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jueves, 19 de mayo de 2016

EL CARNICERO (1998), LA CARNE LLAMA A LA CARNE

IL MACELLAIO (Aurelio Grimaldi, 1998)


     En la gloriosa y añorada época de los videoclubs en los que se exhibían toda la basura que salía al mercado, siempre me encontraba esta cinta por ahí dando vueltas y tentándome aunque tenía toda la pinta de ser una bazofia con un envoltorio muy inspirador. El metraje era ajustado y la piba que aparecía en la carátula valía la pena,  tanto como para que me mostrara dispuesto a perder hora y media de mi tiempo. Por otra parte, la película estaba dirigida por Aurelio Grimaldi, que debutó con un interesante drama surrealista titulado Aclá (1992), había dirigido a Penélope Cruz en un drama menor, La rebelde (1994) y su cine siempre mostraba interés por el tema sexual con títulos como Le Buttane (1994) y La donna Lupo (1999).


       El carnicero nos cuenta la historia de Alina (Alba Parietti) una mujer muy atractiva y con mucho éxito en su profesión como directora de una galería de arte. Pero su vida amorosa atraviesa uno de sus peores momentos con su marido siempre ausente por motivos laborales y con quien no puede tener hijos. Enredada en las tareas del hogar, encuentra pronto una gran atracción en el carnicero, Bruno (Miki Monojlovic) un hombre que a pesar de lo que pueda parecer por su oficio, es delicado y simpático y cuenta con un don especial para seducir a las mujeres. El carnicero despierta el deseo más irrefrenable en Alina, que observa con debilidad y algo de envidia los juegos de seducción que Bruno se trae con las clientas,


      Grimaldi no pierde el tiempo en cuestiones irrelevantes porque es consciente de que tiene poco que contar: una mujer vegetariana de clase alta que dirige una galería de arte y que tras sufrir un desmayo visita al médico, que le recomienda que coma carne porque su cuerpo necesita hierro y vitaminas, lo que le ha provocado una anemia. Es la premisa que da pie para que conozca al carnicero, que tiene un encanto irresistible para las clientas y que iniciará una relación con Alina, que pertenece a una clase social muy distinta a la suya. De ahí el contraste entre el caserón de la galerista y el lugar donde trabaja Bruno, el popular mercado la Vucciria de Palermo, enclave pintoresco y soleado del Mediterráneo en la región de Sicilia. En el film se intenta reflexionar sobre temas profundos como el verdadero amor, el deseo sexual, la infidelidad y la necesidad de adoptar un niño, subtrama ésta última metida en el guión con calzador. En realidad todo importa poco, la historia no es nada sin la agreste sensualidad de Alba Parietti, una mala actriz con unos labios de escándalo y un cuerpo flexible y perfectamente moldeado.

     
     No sé si vale reseñar alguna escena tórrida como ese polvo que tiene lugar en una enorme cámara congeladora rebosante de animales muertos que todavía chorrean sangre. Pero, tal vez, el momento más climático de la función sea cuando Alina alcanza el orgasmo al mismo tiempo que se escucha el Hallelujah de Haendel, interpretado por una orquesta dirigida por su marido, pues ésta es la profesión del cornudo. El carnicero, más allá del regalo para la vista que representa la visión del cuerpo desnudo de Alba Parietti, no funciona ni como película erótica ni como drama. Su trama es simplona, surca todos los clichés de la literatura y el cine erótico: Alina frena los avances sexuales del subdirector de la galería, pero su furor uterino va creciendo y la chispa se enciende cuando accidentalmente ve como el carnicero da embestidas salvajes a su cajera en un polvo épico. A partir de entonces sus ardientes fantasías se multiplican  y su deseo se muestra arrollador. Basada en la novela homónima de la francesa Alina Reyes, en El carnicero encontramos poca esencia del sexo lúdico y poco convencional propuesto por la novelista en su obra, muy popular a finales de los 80.   

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