IL MACELLAIO (Aurelio Grimaldi, 1998)
En la gloriosa y añorada época de los
videoclubs en los que se exhibían toda la basura que salía al mercado, siempre
me encontraba esta cinta por ahí dando vueltas y tentándome aunque tenía toda
la pinta de ser una bazofia con un envoltorio muy inspirador. El metraje era
ajustado y la piba que aparecía en la carátula valía la pena, tanto como para que me mostrara dispuesto a
perder hora y media de mi tiempo. Por otra parte, la película estaba dirigida
por Aurelio Grimaldi, que debutó con
un interesante drama surrealista titulado Aclá (1992), había dirigido a
Penélope Cruz en un drama menor, La rebelde (1994) y su cine siempre
mostraba interés por el tema sexual con títulos como Le Buttane (1994) y La
donna Lupo (1999).
El carnicero
nos cuenta la historia de Alina
(Alba Parietti) una mujer muy atractiva y con mucho éxito en su profesión como
directora de una galería de arte. Pero su vida amorosa atraviesa uno de sus
peores momentos con su marido siempre ausente por motivos laborales y con quien
no puede tener hijos. Enredada en las tareas del hogar, encuentra pronto una
gran atracción en el carnicero, Bruno
(Miki Monojlovic) un hombre que a pesar de lo que pueda parecer por su oficio, es
delicado y simpático y cuenta con un don especial para seducir a las mujeres. El
carnicero despierta el deseo más irrefrenable en Alina, que observa con
debilidad y algo de envidia los juegos de seducción que Bruno se trae con las
clientas,
Grimaldi no pierde el tiempo en
cuestiones irrelevantes porque es consciente de que tiene poco que contar: una
mujer vegetariana de clase alta que dirige una galería de arte y que tras
sufrir un desmayo visita al médico, que le recomienda que coma carne porque su
cuerpo necesita hierro y vitaminas, lo que le ha provocado una anemia. Es la
premisa que da pie para que conozca al carnicero, que tiene un encanto
irresistible para las clientas y que iniciará una relación con Alina, que
pertenece a una clase social muy distinta a la suya. De ahí el contraste entre
el caserón de la galerista y el lugar donde trabaja Bruno, el popular mercado
la Vucciria de Palermo, enclave pintoresco y soleado del Mediterráneo en la
región de Sicilia. En el film se intenta
reflexionar sobre temas profundos como el verdadero amor, el deseo sexual, la
infidelidad y la necesidad de adoptar un niño, subtrama ésta última metida en
el guión con calzador. En realidad todo importa poco, la historia no es nada
sin la agreste sensualidad de Alba Parietti, una mala actriz con unos labios de
escándalo y un cuerpo flexible y perfectamente moldeado.
No sé si vale reseñar alguna escena
tórrida como ese polvo que tiene lugar en una enorme cámara congeladora rebosante
de animales muertos que todavía chorrean sangre. Pero, tal vez, el momento más
climático de la función sea cuando Alina alcanza el orgasmo al mismo tiempo que
se escucha el Hallelujah de Haendel,
interpretado por una orquesta dirigida por su marido, pues ésta es la profesión
del cornudo. El carnicero, más allá del regalo para la vista que representa la
visión del cuerpo desnudo de Alba Parietti, no funciona ni como película
erótica ni como drama. Su trama es simplona, surca todos los clichés de la
literatura y el cine erótico: Alina frena los avances sexuales del subdirector
de la galería, pero su furor uterino va creciendo y la chispa se enciende
cuando accidentalmente ve como el carnicero da embestidas salvajes a su cajera
en un polvo épico. A partir de entonces sus ardientes fantasías se
multiplican y su deseo se muestra
arrollador. Basada en la novela homónima de la francesa Alina Reyes, en El carnicero encontramos poca esencia
del sexo lúdico y poco convencional propuesto por la novelista en su obra, muy
popular a finales de los 80.
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