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lunes, 28 de marzo de 2016

CRÍTICA:" BATMAN v. SUPERMAN: EL AMANECER DE LA JUSTICIA"

BATMAN v. SUPERMAN: EL AMANECER DE LA JUSTICIA êê
DIRECTOR: ZACK SNYDER.
INTÉRPRETES: BEN AFFLECK, HENRY CAVILL, AMY ADAMS, JESSE EISENBERG, JEREMY IRONS, GAL GADOT.
GÉNERO: FANTÁTICO / EE. UU. / 2016  DURACIÓN: 153 MINUTOS.  
   
      
     No me sentía muy atraído por este invento que enfrenta a los dos personajes más célebres de DC Cómics aunque siempre me muestro dispuesto a darle una nueva oportunidad a Zack Snyder, el tipo que tanto me ha hecho disfrutar con películas como Amanecer de los muertos (2004), 300 (2006) y Watchmen (2009). Cierto que su filmografía cuenta con meteduras de pata como Sucker Punch (2011) y que esperaba mucho más de El Hombre de Acero (2013). Pero es que el artefacto me chirriaba demasiado y sentía mucha pereza de sentarme en una sala durante dos horas y media para ver un Batman sin Christian Bale detrás de la máscara.

  
     La función nos presenta  a Superman (Henry Cavill) convertido en una figura cuestionada. Mientras muchos siguen creyendo en la esperanza que representa, otros le consideran una amenaza para la humanidad. Entre estos últimos está el influyente Bruce Wayne (Ben Affleck) que lo considera un peligro. Ante las acciones que pueda llevar a cabo un superhéroe casi indestructible, Wayne decide ponerse la máscara  y la capa de Batman para mantener a raya al superhéroe de Metrópolis. La opinión pública mantiene abierto un debate sobre el superhéroe que necesitan, y mientras tanto Superman y Batman, enfrentados entre sí, se sumergen en una contienda personal alimentada por el rencor y la venganza. Hostigados en su enfrentamiento por el multimillonario Lex Luthor (Jesse Eisenberg), el Hombre de Acero y Batman también tendrán que luchar contra una nueva y oscura amenaza con poderes infinitos, Doomsday, que puede poner en peligro el mundo y causar la destrucción total.
     
     
    Todos tenemos claro que si en una película falla el guión, lo que fallan son los cimientos en donde debe ser construido el relato. Es un problema, porque el libreto firmado por David S. Goyer y Chris Terrio resulta tan enmarañado como incongruente, tan disperso como inane en su intención de sentar las bases sobre las que se edificarán las próximas entregas, dirigidas también por Snyder, de La liga de la justicia. Batman v. Superman: El amanecer de la justicia está dividida en dos partes bien diferenciadas: una sirve como sombrío y pesado prólogo que subraya el abanico de detalles y matices que diferencian a los dos personajes y sus territorios; y una segunda, que tarda en arrancar, diseñada como puro espectáculo de acción, con exceso de pirotecnia, sin demasiada imaginación y escasa consistencia. A Snyder le delata su amor por la aventura que adapta, pero lo cierto es que con esta historia original firmada por él se ha metido en un jardín en donde toma partido claramente por Batman. Con él comienza y termina una historia en la que el protagonismo del guardián de Gotham City, ese caballero oscuro, justiciero y sin poderes, parece decidir las líneas maestras de futuros proyectos.

   
  Batman se impone como único asidero para el espectador, que ve desfilar a una galería de personajes apenas esbozados como Lois Lane a quien da vida sin mucho entusiasmo Amy Adams, o un Laurence Fishburne sin apenas protagonismo en la piel del director del periódico Daily Planet, un Jesse Eisenberg que da más el tipo de Jocker que de Lex Luthor y un Jeremy Irons actuando como dictado moral del Hombre Murciélago. Mención aparte merece la deliciosa Gal Gadot dando oxígeno a Wonder Woman, la actriz israelí destaca por su belleza y glamour con y sin disfraz. En realidad, Batman v. Superman no es una gran película porque abre demasiadas batallas para un futuro incierto de secuelas, nuevas sagas, spin off y reebot que confluyen aquí como retales deshilvanados y un estilo más barroco y afectado que clarividente y preciso. Lejos del abismo psicológico que deja a Wayne marcado desde su infancia, y que Snyder recrea de manera enfática, se abre un mundo confuso (mucho más para los que no son seguidores de estos artefactos) que avanza a trompicones con acumulación de personajes, ideas apenas dibujadas y profusión de efectos y pirotecnia, y que se desarrolla en dos universos sin nada en común, sin razones sólidas y sin rendir cuentas a nadie. Al fin y al cabo los dos personajes son siempre jueces y verdugos. Brillante diseño de producción para una película que flaquea por donde más duele: la vertiente narrativa.


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