DOCE DEL PATÍBULO
(THE DIRTY DOZEN)
Bélico - USA, 1967 - 140
Minutos.
Director: Robert Aldrich.
Iintérpretes: Lee Marvin, Ernest Borgnine, Robert Ryan, John
Cassavetes, Donald Sutherland, Charles Bronson, Telly Savalas.
Una treintena de películas jalonan la
irregular -aunque por momentos potente- carrera de Robert Aldrich
(Granston, Rhode Island, 1918 - Los Ángeles, 1983) director norteamericano que
se inicia durante los años cuarenta como ayudante de dirección de realizadores
tan prestigiosos como Jean Renoir, Charles Chaplin, Richard Fleischer y Fred
Zinneman entre otros. En 1953 filma The
big leaguer, y un año más tarde World
for ransom, films bastantes mediocres sin apenas distribución. Pese a
esto, 1954 fue un buen año para Aldrich, pues a lo largo del cual realiza dos westerns de éxito al servicio
de Burt Lancaster, Apache, un
retrato personal sobre el legendario piel roja, y Veracruz, film que cuenta con la presencia de nuestra
internacional Sara Montiel acompañando a Gary Cooper y Burt Lancaster. Ese
mismo año, además, el realizador crea su propia productora para la que realiza
sus mejores obras. Tras una insulsa etapa europea, el éxito de ¿Qué fue de Baby Jane? (1962) le
devuelve el crédito, sin embargo, su carrera, que encierra una amplia
diversidad de géneros, sigue sufriendo grandes altibajos. Algunos de los
títulos más sobresalientes de su filmografía son: El beso mortal (1955), El
último atardecer (1961), Canción
de cuna para un cadáver (1972), La banda de los Grissom (1971), La venganza de Ulzama (1972).
Sinopsis: un comando formado por doce
hombres prisioneros de guerra es reclutado por el mando americano para que
lleven a cabo una misión casi suicida, asegurándoles que de esta manera
obtendrán una revisión favorable de sus penas, contrapartida que les lleva a
sopesar los riesgos de la operación. Al final, dispuestos, los doce soldados
quedan al mando del pétreo mayor Reisman ( Lee Marvin) quien se pondrá al
frente de la peligrosa acción que tendrá lugar tras las líneas enemigas, y que
consiste en el asalto a un castillo convertido en centro de reunión de altos
mandos nazis situado en la Bretaña francesa.
Ésta es una de las películas sobre la
Segunda Guerra Mundial que más me han entretenido, un puro espectáculo que
desarrolla con gran fuerza visual y narrativa las dos constantes más genuinas
de su director: la violencia en tono seco y contundente y la ironía. Con su
habitual estilo efectista, Aldrich no tiene ningún problema para engancharnos
-amantes o no del género- desde el primer plano, para eso siempre gozó de una
prodigiosa habilidad para el ritmo y un excelente sentido de la imagen.
En la tradición y el respeto por los
géneros, con tendencia a situar a sus personajes en espacios claustrofóbicos y
agobiantes, proclive a utilizar escenarios e interiores amenazantes y con un
claro escepticismo hacia todo lo que representa la autoridad, en The dirty
dozen el grupo de los doce seleccionados en una prisión militar ofrecen
el cuadro perfecto para que el cineasta componga -sobre todo en la primera
parte- su retorcido sarcasmo. Rasgo que en determinadas ocasiones es utilizado
como un mecanismo de defensa sobre el perfil de unos personajes herméticos,
protegidos por una coraza impenetrable, encerrados en sí mismos, sin
estridencias, mostrando una vaga, cínica y mordaz visión incluso de las
tragedias en que se ven inmersos. Como muestra de ello pude valer la conclusión
a la que llega el psicólogo tras haber efectuado un reconocimiento a los
prisioneros, deduciendo que para ellos el enemigo no es el ejército alemán,
sino el americano.
La segunda parte de la película recrea el
asalto al castillo, acción que se dispone de manera un tanto artificiosa y
denota las formas sensacionalistas del autor de El beso mortal, pero
también su anticonformismo, pues si la operación puede considerarse un éxito,
ya que los oficiales alemanes han muerto, también son muy pocos los miembros
del comando que han logrado sobrevivir en medio de un aparatoso baño de sangre.
A los que han caído puede que sí les hagan una revisión favorable de sus penas,
pero no en este mundo. Lejos de la moraleja que del film se deduce, de su magma
ideológico, Aldrich nos enseña que es la guerra el hábitat natural de los
asesinos, y que si un ejército pudiera estar compuesto exclusivamente de ellos
sería imposible que perdiera alguna guerra. Buena fotografía en metrocolor de
Edward Scaife y espléndida interpretación de un John Cassavetes nominado al
Oscar al mejor actor secundario, al que acompaña todo un formidable plantel:
Charles Bronson, Jim Brown, Telly Savalas -que, por cierto, en la última cena
ocupa la misma posición que Judas en el cuadro de Leonardo Da Vinci
¿traicionará al grupo?-, Richard Jaeckel, Donald Sutherland, Ralph Meeker,
George Kennedy, Robert Webber.
Sin duda, un título muy entretenido y con un mensaje particularmente violento.
ResponderEliminarUn abrazo.
Una de las grandes películas bélicas, de aquellas que me dejaron huella cuando la vi en una reposición veraniega en los años 70 siendo un tierno infante. Aldrich es hoy un director a reivindicar, un eficaz artesano que siempre ponía a sus obras una nota de autor, y aunque "Doce del patíbulo" destila una reflexión moral cuestionable, a mí sólo me interesa la calidad de la película.
ResponderEliminarUn abrazo.