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lunes, 16 de mayo de 2016

CRÍTICA: "ESPÍAS DESDE EL CIELO" (Gavin Hood, 2016)

Con los uniformes impolutos y las manos manchadas de sangre
ESPÍAS DESDE EL CIELO êêê
Director: Gavin Hood.
Intérpretes: Helen Mirren, Aaron Paul, Alan Rickman, Iain Glen, Barkhad Abdi, Phoebe Fox, Carl Beukes.
Género: Thriller / EE. UU. / 2015  Duración: 102 minutos.   
   

      
     El director sudafricano Gavin Hood comenzó su carrera escribiendo, protagonizando y dirigiendo el drama Luchar por sobrevivir (1999), sobre un abogado que se interesa por el caso de un joven acusado del asesinato de un bebé en una zona rural zulú. No presté demasiada atención a su cine hasta el estreno de Expediente Anwar (2007) correcto film protagonizado por Reese Witherspoon y Jake Gyllenhaal que narra la terrible epopeya que inicia una mujer cuando su marido, un ingeniero egipcio, es detenido, acusado de terrorismo e interrogado con métodos poco ortodoxos por la CIA. En 2009, Hood se hizo cargo del blockbuster X-Men orígenes: Lobezno, precuela mínimamente aceptable de X-Men que narra la forma en que Lobezno se convirtió en mutante. Su última película estrenada fue El juego de Ender (2013), una adaptación de la novela de Orson Scott Card que no convenció por su excesiva verborrea y escasa acción.

     
     Espías desde el cielo cuenta la historia de la coronel Katherine Powell (Helen Mirren), una oficial de la inteligencia militar británica que lidera una operación secreta para capturar a un grupo de terroristas en Nairobi (Kenia). Cuando se da cuenta de que los terroristas preparan una acción suicida inminente, ella debe cambiar sus planes de “capturar” por “matar”. El piloto estadounidense de drones Steve Watts (Aaron Paul) recibe la orden de destruir el refugio donde se hallan los terroristas, pero una niña de nueve años ingresa en la zona  para vender pan, por lo que podría ser una víctima mortal de los daños colaterales.


       La función se abre con la frase de Esquilo “La primera víctima de la guerra es la verdad”, que ya utilizara Brian de Palma en su magistral Corazones de hierro (1989), por lo que se impone aclarar que las muertes de civiles inocentes lo son siempre como consecuencia de una gran mentira y un cúmulo de intereses bastardos, pero siempre habrá una justificación para ello. Fíjense que todavía encontramos a muchas personas sin escrúpulos capaces de justificar las bombas de Hiroshima y Nagasaki.  Espías desde el cielo tiene como objetivo plantear a los espectadores ese dilema, que reflexionen y, si es posible, que se posicionen. Porque el tema ya lo conocemos: altos mandatarios de las naciones más potentes y belicistas reunidos con sus mandos militares, asesores y políticos, todos impacientes y fascinados siguiendo desde algún monitor una operación militar en algún lugar lejano del planeta.


      Lo que Gavin Hood nos muestra ahora es  toda la secuencia desde el centro de mando y control, el consejo de los juristas, el trabajo de los espías sobre el terreno, los aliados militares extranjeros y los técnicos militares que, como en un videojuego, aprietan el botón para hacer saltar en mil pedazos el refugio terrorista con un misil o un dron que, lanzado con cálculos alterados, barrerá la vida de seres inocentes. Desde su fe cristiana, Hood utiliza como excusa la guerra por control remoto para poner énfasis en el conflicto moral entre el mal menor y el mal mayor, y lo hace marcando las pautas de la creciente tensión en una cadena de decisiones que no dejará ninguna conciencia intacta.

     
     Con un reparto de actores en estado de gracia, entre los que sobresalen el fallecido Alan Rickman, Helen Mirren y Aaron Paul, Espías desde el cielo, aunque más dinámica y emocionante, juega en la misma liga que Leones por corderos (Robert Redford, 2007), lanzando una visión demoledora de la política de la guerra y el debate ético. Combatiendo con drones uno puede acabar con el uniforme impoluto, pero las manos estarán igualmente manchadas de sangre. Hablamos de una forma más aséptica y moderna de combatir y matar, pero la responsabilidad de las masacres sigue recayendo sobre las personas. El director juega bien sus cartas a pesar de que la premisa es algo tramposa y el in crescendo del suspense busca el nudo sentimental, las lágrimas, intentando captar la inmensa soledad e inconsolable aflicción del soldado que recibe órdenes, y que tal vez un día no muy lejano termine odiando un trabajo que no acaba de entender.

     
    Los militares, los políticos, los asesores y los pilotos deben hacer frente a una situación límite cuyas dudas oscilan entre perder de la batalla política o salir indemnes de la guerra propagandística, y la pelota se la van pasando por la cadena de mandos en donde todos quieren escurrir el bulto menos el decidido militar al que da vida Alan Rickman, y la durísima coronel británica encarnada por Helen Mirren, empero todos quedarán salpicados por una decisión brutal y una batalla aún más feroz que librarán en el juicio de la  conciencia los remordimientos, la condena íntima, la culpa y la inútil súplica del perdón.

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