(Giuseppe Tornatore,
2000)
Estamos en la primavera de 1941 y Mussolini ha declarado la guerra a
Francia y Gran Bretaña. Malèna
(Monica Bellucci) una mujer de belleza irresistible llega a Castelcuto, un tranquilo
pueblo de la soleada costa siciliana. Su marido está en la guerra y cada paseo
suyo se convierte en un espectáculo que va acompañado de las lujuriosas miradas
de los hombres y de los resentidos cotilleos de sus envidiosas y amargadas esposas.
Un ejército de flacos adolescentes en bicicleta la sigue allí donde vaya con la
única intención de observar su exquisita y arquetípica belleza mediterránea.
Entre ellos se encuentra Renato
(Giusseppe Sulfaro), un muchacho de trece años que está feliz por dos motivos:
estrena su primera bicicleta y se ha enamorado de Malèna. Con mucha
imaginación, Renato lleva sus deseos a unos límites de obsesiva fantasía.
Giuseppe Tornatore, firmante de Cinema
Paradiso (1988) y de las magistrales Pura formalidad (1994) y La
mejor oferta (2013), contando con el concurso de Monica Bellucci, que
quizás no sea la mejor actriz de la historia pero sí una de las presencias más
bellas del planeta cinematográfico, nos hace evocar los aromas del cine clásico
italiano con una historia dulce y melancólica sobre el despertar sexual de un
adolescente, un tema recurrente en la comedia y el drama romántico que en el
país de la bota ha sido explorado entre otros por Fellini en Amarcord
(1973) y Samperi en Malizia (1973). Basada en un relato de Luciano Vincenzoni, con
una espléndida iluminación de Lajos Koltai e inolvidable banda sonora de Ennio
Morricone (ambos nominados al Oscar), Malèna logra que la corrosiva
nostalgia se apodere del espectador recuperando sensaciones de un cine perdido, y en la que la carencia
de fuerza de los diálogos es opacada por la belleza del paisaje y la hermosura
inaccesible de Bellucci, tan voluptuosa y tentadora en su elegante caminar, tan
tentadora en las formas de su perfecta escultura… tanto que a su paso se masca
el odio en los corrillos de las perturbadas mujeres del pueblo y las fantasías
inimaginables en los hombres que babean con su presencia. Porque Monica
Bellucci es de esas mujeres que detienen el tráfico.
Para subsistir a la penuria económica
a la que se ve arrastrada por las trágicas circunstancias, Malèna tendrá que
aceptar propuestas sexuales convirtiéndose en objeto sexual zarandeado por la
lascivia y el acoso al que es sometida en un contexto social de guerra, miseria
y crisis absoluta de valores. Claro que Malèna cuenta con un ángel de la guarda,
Renato, el chaval absolutamente abducido por su lindeza y apostura que intentará allanar su camino para hacerle la
vida un poco más fácil. Con sus hormonas revueltas y sumido en sus fantasías, acecha
y sigue a Malèna allá a donde va subido en su flamante bicicleta, dueño de un
amor enfermizo y frustrado porque, debido a su edad, no le es posible hacer realidad sus húmedos y
románticos sueños.
Entendida como un
sentido tributo al padre del director, Malèna
es una tierna y dramática historia de amor en la que a la vez que se denuncia
los peores defectos de las pequeñas comunidades cerradas (sus oscuros miedos,
sus envidias, sus vidas vacías y su infinita ignorancia que condena a la única
persona honrada del pueblo), también se eleva como un canto y glorificación del
amor puro que no es correspondido, el que siente Renato, que la ama con
impotencia y dolor desde la cárcel de su silencio, en ese tránsito a la madurez
en donde uno se siente invisible. Bella
y aleccionadora película.
Me encanto esta mujer desde que la ví en Drácula de Coppola.
ResponderEliminarUna cara bellísima, y unos pechos perfectos, dignos de una diosa romana.
Totalmente de acuerdo contigo, Jc Ull, una diosa en la tradición de las grandes musas italianas del cine: Sophia Loren, Claudia Cardinale, Gina Lollobrigida...
ResponderEliminarSaludos.