“CAMPO DE EXTERMINIO”
“DEAD END DRIVE-IN” (Brian
Trenchard-Smith, 1986)
Un autocine es el lugar elegido como
trampa por el gobierno para encerrar a los gamberros Car Boys y demás escoria
social. Al retenerlos allí, la sociedad se ve libre de una juventud rebelde y
agresiva que sólo causa problemas. Una vez dentro, mientras folla con su novia,
a Crabs (Ned Manning) le roban las
ruedas del coche de su padrastro unos policías. El dueño del autocine, el
siniestro y vulgar señor Thompson (Peter Whitford) le dice que
no hay posibilidad de conseguir otras de recambio. Hasta allí, además, no
llegan taxis, ni autobuses, ni te puedes comunicar exteriormente con nadie. Por
lo que van a tenerse que quedar a pasar allí la noche. Pero pasa la noche y
nada cambia a su alrededor, todos conviven en una especie de autocine
fantasmal, con coches que no funcionan y que han sido tuneados por sus
habitantes. Todos los días comen hamburguesas y huevos batidos en la cafetería
y las noches las pasan visionando películas de ultraviolencia y sadismo. Pero Crabs
tiene una idea, y sabe que pueden huir.
Una de las películas más raras y
originales de la década de los 80, un film de culto instantáneo que el director
australiano Brian Trenchard-Smith
construye a modo de inteligente fábula apocalíptica en donde los jóvenes
australianos excluidos por el sistema y que utilizan la calle como campo de
batalla para mostrar su desencanto son recluidos en ese páramo espectral que
representa un autocine. Lugar desde donde el gobierno los puede controlar como
si se tratara de un campo de esclavos donde se rebozan en la salsa que más les
gusta. Algo así como un campo de concentración en el que gozan de una falsa
libertad. De ahí que Crabs haga todo lo posible por escapar de un espacio por
donde campan a sus anchas tribus urbanas nihilistas (punks, neonazis…) y poder
disfrutar junto a su familia de la verdadera libertad. La situación global es
de colapso financiero, gobiernos inestables y altas tasas de desempleo.
Trenchard-Smith, con un ajustadísimo
presupuesto que estira al máximo, logra secuencias acertadísimas a pesar de los
pocos recursos de que dispone, con escenas de acción y explosiones bien
rodadas, aprovechando el crepuscular escenario, asaltado por una fauna urbana
variopinta y coches desvencijados y absolutamente grafiteados. La historia de Peter Carey de la que Peter
Smalley saca un guión resultón, radiografía de una sociedad actual deshumanizada,
racista, conformista y ultraviolenta, como esa juventud enjaulada de la
película. Pero no está claro que, llegado el caso, la sociedad se comporte como
lo hace el joven Crabs, el único personaje auténticamente rebelde e
inconformista de la función.
El relato,
fusión de ciencia ficción distópica, comedia y acción, se convierte así en una
introspección hiperbólica de la situación socio-política mundial. Ned Manning
está excelente dando oxígeno al bueno de Crabs, un joven corriente atrapado en
una guerra que no es la suya, poniendo toda la carne en el asador para escapar
de semejante locura. Con los ecos referenciales de Mad Max, Campo de exterminio (Dead End Drive-In) es un film
entretenido al que el tiempo no ha castigado en exceso, que recrea un vertedero
con los restos del naufragio de aquella generación post-punk que repetía el
mantra “no future”, una filosofía fatalista que nuestro héroe rechaza luchando
por alcanzar un mañana y su libertad.
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