BATMAN v. SUPERMAN: EL AMANECER DE LA JUSTICIA êê
DIRECTOR: ZACK SNYDER.
INTÉRPRETES: BEN AFFLECK, HENRY CAVILL, AMY ADAMS, JESSE
EISENBERG, JEREMY IRONS, GAL GADOT.
GÉNERO: FANTÁTICO
/ EE. UU. / 2016 DURACIÓN: 153 MINUTOS.
No me sentía muy atraído por este invento
que enfrenta a los dos personajes más célebres de DC Cómics aunque siempre me
muestro dispuesto a darle una nueva oportunidad a Zack Snyder, el tipo que tanto me ha hecho disfrutar con películas
como Amanecer
de los muertos (2004), 300 (2006) y Watchmen (2009). Cierto que
su filmografía cuenta con meteduras de pata como Sucker Punch (2011) y que
esperaba mucho más de El Hombre de Acero (2013). Pero es
que el artefacto me chirriaba demasiado y sentía mucha pereza de sentarme en
una sala durante dos horas y media para ver un Batman sin Christian Bale detrás
de la máscara.
La función nos
presenta a Superman (Henry Cavill)
convertido en una figura cuestionada. Mientras muchos siguen creyendo en la
esperanza que representa, otros le consideran una amenaza para la humanidad. Entre
estos últimos está el influyente Bruce
Wayne (Ben Affleck) que lo considera un peligro. Ante las acciones que
pueda llevar a cabo un superhéroe casi indestructible, Wayne decide ponerse la
máscara y la capa de Batman para mantener a raya al
superhéroe de Metrópolis. La opinión pública mantiene abierto un debate sobre
el superhéroe que necesitan, y mientras tanto Superman y Batman, enfrentados
entre sí, se sumergen en una contienda personal alimentada por el rencor y la
venganza. Hostigados en su enfrentamiento por el multimillonario Lex Luthor (Jesse Eisenberg), el Hombre de Acero y Batman también tendrán que
luchar contra una nueva y oscura amenaza con poderes infinitos, Doomsday, que puede poner en peligro el
mundo y causar la destrucción total.
Todos tenemos
claro que si en una película falla el guión, lo que fallan son los cimientos en
donde debe ser construido el relato. Es un problema, porque el libreto firmado
por David S. Goyer y Chris Terrio resulta tan enmarañado como incongruente, tan
disperso como inane en su intención de sentar las bases sobre las que se
edificarán las próximas entregas, dirigidas también por Snyder, de La
liga de la justicia. Batman v. Superman: El amanecer de la
justicia está dividida en dos partes bien diferenciadas: una sirve como
sombrío y pesado prólogo que subraya el abanico de detalles y matices que
diferencian a los dos personajes y sus territorios; y una segunda, que tarda en
arrancar, diseñada como puro espectáculo de acción, con exceso de pirotecnia,
sin demasiada imaginación y escasa consistencia. A Snyder le delata su amor por la aventura que adapta, pero lo cierto
es que con esta historia original firmada por él se ha metido en un jardín en
donde toma partido claramente por Batman. Con él comienza y termina una
historia en la que el protagonismo del guardián de Gotham City, ese caballero
oscuro, justiciero y sin poderes, parece decidir las líneas maestras de futuros
proyectos.
Batman se impone como único asidero para
el espectador, que ve desfilar a una galería de personajes apenas esbozados
como Lois Lane a quien da vida sin mucho entusiasmo Amy Adams, o un Laurence
Fishburne sin apenas protagonismo en la piel del director del periódico Daily
Planet, un Jesse Eisenberg que da
más el tipo de Jocker que de Lex Luthor y un Jeremy Irons actuando como dictado
moral del Hombre Murciélago. Mención aparte merece la deliciosa Gal Gadot dando oxígeno a Wonder Woman,
la actriz israelí destaca por su belleza y glamour con y sin disfraz. En realidad,
Batman v. Superman no es una gran película porque abre demasiadas batallas
para un futuro incierto de secuelas, nuevas sagas, spin off y reebot que
confluyen aquí como retales deshilvanados y un estilo más barroco y afectado
que clarividente y preciso. Lejos del
abismo psicológico que deja a Wayne marcado desde su infancia, y que Snyder
recrea de manera enfática, se abre un mundo confuso (mucho más para los que no
son seguidores de estos artefactos) que avanza a trompicones con acumulación de
personajes, ideas apenas dibujadas y profusión de efectos y pirotecnia, y que
se desarrolla en dos universos sin nada en común, sin razones sólidas y sin
rendir cuentas a nadie. Al fin y al cabo los dos personajes son siempre jueces
y verdugos. Brillante diseño de producción para una película que flaquea por donde
más duele: la vertiente narrativa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario