martes, 27 de diciembre de 2016

CRÍTICA: "ANIMALES NOCTURNOS" (Tom Ford, 2016)

   
      
"ANIMALES NOCTURNOS" êêêê

     Segundo trabajo del diseñador de modas reconvertido en director de cine Tom Ford, que ya sorprendió a propios y extraños con su ópera prima Un hombre soltero (A Single Man, 2009), un film melancólico, sensible e inteligente en el que Colin Firth da vida a un maduro profesor británico y homosexual que intenta buscar sentido a su existencia tras la muerte de su compañero sentimental.


     Animales nocturnos nos presenta a Susan Morrow (Amy Adams) una galerista de Los Ángeles con una vida privilegiada y casada en segundas nupcias con Hutton Morrow (Arnie Hammer). Un fin de semana, cuando su marido se encuentra en uno de sus incontables viajes de negocios, Susan recibe un paquete en el buzón. El paquete contiene la primera novela de su exmarido, Edward (Jake Gyllenhaal) de que lleva casi dos décadas sin tener noticias. Como ella siempre fue su más dura crítica, le pide en una nota que lea la novela y contacte con él, pues estará unos días en la ciudad. Susan acepta y se sumerge en la narración. Atrapada por la lectura, se da cuenta de que a su vida le falta algo y rememora su pasado y se cuestiona su futuro.

    
   Adaptación de la novela de Austin Wright, Animales nocturnos juega con los saltos temporales y de escenario para componer un relato que oscila entre la sordidez y truculencia de las escenas ficcionales que sitúan su acción en los áridos paisajes de Texas y la pulcritud y el lujo de las secuencias reales en las suntuosas mansiones de Los Ángeles. Dos escenarios disímiles que se entrelazan con el contraste de sus señas diferenciadoras. Tom Ford siempre cuida el estilo, pero mucho más la estética, la plasticidad de las formas que esconden la pulsión de vidas en la hoguera. 


    Pero Animales nocturnos es ante todo una historia de venganza, la de un examante herido de por vida que ha creado una obra escrita para procurar el dolor y la humillación de la mujer que un día le abandonó, que nunca tuvo fe en su talento y que veía en su sensibilidad un signo de debilidad. Y hay pocos sentimientos que puedan causar más dolor que la culpa.

  
    Con una meticulosa puesta en escena, Ford confronta esos dos mundos en un espejo dual en el que si miras hacia un lado te encuentras el mundo real sofisticado y falsamente feliz por el que trajina la protagonista (una Amy Adams hermosa y soberbia), y si miras para el otro lado se te abre una ventana abisal a un mundo ficticio salvaje, violento e irracional en el que un magnífico Jake Gyllenhaal, acompañado de un macilento y no menos espléndido Michael Shannon se hacen cruces por ejecutar una terrible venganza en la que uno de los objetivos es un joven delincuente de la white trash al que da vida de forma magistral Aaron Taylor-Johnson en un papel secundario. Porque la herida profunda de Susan es sentir el latido de la tragedia que se desarrolla en la ficción como en carne propia y en la de su hija desde la privilegiada atalaya de una vida de lujo y glamour. Una venganza que es a la vez sofisticada e intelectual y maquiavélica y lacerante. La historia nos aboca a un final pesimista que aguijonea los recuerdos y con ellos el peso de la culpa, la evocación de vidas quebrantadas y la soledad como estigma.  

2 comentarios:

  1. Está bien pero la historia de ficción dentro de una realidad que, desde nuestro punto de vista de espectadores, es también ficción, no contribuye a que me implique emocionalmente. Tengo la sensación de que todo tiene truco y de que me cuentan dos aventuras porque no tienen una sola que sea realmente interesante. Y me dirás que el interés reside en la interacción entre ambas historias; y es cierto, pero una cosa no impide la otra.

    Un abrazo.

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  2. Entiendo lo que dices, pero la magia del cine es lograr la connivencia, la complicidad del espectador con las historias que suceden en la pantalla y los avatares de sus personajes. De otro modo, todo lo viviríamos desde una distancia abisal, y el cine, como expresión artística y potente lenguaje revolucionario modula nuestras emociones, nuestros estados de ánimo hasta el punto de arrancarnos en una secuencia una sonrisa y en la siguiente una lágrima. Es decir, las dos historias son ficticias y las dos resultan reales. Al fin y al cabo, "Animales nocturnos" es una historia de venganza, alambicada, eso sí (hacia la exmujer en la vida real y hacia los que cometieron el horrible crimen en la ficción), pero también un relato sobre la culpa y la imposible expiación porque llega muy tarde, cuando se han quemado ya todas las naves.

    Un abrazo.

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