Retirado del cine desde que firmara esta película, tal vez muchos aficionados ignoren que el director británico Adrian Lyne (Peterborough, 1941) debutó detrás de la cámara con un film titulado Zorras (1980) que protagonizado por una jovencísima Jodie Foster trata sobre unas amigas que comparten apartamento en Los Ángeles y que seducen, humillan, adoran y se hacen amigas de los hombres sin que su amistad se vea afectada. Lyn, uno de los directores clave para entender el cine de los 80 con títulos como Flashdance (1983), 9 semanas y media (1986) y Atracción fatal (1987), continuó dirigiendo en los años 90 y regalándonos momentos de buen cine con la película de culto La escalera de Jacob (1990) y obteniendo gran éxito de público con Una proposición indecente (1993). Su decadencia llegó cuando la crítica y el público dieron la espalda a su versión de la novela de Nabokov Lolita (1997), un irregular drama romántico que ni mucho menos resulta despreciable.
Si atendemos a los títulos que conforman
su filmografía, Lyne siempre ha tenido debilidad por el cine erótico bien sea
fusionado con el thriller o el drama romántico, pero siempre marcándose unos
férreos límites. Así, no es nada extraño que se interesara por realizar un
remake del excelente film de Claude Chabrol La mujer infiel (1969),
con una temática que se repite machaconamente en su filmografía: la infidelidad,
y que a la postre puso fin a su carrera porque desde entonces no volvió a
situarse detrás de la cámara. Infiel gira en torno al matrimonio
compuesto por Edward (Richard Gere)
y Connie (Diane Lane) que parece
discurrir de una manera feliz: tienen dinero, buena posición social, un hijo y
una bonita casa residencial en las afueras de Nueva York. Pero un día, Connie
conoce a Paul (Olivier Martínez) un
joven y atractivo coleccionista de libros de origen francés con el que comienza
una relación adúltera.
Sin embargo, Adran Lyne es un erotómano
muy puritano, un calientabraguetas que nunca se atreve a ir más allá del puro
esteticismo sensual en unos relatos teñidos de un falso costumbrismo. La burguesía
retratada como una farsa que esconde secretos inconfesables, emociones
reprimidas, vidas vacías y tentadas por los deseos prohibidos. Historias en las
que siempre se ve enredado un triángulo clásico y fatal del que brota un mar de
insatisfacciones y engaños. Tal vez Infiel
no refleje con auténtica naturalidad el derrumbe del matrimonio cuando un
extraño se interpone en el predecible itinerario de una relación convencional
para dinamitar sus débiles esquematismos, pero se impone como un ejercicio
efectista que condena la dudosa moral de todos los personajes, lo que acaba
haciendo derivar la trama hacia una dolorosa intriga de perdición y muerte.
Connie, dueña de una vida
aburrida y carente de estímulos, transgrede las reglas, cruza el límite de lo
prohibido y la infidelidad enajena sus sentidos al mismo tiempo que la llena de
vergüenza, pero nada parece poder contener la atracción que siente por el bello
bohemio al que da oxígeno Olivier Martínez, una máquina sexual que la arrastra a un mundo clandestino de deseos salvajes. Todo
sin dejar de ser mujer de un solo hombre y madre de familia que, con el amante
desplazado de su entorno cercano, convierte su infidelidad en un capricho
morboso con la culpa como un sentimiento punzante y latente.
Con 38 años cuando rodó esta película,
Diane Lane jamás lució con tanto sex
appeal y magnética sensualidad, una interpretación llena de matices,
tremendamente humana, física, elegante y sofisticada a pesar de su rol de mujer
corriente envuelta en un torbellino de pasiones. Lo que imprime más morbo a sus
atolondradas peripecias buscando siempre excusas para viajar a la ciudad y
entregarse a los brazos del seductor librero. Claramente dividida
en dos partes: una primera que narra las causas de la infidelidad (furor
uterino, mayormente) y su efusivo progreso; y una segunda en la que el marido
(un contenido, incluso inexpresivo Richard Gere) descubre el pastel y la acción
discurre por el territorio del suspense, Infiel parte de una premisa nada
original y nos aboca a un final previsible. Se puede alegar que la infidelidad debería
tener un trasfondo más determinante, que las secuencias eróticas están excesivamente
constreñidas, pero aun así Lyne se las apaña para dejarnos momentos de buen
cine: la vuelta en tren de Connie tras consumar el pecado y un final abierto en
el que vemos a la pareja en su coche saltándose un semáforo en rojo sin
advertir la presencia cercana de un policía. Un calculado melodrama con una
memorable actuación de Diane Lane.
Con una guapísima Diane Lane y un sobrio Richard Gere, "Infiel" no es mejor que el original de Chabrol pero en absoluto un título despreciable. De hecho, podría ser la mejor película de Adrian Lyne.
ResponderEliminarUn abrazo.
Totalmente de acuerdo salvo en una cosa: la mejor película de Lyne para mí es "La escalera de Jacob". Diane Lane volvió a coincidir años más tarde con Richard Gere en "Noches de tormenta", pero es verdad que nunca lució tan bella como en esta fase del inicio de su madurez.
ResponderEliminarUn abrazo.