"GREEN ROOM" êêê
El director norteamericano Jeremy Saulnier, que debutó en el año
2007 con la extravagante comedia negra Murder Party, un film que gira sobre
un tipo que recibe una invitación para una fiesta de Halloween organizada por un grupo de artistas asesinos que luchan por una beca, sorprendió
a propios y extraños con su segundo y magnífico largometraje Blue
Ruin (2013), un thriller de venganza con un guión poderoso que narra la
historia de un vagabundo que vive en su destartalado automóvil hasta que un día
se entera de una noticia que le hará tomar una decisión descabellada.
Green Room nos presenta a una banda
de punk-rock sin mucha suerte compuesta por Pat (Anton Yelchin), Sam
(Alia Shawkat), Reece (Joe Cole) y Tiger (Callum Turner) acaban de ser
contratados para un bolo que no esperaban. El club donde tienen que dar el
concierto está dirigido por unos siniestros skinheads, como el público que allí
se congrega. Tras ser testigos de un brutal asesinato, los miembros de la banda
quedan atrapados en una habitación del local con los autores del crimen: neonazis
de supremacía blanca liderados por el dueño del lugar (Patrick Stewart) un tipo
que no quiere dejar testigos de lo sucedido.
Estamos ante la última película
estrenada entre nosotros protagonizada por el llorado Anton Yelchin hasta el estreno en agosto de Star Trek: Más allá, una
película enérgica que sigue el patrón de muchas películas de serie B (Asalto
a la comisaría del distrito 13, por ejemplo) que limitan su acción a un
espacio reducido creando una atmósfera malsana y claustrofóbica que hace
insufrible la tensión con escasos recursos narrativos. Saulnier diseña un
cochambroso antro donde se celebran conciertos y que es a la vez una especie de
centro social de una organización neonazi que imparte allí cursos sobre defensa
racial, adiestran a perros de presa y trafican con heroína, convirtiendo el
lugar en un una auténtica ratonera para una banda de punks rockers que tendrán
que luchar por la supervivencia. Con los personajes tratando de salir de la
habitación que da título al film –convertida en el centro de la acción-, Green
Room es un ejercicio estilizado e impenitente de tortura en un ambiente asfixiante
que, con algunos toques de humor negro, asciende las escalas de un suspense
brutal con unos personajes que desarrollan más recursos de los esperados y gran
eficacia en el tiro de cámara.
Sin la introspección psicológica de Blue
Ruin, Saulnier proyecta de manera nada sinuosa un discurso sobre el
instinto de supervivencia, la violencia como sustancia biológicamente activa y
la efervescencia de la que goza el fascismo surgido de la escoria humana en la
América profunda. Pero de lo que se trata es de subir las escalas del suspense
con un enfrentamiento bestial, lo mismo que una potente y repentina descarga de
decibelios puede destrozar los tímpanos. Al
relato no le faltan momentos de violencia seca y atroz carnicería gore (una
muñeca rota hasta los tendones, un estómago abierto en canal, una garganta
desgarrada por un pitbull…) y el director, partiendo de una premisa muy simple,
demuestra su pericia para desarrollar los mecanismos de la acción confeccionando
un subyugante juego del gato y el ratón que transmite la angustia de los
personajes al espectador, encapsulado en una historia de un terror muy físico. Green Room es un film interesante y
entretenido que elaborada con elementos muy básicos consigue atrapar la
atención de la audiencia.
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