en blanco y negro que
sólo es una coartada para desarrollar una serie de subtramas en donde la
camaradería y la corrupción policial, los gánsteres que se reparten la ciudad,
las pruebas nucleares de la Guerra Fría forman parte de la maraña de intereses
que recrea el film basado en un guión de Peter Dexter sobre un argumento de
Floyd Mutrux y el propio Dexter muy en la línea del universo James Ellroy.
“Hay
mujeres veneno, mujeres y mar / mujeres
de fuego y helado metal”, canta Joaquín Sabina desde mi MP3, y como diría
el gran James Ellroy, hay mujeres que invitan al crimen, que te hunden en la
locura, que te hacen sentir un despojo pudriéndose en la extensión infernal de
un remoto desierto. Miren los gifs, el cabrón de Paul Bettany ha tenido mucha
suerte. No sé qué vio Jenny en él, pero es fácil adivinar lo que yo veo en
ella. De hecho cuando comenzó a adelgazar y se quedó como un regaliz, olvidé mi
condición de ateo para pedirle todos los días a la Virgen de la Buena Salud que
le devolviera su aspecto lozano, pero la Virgen me ofreció a cambio unas
penitencias que no he podido cumplir. Una lástima.
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