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domingo, 19 de junio de 2016

CRÍTICA: "EXPEDIENTE WARREN: EL CASO ENFIELD" (James Wan, 2016)

Un nuevo caso para los Warren
EXPEDIENTE WARREN: EL CASO ENFIELD êêê
Director: James Wan
Intérpretes: Patrick Wilson, Vera Farmiga, Frances O´Connor, Franka Potente, Madison Wolfe, Lauren Esposito.
Género: Terror / EEUU / 2016  Duración: 133 minutos.                 


      Cuando James Wan pegó el pelotazo con Saw (2004) dejó claro que su irrupción por la puerta grande del cine de terror no era flor de un día. Que estábamos ante un director inteligentísimo y con gran pericia para construir artefactos que perduren en la memoria del aficionado hasta el punto de encender la mecha de varias sagas. Pero es que además, cuando ha querido saludar al respetable lejos del encasillamiento al que parecía abocado, como el caso de Sentencia de muerte (2007) un injustamente minusvalorado thriller de venganza con un Kevin Bacon como justiciero, salió airoso y el film hoy está siendo reivindicado. En mi opinión, es hora de abandonar la machacona temática de lo sobrenatural y las casas encantadas de Insidious y Expediente Warren por un tiempo y dar un golpe de timón para explorar nuevos horizontes, como ya hiciera con Fast & Furious (2015). Al parecer, así será también ahora, pues anda ya liado en la preproducción de Aquaman, sobre el superhéroe de DC Comics que será interpretado por Jason Momoa y que verá la luz en 2018.

    
     Claro que el cine es una industria, un negocio, y Expediente Warren llegó a recaudar 318 millones de dólares partiendo de un presupuesto de 20 millones. Para Expediente Warren: El Caso Enfield el cineasta de origen malayo se basa en caso real del Poltergeist de Enfield que nos sitúa en la Inglaterra de 1977. En la pequeña localidad londinense, una madre soltera, Peggy Hodgson (Frances O´Connor) y sus cuatro hijos asisten atónitos a una serie de sucesos paranormales que acontecen en su hogar sin ninguna explicación racional. Para investigar esos extraños fenómenos y ayudar a la familia, nos encontramos de nuevo con el matrimonio de reputados demonólogos formado por Lorraine (Vera Farmiga) y Ed Warren (Patrick Wilson) que se ponen manos a la obra para tratar de verificar estos fenómenos paranormales que parecen centrarse  en los habitantes más jóvenes de la casa. La pareja estará acompañada por la parapsicóloga alemana Anita Gregory (Franka Potente) que duda de los métodos de la pareja y de los hechos que están ocurriendo en el hogar de los Hodgson.

   
     James Wan filma de maravillas. Esto, que es algo que está fuera de toda discusión, lo sabe apreciar el aficionado al género que agradece que se trate con mimo este tipo de producciones que casi siempre han sido muy denostadas por la crítica más pureta y oficialista. El idilio de Wan con la taquilla y los aficionados (que celebran haber encontrado un nuevo maestro del terror) tiene visos de prolongarse con Expediente Warren: El Caso Enfield, que se inicia con prólogo espeluznante del caso de la familia Lutz en Amityville y la carnicería perpetrada con su familia por Ronnie DeFeo en 1974.  Con la habilidad acostumbrada para la creación de atmósferas asfixiantes y estremecedoras, Wan reproduce los esquemas del film seminal para mantener al espectador pegado a la butaca con un persistente escalofrío surcándole la espalda. La cámara impenitente recorre de manera sinuosa las estancias herrumbrosas de la casa de los Hodgson sin que sea posible evitar que a uno se le ericen los vellos, asaltado por un milimetrado ritual de sustos y sobresaltos que desde algún rincón del hogar esconde la amenaza latente, terrorífica y espectral, un bucle pesadillesco que acaba dotando de poesía la épica del sufrimiento, de la que también es víctima el matrimonio Warren, con la presencia de una monja demoníaca que les persigue.

   
     Con una cuidada ambientación setentera, un escenario desvencijado, húmedo y lo suficientemente lúgubre para que Wan pueda desplegar todo su arsenal de recursos visuales y de sonido, Expediente Warren: El Caso Enfield da otra vuelta de tuerca a la premisa “los casos Warren” desarrollada en el film seminal pero con secuencias más elaboradas, mayor profundidad dramática y más sustos, pero aportando pocas novedades, en un intento por subir la apuesta equilibrando la tensión ambiental con la empatía de la platea hacia las víctimas.

                                                                                                                                                                   
    Estamos ante una aceptable secuela con secuencias de verdadero terror muy conseguidas (el perro que se transforma en El Señor Retorcido, la imagen difuminada del anciano sentado en el sillón en la penumbra, la aparición fantasmal de la monja) y un clímax final a modo de impactante aquelarre en donde Wan demuestra toda su pericia para crear momentos electrizantes que ponen los ojos de los espectadores como platos. Un clímax que antecede a unos créditos finales sobresalientes que dotan de una sensación de verismo las sensaciones vividas por la audiencia. Sí, ya sé que muchos espectadores se preguntarán que si el meollo de toda esa fantasmal espiral estaba en el sillón, por qué no se deshicieron de él, pero ya sabemos que en estos artefactos nada es definitivo y Wan guarda un culto especial por los objetos, instrumentos que forman parte siempre de un teatro tan obsesivo como diabólico.  



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